lunes, 31 de octubre de 2011

No Vendrá


No vendrá.

No, nunca lo hará.

Y así, convencida, se quedó apoltronada, entre la cama y el sofá, encerrada en una casa mental donde no salía porque ella misma, mantenía la llave guardada.

Así fue como poco a poco, fue quedándose sola.

Primero sus padres, de un amor insobornable a los que la vida apartó porque así se escriben estas cosas.

Luego sus hermanos, siguiendo el hilo de su propia existencia que no podía detenerse de perpetua, para respetar a de aquellos que no la seguían.

Finalmente, el amor, por puro y resistente que fuera, harto de ser prisma en el país de los ciegos, de insistir hasta el hartazgo en lo mucho que había y que ella se enfadara porque pensaba que no la comprendía

Un día, ya tarde como siempre sucede, se dio cuenta de que su cama, su inmensa cama, estaba fría.

Y eso que ella estaba.

Y eso que ella aun canosa y viejita, respiraba.

Fría porque quien dentro estaba, de tanto perderse la vida, terminó quedándose, muerta.

martes, 27 de septiembre de 2011

¿Eso es todo?


¿Eso es todo?

- Me gusta lo que me haces.

¿Eso es todo?.

El se quedó como un guiñapo, mirando, incapaz de encontrar el valor para mandarla donde crían gusanos.

Llevaba meses girando en torno a ella y ella en torno a su culo.

Pero solo el se había atrevido a confesarlo.

No aquella gilipollez.

Ambos desnudos, aprovechando hasta el último segundo, penetrándose el uno al otro, arqueando tensiones, espaldas, sudando al ritmo de sus gritos, meciéndose hasta arrancar el placer ajeno.

Meses en los que les importó una mierda que los vieran, oyeran, criticaran o juzgaran, en los que mandaron al cuerno los compromisos de cada uno o el riesgo de embarazo que con cada oportunidad se estaban jugando.

Pero el había llegado al punto en que necesitaba saber el porque.

Y deseaba averiguarlo.

Cometió la torpeza de confesarlo.

- Te quiero felina

Ella calló.

Calló durante semanas.

Semanas en las que ni uno ni otro atenuaron las ganas de derrocharse follando.

Hasta que aquella mañana, se lo dijo.

- Me gusta lo que me haces.

Y el cerró la puerta.

La dejó desnuda y sin conciencia, tomando una copa de vino mientras releía el viejo texto de uno de sus alumnos.

Se juró que no volvería.

Pero siempre resultaba en vano.

Ambos sabían que apenas acabados, ya se estaban de nuevo deseando.

Bucardo

!Eres Fea!


¡Eres Fea!

- ¡Eres fea!. ¡Y no cambiarás por mucho que beba!. ¡Fea, fea, fea!.

Caminé calle arriba, con los tacones acelerando el paso, temiendo que su frustración, le hiciera pasar de la palabra a las manos.

Contuve la tentación de girar la vista, de malmeterla para hacerle frente y contemplar su estampa decrepita.

Su voz oscura, desvelaba que hacía mucho que en su garganta, entraba menos pan que ginebra.

- ¡Fea! – lo escuchaba ya lejano, cuando por fin se dio cuenta que no iba a retroceder, para darle el euro que le había negado.

“Lo gastará en cerveza” – pensé.

Sorda ante sus insultos, ciega ante su vista, di dos o tres pasos y paré frente al escaparate donde puede contemplar que al tipejo, el alcohol no le nublaba la vista.

Era fea.

Crecientemente fea.

Tenía cuarenta y muchos, un marido poco encariñado y dos hijos que me estaban dejando de hacer caso.

Tenía los pechos caídos, las caderas crecidas, la tripa algodonosa y una cara escondida como lagartija, tras las varias capas de maquillaje con que la ocultaba.

Suspiré hondo.

Hondo pero no triste.

Era fea si.

Pero al menos no tenía porque conformarme, con mendigar para poder dormir, otra noche, entre los brazos de una botella vacía.

- ¡Y tu un hijo de puta!.

Y mira por donde, dejé de ver una arruga.

Bucardo


!No lo hagas!


!No lo hagas!

Quiero hablarte.

Quiero suplicarte que no lo hagas.

No nos merecemos la pérdida de caminar sin alma.

Sin ti, el mundo es un peor, una agonía, un callejón negro y mugriento al que olvidaron dibujarle la salida.

Pero te empeñas en maltratar ese reflejo que sale cuando paras frente al espejo.

Y sacas el látigo con el que fustigas, con el que sangras….porque alguien te dijo, porque alguien te hizo daño, porque alguien te dio la espalda, porque nunca lo merecías.

Y ahora, sentado en el paseo, con la isla de San Sebastián echando vista, veo como marcas la huella de tus pies desnudos entre la arena solitaria.

Caminas hasta pararte decidida frente a las olas blancas.

Creo que sabes quien te contempla.

Pero no respondes por miedo a mirar y saber que no vas a encontrar lo que esperas.

En su lugar, prefieres deshacer tus pantalones, arrojar la camisa lo más lejos, quedar como la rosa, con el pétalo al aire y el alma dispuesta…esperando a que la próxima ola, alargue su acometida hasta acariciarte los dedos y hacerte sentir el frío con el que serás recibida.

- ¡No lo hagas! – grito.

Pero ya no escuchas.

Ya no nos acompañas.

Caminas desnuda hacia el destino oculto, en el abrazo de un mar hijo de puta y yo dejó de intentarlo porque estés donde estés….lloraré tu ausencia mientras tu encuentras reposo.

Ni se te ocurra.

domingo, 31 de julio de 2011

En vano


En vano

Por la ventana azul miré a ver si venías.

Marchaste entre el barro cuando abril no era mayo.

Y quedé solo y en vano.

Tu no echaste la mirada atrás.

Era cruel y nunca te dejabas dominar por los arrepentimientos.

Yo, en cambio, dejé de prosperar bajo el techo pizarroso bajo el que nos amamos.

Porque te guardé un recuerdo al que tu cada día, chica lista, estabas faltando.

Y ahora que vuelves, lo haces en sueños, con tus mismos labios y las mismas retinas…esas que me daban las gracias a poco que nos penetráramos.

Esas que están del todo ciegas sin guardar de mi un retazo de desmemoriados.

Eres mala….pero yo te sigo amando.

Bucardo

El Malgasto


El Malgasto

Siempre fui un cobarde.

Lo era cuando viniste.

Estaba loco por tu piel pero mi boca era una cerrada traicionera.

Y yo la odiaba.

Por eso la ahogaba en vino, en whisky, en bourbon barato, en ginebra y coñac de tres años.

Sin hielo ni agua…puros y bastos para que me embravecieran.

Pero el valor del borracho suele perder el juicio y entonces solo soltaba tonterías.

Tonterías que no escuchabas y que siempre te llevaban a los brazos de otro.

Otro más alto, más fuerte, más musculado, más potente pero sobre todo más bravo.

Me quedé a solas con otra copa, no se de que ni tampoco cuanto.

Y bebía un trago inacabable que duraba treinta años…los que tardaste en amar, compartir y reproducirte…los que yo necesite para que la savia se hiciera agosto.

Y ahora, hundido en mis miserias, doblegado por mis incapacidades, echo este último trago lento, mientras por el ventanal, sin que me digne a mirarlo, pasa el cortejo de tu último paso.

Alzo la copa y en el temblor del vino, veo tu ataúd reflejado.

Bucardo

miércoles, 22 de junio de 2011

Las Luces


Las Luces

- ¡Las luces, no me apaguéis las seis luces!.

Con la mano y enrabietado, Luciano trataba de apartar una amenaza imaginaria que nadie de los pocos presentes, era capaz de contemplar con la lucidez del que agoniza.

Allí, en la insípida doscientos nueve, no había mayor sangre que la de un primo tercero, ni mejor interés que el de las batas blancas, inyectando al moribundo más vida a base de gotero y química.

Al Luciano lo arrancaron más loco que cuerdo de la Barbenuta donde se malgastó de cabrero, para llevárselo al llano donde anduvo un tercio de la existencia agonizando.

Agonizaba añorando la fresca del verano, el gélido aliento del monte cuando tocaba carnavales y los culos firmes de las mozas para la ronda de Santa Elena.

Agonizaba aguardando que algún paisano como el, emigrado, se acercara hasta la residencia para recordarse el uno al otro que Barbenuta continuaba respirando….lo menos mientras ellos lo hicieran.

Pero ahora, que se sabía el último, recordaba como con cada casa que echaba candado, se dejaba de ver una luz en la oscura negra.

Una luz que desde lejos, a los de Biescas u Oliván, advertía que en Barbenuta se luchaba.

Primero apagaron la de Casa Candil, luego la de Tomasa, más tarde la rica de Launa y luego la de Sopeira. Al final el apagó con sus propias manos la de Casa Ferrerito cuando su viuda, dio aviso con la olor de que ya andaba menos viva que muerta.

Cuando vinieron a buscarlo, el se echó al monte con la benemérita a la espalda, buscando un loco como si fuera un maqui en metralleta.

- ¡Luciano, Luciano ven que no habrá daño!.

Pero si lo habría.

El lo sabía.

Y ahora, ya loco sin remedio, avisaba que el era la sexta luz moribunda, del Barbenuta que con el se moría.