miércoles, 16 de diciembre de 2009

Veremos


Veremos

La sangre se hacía tristeza esperando esos “veremos” que siempre se retrasaban.

A medida que el alma se espesaba, mi corazón perdía el ritmo de sus latidos, envenenado y envejeciendo, sin conseguir nunca hacer cierto lo que siempre terminaba siendo solo un sueño.

Una mañana, me levanté decidido.

No consentía en dejar pasar un solo día más sin verlo.

Pero al asir la manilla, en el segundo antes de abrir la puerta y permitir que la luz limpiara, contemplé mis manos ajadas y el reflejo de un rostro hundido al que el tiempo y las oportunidades se le habían pasado.

Tuve miedo.

Miedo al cambio.

Aunque fuera a mejor, aunque no supiera que era pues nunca lo había probado.

Volví a la cama y deje que la tristeza, fuera la única y más fiel compañera.

Bucardo

lunes, 30 de noviembre de 2009

Se derrite


Se derrite
El monte se abraza a la nieve como una amante celosa al borde del abandono.
Al monte le tiemblan los brazos, le palpita el pecho, se le suben los calores y la nieve, cada día más rasa, cada día menos abundante, comienza a ganar altura, hasta que un día, el monte y sus criaturas, se queden a solas, tumbados sobre su propio lecho, desnudo y sin cobertura. Agarro la nieve en el puño. Aprieto desesperado por no perderla. Cada poro, cada glóbulo lo desea, lo anhela hasta bullir como la tormenta, como el río rabioso o la olla del cocido. Pero esta se escabulle entre los dedos, cae al suelo, se desparrama. Se acabó. No hay nieve en el monte. Y los ciegos continúan dichosos. Hay imbéciles a quienes les conviene…seguir creyéndolo. Bucardo

jueves, 26 de noviembre de 2009

¿Tambien?


¿También?

No hace falta cerrar los ojos para sentirse solo.

A veces, solo hace falta escuchar, para descubrirte en ello.

Escuchar como la gente se deja llevar y la corriente los va alejando de ti y todo lo que eres y sientes.

Quedas con la mirada atravesando el espesor del techo mientras en torno tuyo, todos duermen.

Pero tu no puedes, pues aunque te rodee carne y respiración, aquí solo quedas tu, sin nadie que pregunte por que o como.

Basta mirar al pasado para creerte traicionado.

Por ti, por ella, por el y ellos…por todos.

O que tal vez no lo has hecho y por eso, ahora quedas a solas, aunque sobre la mesa todo sean risas, chanzas y vino de tetra brik barato.

Hasta esa tarde que con el teléfono en la mano, pulsas un número de agenda vieja y perdida, pero que nunca has olvidado.

- ¿Hola?.

- ¿También a ti te pasa?.

Hay un segundo de silencio que no son años sin voz ni dudas por la llamada y sus ocultos misterios.

- También.

Y entonces, en algo respiras.

No, no resulta ser una vida tan a solas.

Bucardo

domingo, 8 de noviembre de 2009

Los Copos Negros


Los Copos Negros - ¡Llegará el día en que hasta las nieve nos caerá negra!. El abuelo era un ser achacoso y quejica, al que todo le parecía malo o peor y a quien le resultaba incapaz descubrir hierba fresca entre la maleza. Imagino que no siempre fue así y que el ácido de sus palabras, se fue reverberando a medida que se alejaba del propio natalicio. Yo lo apreciaba aunque, cuando el entendimiento se le desgajó del cuerpo, se tornó en un ser todavía más arisco, incluso hostil y desconfiado, al que era imposible sacarle una sonrisa o un gesto que lo evidenciara. Callado y distante, encendía una tele que no veía y quedaba así, revolviéndose los adentros, ahogado en el recuerdo. Al abuelo lo enterramos e hicimos como que sentíamos pena. Alguno se calló para dentro cierto alivio. Ahora ya no soy tan niño, ni tan iluso y aunque queda mucho para los ochenta y tantos que finiquitaron al yayo, comienzo a pensar en el, dando a su agresividad un toque menos áspero. A diferencia de el, yo si que escucho la tele, aun en el padecimiento estúpido y masoca de hacerlo. Miraba y miraba contemplando sus caros trajes y sonrisas de bote, estiradas y falsas. Miraba como tragaban con gula, más, más, más y como se defendían, su honor, su honra, su buen nombre, como gato echado a tigre, acusando, mordiendo o amenazando a aquellos que les reclamaban lo que no tenían; cordura. Y mientras, seres con el rostro agotado, desconocedores e ignorantes, sin saber lo que les quedaría, a ellos y sus familias, suplicaban las migajas que escapaban de la gula de quienes debían ahorrarles preocupaciones y pancartas. Era diciembre y giré para contemplar los copos que nos traía la cercana invernada. Me acerque para asomar una mano a través de la balconada. El copo todavía era blanco…..todavía. Bucardo

martes, 13 de octubre de 2009

El Mapa


El Mapa

Nadie esbozó el mapa de nuestro reencuentro.

Y para dar con el, tuve primero que imaginarlo, más o menos, con la tinta de como lo hubiera deseado.

Un encuentro sin luces ni maquillajes, indecorosamente sincero, donde viera tus canas asomando entre tus rubios y la tristeza de unos ojos arañados por el tiempo ya pasado.

Caminé hacia ti mientras llovía.

Una lluvia invernal que sabía a gélida, húmeda y tísica, calando hasta el adentro de un alma que no la sentía.

Adormilada si, porque en aquella calle mal iluminada, con una farola rota, otra agonizante y la tercera directamente derribada, tan solo se escuchaban mis pasos sin sombra, marchando atemorizados hacia el reencuentro que los años y el ya veremos, fueron postergando.

¿Verías lo que yo aun veía?.

¿Cambiaste lo que me negué a haber cambiado?.

¿Serías tan cruel como para haberme condenado sin fecha, sin momento….sin recuerdo?.

Un coche sin paciencia hizo de un charco parte de mis zapatos, la basura otorgaba su pestilencia al resto de aquella callejuela de nombre literato…un escritor de que nunca leí una sola línea pero que al nombrarlo, conseguía rememorar el instante del beso, del primer e inacabable abrazo.

Allí estabas, bajo el capote negro y vasto, moviéndote a medio gas entre el frío y los dichosos nervios.

No había nada ni nadie cuando giraste tu cuello, alertada por el fin de la espera entre el ruido de mis zapatos.

Una sonrisa…una alegría.

No….definitivamente, no me habías olvidado.

Bucardo

El Origen de aquellas Tristezas


El Origen de aquellas Tristezas
No sabía porque llevaba un tiempo largo de tristezas.
Las sentía al levantarse, al desayunar una apurada tostada, al llamar al ascensor saludando robóticamente a la vecina del tercero, al portero y ese chino que vivía Dios sabe donde y que nunca hablaba.
La sentía dejándose digerir por las tripas del metro, defendiendo su angustiante cuadrado en el andén atiborrado, malgastando la colonia en la variedad olorosa del vagón, al regresar a la luz agrisada de una ciudad con sol marica y campana atmosférica.
La sentía al introducir su tarjeta identificadora en el rulo de entrada y releer por millonésima las gigantescas letras de la multinacional que lo asalariaba.
La sentía y no sabía.
Aquel día, un instante antes, se juró encontrar la causa.
Pero se le olvidó cuando se puso en el acceso….haciendo cola.
Bucardo

viernes, 5 de junio de 2009

Sed de Vida


Sed de vida

De pie, frente a aquella tumba sin forma ni nombre, permanecí con los ojos medio abiertos.

En el entorno nevaba y desde la cima, la ventisca levantaba cristales de hielo que a no muy tardar, se clavarían hasta los huesos.

Era un día extraño y algo cruel, impropio de aquel final de mayo.

Pero era un día vivo y aquel que se pudría bajo mis suelas, mil veces habría vendido su alma por poder sentir el frío por el que tiritaba.

Tras de mi, delante, a un lado y a otro, no había nadie que desprendiera calor, nada con intención de movimiento….solo aquel océano de tumbas, todas idénticas, todas anónimas, todos injustamente muertos.

La soledad resulta en extremo tremenda cuando la rodean los miles que en tiempos fueron humanos….antes del balazo.

Harto y cabizbajo, quise caminar, pero algo invisible y sin miedo, retenía mis pies, fijados para siempre al suelo.

- Ellos reclaman vida –advertía el vigilante antes de entrar al cementerio – Procura no apiadarte de ello.