martes, 30 de septiembre de 2008

Kiki de Montparnase


Kiki de Montparnase
Kiki nunca se había sentido más desnuda.
A pesar de que era invierno y vestía grueso.
A pesar de que su oficio, la había acostumbrado a pasar largas horas tendida e inmóvil, frente a los ojos detallistas, cautelosos y definitivos del artista.
- ¿Terminará usted pronto?.
- ¿Acaso tiene usted algo mejor que hacer?.
Era una buena pregunta a la que no era necesario marcar una respuesta.
Y ello incrementó la hostilidad que le inspiraba aquel extranjero de francés americanizado al que conociera como a tantos….de cafés por el Montparnase parisino, de un saludo y cuatro palabras que terminaron en su estudio, dejándose retratar a cambios de cuatro francos.
Pero Kiki recordó que el americano no la pintaba.
Ni tan siquiera tenía una sola brocha.
El americano la acosaba como las hienas husmean la pieza malherida.
Giraba en torno suyo, enfocando y desenfocando, buscando una luminosidad adecuada, un ángulo desconocido para apretar el disparador en cuanto creía que la combinación lo satisfacía.
- ¿No le gusta que la fotografíe verdad?.
- Las cámaras son frías – respondió sin retirarle la vista.
- ¿Teme usted a una vulgar cámara?.
- Esos bichos son inhumanos y artificiales. No admiten errores ni correcciones. Nunca camuflan la fealdad ni la belleza.
- Por eso mismo debería gustarle. Esta máquina – la palpó esbozando cierto cariño – es lo contrario a un macho.
- ¿A que se refiere?.
- A que no le mentirá con la intención de llevarla a la cama.
Kiki no pudo evitar la media sonrisa.
Era, a pesar de su tosco e inapropiado acento, una magnífica comparativa.
- Por eso la he escogido – añadió.
- No comprendo.
- Porque su rostro, su cuerpo, sus ojos, incluso su nariz no mienten. Solo debo mirarla, añadirles algo de luz y…!voilá!.
Kiki había dejado de sentirse incómoda.
Aunque no le gustara su nariz, demasiado estirada y angulosa.
Ahora y definitivamente, tomó aquella insistencia en el enfoque, como un halago.
- ¿Incluye usted el desnudo en los cuatro francos? – preguntó.
- ¡Claro! – contestó con naturalidad mientras en cuatro segundos dejaba que su piel se tornara de gallina por el fresco – Frente a usted…incluso por algo menos.
Bucardo

lunes, 29 de septiembre de 2008

Las Soluciones Redondas


Las Solucionas Redondas
Cuando las noches comenzaron a convertirse en madrugada, nos dimos cuenta que nos estábamos haciendo mayores.
Sobre todo porque nuestros padres dejaron de crisparse con ello.
Durante el almuerzo, como si aquello supusiera otra prueba a su inquebrantable estoicismo vital, soportaban nuestra cara de resaca mientras allí sentados, mareábamos unas lentejas insípidas y sin chorizo.
Con Ángel apenas bebíamos los sábados.
Como nuestra sangre no acostumbraba, bastaban un par de cervezas para que las palabras nos tropezaran, las charlas se tornaran insulsas y los temas, fueran derivando hacia temas mucho más insulsos y carnales.
Sin embargo, el resto de nuestras amanecidas, solían coronarse por todo lo grande; con una serenata de bostezos y soluciones redondas.
¿No son eso los dieciocho?.
Los años de las soluciones redondas.
No había problema ni dilema para el cual no supiéramos encontrar remedio.
Pero lo peor, no era perder horas y horas de sueño invertidas en hallarlas.
Lo peor era desesperarse al no comprender como nuestros mayores decisorios, los del uniforme, mitin, sotana y corbata, se mostraban incapaces de localizarlas.
Y no solo eran ellos.
- Anda, déjate de tonterías. Que no se cuando te entrará la entendedora.
Así solía zanjar padre la discusión cuando la misma se enquistaba en un mutuo empecinamiento….entre nuestra solución redonda y su terquedad en no comprenderla.
- No puedo entenderlo – lloriqueaba ante Ángel mientras paseábamos por los jardines de Devob, apenas recién inaugurado sobre el solar de un antiguo cuartel que los milicianos convirtieron en matadero el primer día de la guerra – No nos falla ni un solo detalle. Y sin embargo, solo saben negar y reírse a media carcajada.
- Eso es lo que peor sabe. Cuando se nos ríen a la cara.
- Oye….¿no estaremos errados?.
- No – afirmó convencido – Serán ellos….que se habrán olvidado.
Bucardo

domingo, 28 de septiembre de 2008

Quiero Ser Jeff Bridges


Quiero ser Jeff Bridges
Al Gran Lebowski no le dejaron vivir tranquilo.
La vagancia, la despreocupación, los bolos o las extrañas combinaciones de cocktails con crema o leche….si, esas fueron siempre las aspiraciones de mi vida.
- ¿Qué quieres ser de mayor hijo?.
El eterno dilema con el acné en la cara.
Pero yo, tenía ya una respuesta.
La tuve desde que Jeff Bridges nos enseñó el camino.
Noches de bolera, buenos amigos, ausencia de horarios, discusiones sin sustancia y, cuando el milagro se tercia, alguna pelirroja despampanante deseosa de ser preñada.
Al menos durante los primeros quince minutos, nos dejan soñar.
Ese primer cuarto de hora es el más mágico.
Luego el guión se complica, se llena de obligaciones y presiones, del que dirán, de la hipoteca, del anillo, de las decepciones, de las casillas del Excel….donde vas desgranando las fechas, los conceptos, las citas, los negocios, el gasto y un salario.
Yo solo quería ser Lebowski.
Pero luego la cosa se complica.
Como se me complicó a mi.
Como nos la complicaron a todos.

Bucardo

sábado, 27 de septiembre de 2008

El Cine del Gitano


El Cine del Gitano
Tajol era demasiado ridículo como para tener cine propio.
Había una dehesa inmensa y salpicada de puntuales y centenarias encinas.
Había un río encabritado y abrupto con un molino de agua aun en uso y unas acequias que como venas frescas, daban vida a las huertas.
Había un cura peleón y un alcalde cacique, un borracho sin remedio y una puta silenciosa, un candidato a tonto, una maestra sumisa y un ejército de beatas de misa diaria, encargadas de mantener cerrada con doble cerrojo, la férrea moral católica de la mesnada.
Diversiones….las justas.
Una romería para San Sebastián, un carnaval con ronda y las fiestas mayores, las de San Rafael, que lo mismo festejaban el final de la siega que el comienzo de una nueva invernada.
Por eso, cuando llegaba el verano, al paisanaje se le alegraba la cara en cuanto veía aparecer a la mula del gitano con su proyector al lomo.
El gitano cobraba media peseta por asiento.
Era un robo de escándalo pero lo cierto es que cuidaba del negocio casi tanto como acicalaba sus patillas y siempre acudía bien surtido con las últimas novedades que llegaba a la capital desde el otro lado del charco.
Casi nadie sacaba el pecho por el gitano.
Aquel ser escurridizo y solitario, no gustaba de la compañía y buscaba refugio en la cueva del Rojo, a media hora de monte a través, donde, según los más cobardones, planeaba oscuras fechorías y para las santurronas, ponía cruces del revés mientras rezaba extraños salmos.
Pero aunque en público jamás lo defendía, lo cierto era que Lina sabía que no era así.
- Déjalo niña – la perdonaba – No más farta que tengas problemas por culpa de este desgrasiao.
- Tu no eres un desgraciado.
- Si…si que lo soy. Si se me olvida, solo tengo que llegar a la siguiente aldea. Naide me dice un buenos días, naíde me saca agua cuando cae la calima…nadie me señala una pared blanca ande se pueda enfocar el proyector….Pero ellos no saben que son tos unos desgraciaus como yo.
- ¿Yo soy una desgraciada gitano?.
- No mujé….!bien diferente que tu eres!. Si no fuera porque nos mataban a los dos, aquí mimo que te pedía bodorrio – Lina sonrió maliciosa imaginándose la reacción de su pretendiente bizco al que tantas veces había rechazado – En ná te pretendo ofendé. Pero es que los del pueblo, como tos los de la dehesa, no saben echar la cara más allá de la bellota.
- ¿Y tu has visto algo?.
- ¿Yo?....acarició su proyector. Yo lo he visto tó.
El gitano sabía que en parte, le estaba contando una mentira.
Pero no lo hacía con malicia.
No pretendía dorar el caramelo para intentar sonsacarle dinero o alguna cosa más perversa.
La otra parte, la verdadera, se exhibía cada noche, ya muy de madrugada, en la pared de la cueva, donde ayudado por una batería, la máquina le iba derritiendo frente a sus ojos, increíbles historias.
Así fue como conoció Casablanca y sus bares de piano mientras Ingrid Bergman lo enamoraba…..allí visitó los desiertos de Palestina al tiempo que los músculos descerebrados de Victor Mature destrozaban templos filisteos…..allí navegó por el Nilo intentando ver de más entre las telas húmedas y pegadizas que vestía la Taylor.
- No te creas todo lo que te digan de mi chiquilla….¿no te lo crees verdá?.
- Prefiero creerte a ti gitano.
Bucardo

