martes, 30 de septiembre de 2008

Kiki de Montparnase


Kiki de Montparnase
Kiki nunca se había sentido más desnuda.
A pesar de que era invierno y vestía grueso.
A pesar de que su oficio, la había acostumbrado a pasar largas horas tendida e inmóvil, frente a los ojos detallistas, cautelosos y definitivos del artista.
- ¿Terminará usted pronto?.
- ¿Acaso tiene usted algo mejor que hacer?.
Era una buena pregunta a la que no era necesario marcar una respuesta.
Y ello incrementó la hostilidad que le inspiraba aquel extranjero de francés americanizado al que conociera como a tantos….de cafés por el Montparnase parisino, de un saludo y cuatro palabras que terminaron en su estudio, dejándose retratar a cambios de cuatro francos.
Pero Kiki recordó que el americano no la pintaba.
Ni tan siquiera tenía una sola brocha.
El americano la acosaba como las hienas husmean la pieza malherida.
Giraba en torno suyo, enfocando y desenfocando, buscando una luminosidad adecuada, un ángulo desconocido para apretar el disparador en cuanto creía que la combinación lo satisfacía.
- ¿No le gusta que la fotografíe verdad?.
- Las cámaras son frías – respondió sin retirarle la vista.
- ¿Teme usted a una vulgar cámara?.
- Esos bichos son inhumanos y artificiales. No admiten errores ni correcciones. Nunca camuflan la fealdad ni la belleza.
- Por eso mismo debería gustarle. Esta máquina – la palpó esbozando cierto cariño – es lo contrario a un macho.
- ¿A que se refiere?.
- A que no le mentirá con la intención de llevarla a la cama.
Kiki no pudo evitar la media sonrisa.
Era, a pesar de su tosco e inapropiado acento, una magnífica comparativa.
- Por eso la he escogido – añadió.
- No comprendo.
- Porque su rostro, su cuerpo, sus ojos, incluso su nariz no mienten. Solo debo mirarla, añadirles algo de luz y…!voilá!.
Kiki había dejado de sentirse incómoda.
Aunque no le gustara su nariz, demasiado estirada y angulosa.
Ahora y definitivamente, tomó aquella insistencia en el enfoque, como un halago.
- ¿Incluye usted el desnudo en los cuatro francos? – preguntó.
- ¡Claro! – contestó con naturalidad mientras en cuatro segundos dejaba que su piel se tornara de gallina por el fresco – Frente a usted…incluso por algo menos.
Bucardo

No hay comentarios: