lunes, 29 de septiembre de 2008

Las Soluciones Redondas


Las Solucionas Redondas
Cuando las noches comenzaron a convertirse en madrugada, nos dimos cuenta que nos estábamos haciendo mayores.
Sobre todo porque nuestros padres dejaron de crisparse con ello.
Durante el almuerzo, como si aquello supusiera otra prueba a su inquebrantable estoicismo vital, soportaban nuestra cara de resaca mientras allí sentados, mareábamos unas lentejas insípidas y sin chorizo.
Con Ángel apenas bebíamos los sábados.
Como nuestra sangre no acostumbraba, bastaban un par de cervezas para que las palabras nos tropezaran, las charlas se tornaran insulsas y los temas, fueran derivando hacia temas mucho más insulsos y carnales.
Sin embargo, el resto de nuestras amanecidas, solían coronarse por todo lo grande; con una serenata de bostezos y soluciones redondas.
¿No son eso los dieciocho?.
Los años de las soluciones redondas.
No había problema ni dilema para el cual no supiéramos encontrar remedio.
Pero lo peor, no era perder horas y horas de sueño invertidas en hallarlas.
Lo peor era desesperarse al no comprender como nuestros mayores decisorios, los del uniforme, mitin, sotana y corbata, se mostraban incapaces de localizarlas.
Y no solo eran ellos.
- Anda, déjate de tonterías. Que no se cuando te entrará la entendedora.
Así solía zanjar padre la discusión cuando la misma se enquistaba en un mutuo empecinamiento….entre nuestra solución redonda y su terquedad en no comprenderla.
- No puedo entenderlo – lloriqueaba ante Ángel mientras paseábamos por los jardines de Devob, apenas recién inaugurado sobre el solar de un antiguo cuartel que los milicianos convirtieron en matadero el primer día de la guerra – No nos falla ni un solo detalle. Y sin embargo, solo saben negar y reírse a media carcajada.
- Eso es lo que peor sabe. Cuando se nos ríen a la cara.
- Oye….¿no estaremos errados?.
- No – afirmó convencido – Serán ellos….que se habrán olvidado.
Bucardo

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