viernes, 26 de septiembre de 2008

El Hombre que no supo crear


El hombre que no supo crear
Soy el hombre que no supo crear.
Nací, viví, forniqué y morí sin dar un solo paso.
Lo hice todo por donde dijeron.
Caminé sin sembrar traza nueva y ahora que muero, inconsciente como nos dejaron, escasamente me apeno.
Cierro los ojos y apago.
Soy el hombre que no supo crear y por eso ahora, no se decirles si he existido.
Bucardo

martes, 23 de septiembre de 2008

¿Crisis?....será para usted: El Desbocado Objetivo


¿Crisis?...será para usted: El Desbocado Objetivo
Me estoy fumando un puro habano.
Al otro lado, pegado a la radio, ustedes escucharán como lo hago, pero no podrán saborearlo.
Es una sensación de dioses.
Al aspirar su humo, denso y bien tratado, los pulmones se olvidan de lo maltratados que estuvieron cuando siendo nadie, me veía obligado a fumar paquetes de Celtas y toser como un viejo arrugado con apenas veintipocos años.
Estando como estamos, con eso de la crisis compartiendo cama, esto puede resultarle un lujo excesivo.....pero no se engañen.
Ustedes, los de la clase baja, sufren y sufrirán como una plaga bíblica, altibajos en su cartera dignos de cardiograma.
Cuando mueran, estirarán la pata después de haber superado al menos una decena de estos bajones.
Periodos austeros en los que la nómina se paraliza mientras las facturas suman y suman.
Llegar a fin de mes les obligará a un juego en el que se sacrifican cafés, regalos, cenas con la parienta, ruedas nuevas para un pinchazo, caprichos de hijos, vacaciones, ropa de marca, comida de calidad o ducharse un ratito más con el agua bien caliente.
No se comprarán ese libro de moda con el que se culturizarán porque le pondrán treinta euros a sus tapas duras.
No verán ese documental sobre la verdad que no se les confiesa porque la butaca para hora y media sale a diez euros que enfadan a su señora.
Y su señora se quedará sin su rosa mensual y el revolcón con que se lo agradece, pues la rosa sale a ocho euros sin adornar y doce con algo de ornato.
Así que cada Nochevieja con crisis, usted acabará el año con menos amigos, menos cortados, menos sexo y tonto de remate.
Insisto....no me odie.
Solo le confieso la verdad que usted intuye pero que yo...se.
Se que hay una élite de encorbatados y collares de perlas en cuyo diccionario no existe el concepto de ahorro.
Se que cuando invierten y las cosas les salen torcidas, solo tienen que hacer dos o tres llamadas para que el ministro de turno acuda a socorrerlos con el dinero que a ustedes les sisan con eso de estar obligado a pagar impuestos.
Luego lo llamarán “Plan de Rescate” o “Medidas para el Reequilibrio Económico” pero en realidad no es otra cosa que trasvasar monumentales cantidades de dinero público a un solo y exclusivo bolsillo.
Por ley, por cojones, porque a ellos les da la gana.
Se que el ahorro que para usted supone el negarle a su hijo un regalo para el 5 de enero, ellos lo agradecerán invirtiendo en renovar su flota de vehículos de lujo o en darle una nueva capa de pintura antihumedad a alguno de sus dos o tres yates.
La crisis no existe porque usted durante los buenos tiempos, decidiera darse el capricho y se fuera de vacaciones masificadas al Caribe.
La crisis existe porque allá arriba hay gente rica, muy rica, que se niega a bajar un peldaño y para mantener el ritmo, usted tendrá que pasarse los próximos siete u ocho años cenando sandwich de queso recauchutado y veraneando en casa de sus padres....si esto todavía andan vivos.
El habano me lo dieron ellos.
Ya sabe....los de arriba.
Lo hacen para que los del micrófono les digamos una y otra vez que la economía se hunde.
Para que se lo crean.
Así, a fuerza de cerrar el bolso, pronto lo harán el bar de toda la vida, el kiosko de la esquina o la zapatería del barrio.
Con ello caerá la competencia y mejorarán los números de Starsbucks, del Fnac y por supuesto, de El Corte Inglés.
Con ello alguien continuará desayunando salmón, bebiendo como agua escocés de doce años, esnifando cocaina no adulterada, poniendo liposucciones al envejecimiento y viviendo como ustedes nunca llegarán a hacer...a todo trapo.
Bucardo

viernes, 19 de septiembre de 2008

El Último Cátaro


El Último Cátaro
Pierre de Castelneu giró la mirada para contemplar por última vez, las quebradas montañas donde naciera y predicara.
Pierre de Castelneu respiro sin desearlo, hizo un esfuerzo con la retina mojada y se condenó a la nostalgia ganándole altura a la muga hasta iniciar el descenso, pisando una tierra que ya no era suya.
Tras de si, dejaba las heridas quebradas y las fosas llenas, las aldeas arrasadas y los castillos saqueados, las bibliotecas despojadas, bosques de piras ardiendo, la fe resquebrajada y el huyendo.
No hubo fortaleza capaz de resistir el asalto cruzado.
No hubo mesnada tan nutrida de espadas como para derrotar a la bestia cebada por el Papa.
- Lobo hambriento – susurró al recordar al falso ídolo de Roma.
Al final no quedó nada.
Pierre de Castelneu renunció a reencarnarse en puro para salvar aquella vida arrastrada y dolida.
Huyó solo, abandonando ante el fuego al resto de sus hermanos perfectos.
Atravesó la frontera tan solo para poder decir que aun con las masacres y degüellos…..algo se había salvado.
“Otra vez será” – pensó.
Y mientras, la niebla, crecida desde el valle, se levantaba para devorar en la historia, al último cátaro.


Bucardo

jueves, 18 de septiembre de 2008

El Guerrilero


El Guerrillero
El Bufo cargaba ya tres años echado al monte cuando enfiló frente al rifle, la silueta confiada del granadero gabacho.
El Bufo calculó la distancia y la trayectoria descendente de la bala.
Templó nervio, cerró el ojo y fue lentamente incrementando la presión del dedo sobre el gatillo.
Y entonces recordó.
- ¡Non, si vouz plait!.
Eso fue lo que gritó el primero al que rebanó con la navaja.
No supo entenderlo
¡Como iba a hacerlo si apenas sabía escribir las cuatro letras que leían su mote!.
Lo haría luego, cuando los oficiales le enseñaron que se tenían mejores cartas en la partida, si se conocía la jerga del contrario.
Así sabría si ordenaban carga, retroceso, sálvese quien pueda o degüello.
- ¡No, por favor!.
En aquel entonces, el nunca hubiera suplicado.
Solo los sin Dios lo hacían.
Los que piensan que no hay más que aquí y ahora.
El luchaba por la verdadera religión, esa que ondeaba en la bandera borbona, reclamando venganza por cada iglesia que los de Napoleón profanaban.
Si, eso creía, sin tembleques ni dudas….hará cosa de tres años.
Tres inviernos bajo la ventisca, tres veranos con el pañuelo al cuello para no alimentarse del polvo de las cabalgadas.
Hambres, toses, pestes y calamidades.
De día parapetado en las barranqueras, de noche avanzando sintiéndose lobo, agazapado tras la retaguardia enemiga, esperando morder, segar y volver a huir en pos de una nueva presa.
Tres años sin conocer la suerte de sus padres y de su moza, esa que el día de antes, en el pajar que había tras la sacristía, se dejó bajar la falda y quitar la honra por amor, por deseo o sencillamente porque pensaba que esa sería, con el, primera y última.
Pensó en ella y en sus pechos rosados y generosos.
Y le vino encima una intensa e irrefrenable añoranza.
Al dedo le entró flojera, perdió el cálculo, la distancia y la trayectoria.
Le dolían los huesos por las cabalgadas y la carne por las heridas mal curadas.
El espadazo de un húsar enloquecido que le dejó media cabeza sin pellejo……un balazo en el muslo y un rebote que le deshiló la piel del cuello…..una bayoneta poco atinada, clavada en el glúteo cuando en realidad apuntaba al estómago.
- ¡Dios os guía hijos míos!. ¡Dios os llevará ante su presencia por matar a los que profanan su sagrado nombre!.
- No hagas caso al cura – le susurró su padre, temeroso de que alguien lo acusara de afrancesado por dudar del sermón patriotero – Tu solo piensa en volver junto a nosotros. Hijo mío….hijo mío….
Y en eso pensaba mientras el granadero pasaba de largo, feliz por la suerte que aquella mañana le sonrió sin saberlo.
Su rostro le pareció amorriñado y pensativo, tal vez danzando en torno a una “femme” más fina y con los pechos menos dispuestos que los de su moza.
Se quedó mirando al río que discurría pegado al camino real.
Camino que atravesaba la sierra hasta conectar con otro río más ancho y menos bravo.
Si lo seguía, con dos días de ligero trote, regresaría al pueblo.
Se levantó y dio el primer paso.
¡Boom!.
El disparo lo mandó al suelo con el rostro avizor y el dedo regresando al gatillo.
Poco más adelante, vislumbró el cuerpo desmadejado del granadero y un guerrillero de su misma partida alzando el trabuco hacia donde el se parapetaba.
- ¡Bufo cagüen Dios!. ¿Se puede saber que coño estas haciendo? – le gritó.
Y olvidando pueblo, padres y pechos de novia, se echó el rifle al hombro y ascendió al monte, para continuar echándole cara a la guerra.
Bucardo

El Mar Paciente


El Mar Paciente
La ola asusto al niño que regresó con pasitos patosos, llorando a moco tendido.
Lo cogí en brazos.
Le llevó su tiempo volver a sentirse seguro.
A mis espaldas, el maremagno de cada verano.
El gentío desplegado, peleándose por su metro cuadrado, plantando su particular sombrilla como si conquistaran Iwo Jima….el griterío de los ambulantes ofreciendo refrigerio a precio alzado…..los chillidos de vecinas de barrio reencontradas frente al Mediterráneo….la voz estridente de mi suegra exigiendo saber porque su nieto berrea…..un claxon…..la campana del salvavidas avisando de algo…..el tanga de una quinceañera…..los escupitajos descarados en un agua con más orina que sal….
Otra ola, larga y pausada, se extiende sobre la arena, estirándose lo justo hasta acariciar mis pies.
Sube graciosa, roza la pernera y se retira acobardada y juguetona.
- Ay mar….!tu si que tienes paciencia!.
Bucardo

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Doña Lucrecia


Doña Lucrecia
Doña Lucrecia dejó de pagar la mensualidad a poco de quedarse sin trabajo.
- Andamos mal de encargos.
Con esa excusa se libraron de ella y de sus lumbagos, de las horas perdidas entre colegios y pediatras y de las pagas extras que por falta de experiencia, no les cobraría la niñata a la que en su lugar contrataron.
Como la escasa beneficencia apenas alcanzaba para poner miga en la olla, tuvo que economizar, sisar de aquí y de allá, reducir peluquerías, cortados y caprichos, todo con tal de no escuchar el berreo de sus hijos.
Su marido era buen hombre.
Pero precisamente por eso, por hombre, solía alardear de testosterona cuando la nómina llegaba y arrugarse como una hoja marchita en cuanto llegaba la sequía.
Doña Lucrecia lo amaba con devoción, aunque supiera que no sería el quien le sacaría de ahogos.
Por eso y porque el casero andaba ya tras un guardia, una tarde, escuchando las mentiras de los telediarios, se le agotó la paciencia y con un “Yo no soy una criminal”, agarró las escaleras directa al economato.
Delante del expositor donde se conservaban paquetes presurizados de carne lechal, pensó en cuanto tiempo hacía que la boca de sus hijos no paladeaban el sabor de la carne.
Ni tan siquiera procuró por si la vigilaban.
Estiró el brazo y lo escondió en el bolso.
Caminando por la acera, imaginaba como haría el guiso, en si le quedaba harina para la salsa o simplemente lo adobaría con patatas.
Ni tan siquiera pensó en sentirse ladrona.
- Yo no soy una criminal.
Bucardo



lunes, 15 de septiembre de 2008

El Hilo


El Hilo
- ¡Pegas fuerte moro mierda!.
- ¡Tu también paisa cabrón! – contestó escupiendo al suelo una baba sanguinolenta.
Agotados pero retadores, empecinándose en ahuyentar la duda de su corazón y dolor de sus mentes, los dos adversarios racionaban las pocas fuerzas que les sobrevivían.
Sus caras, sudadas y amoratadas, daban fe de los muchos golpes encajados.
Las cejas, aun partidas, se les unían para demostrar que ni vivos ni muertos, cederían un gramo.
Sus puños, despellejados, permanecían cerrados como si abriéndolos, exhalaran una súplica de clemencia.
Pasara lo que pasara, de aquel redil de sangre y arena, saldría de pie solo uno.
Pero aunque ellos no lo supieran, aunque los gritos y empentones de la jauría les cubrieran el raciocinio, bajo ellos, invisible, sobrevivía para unirlos, un sutil hilo.
Y ese hilo tan solo era, el miedo que se tenían.
Bucardo

domingo, 14 de septiembre de 2008

La Última Sonrisa


La Última Sonrisa
Hacía falta estar muy desesperada o no tener nada que perder.
Sin malas conciencias ni remordimientos, la mujer alzó sobre su cabeza lo que un segundo antes protegía en su regazo y lo arrojó al vacío.
Luego lo hizo ella.
En su caída no se escucharon ruegos ni gritos.
Los que la sacaron contaban, que en su rostro vieron una sonrisa aliviada y un gesto libre de amarguras y fatigas.
- Sufrió mucho – sentenció una de las viejas que le componían el velatorio – A nadie le gusta que le nazca un hijo muerto.

Bucardo

sábado, 13 de septiembre de 2008

Las Gafas de Rino


Las Gafas de Rino
- Rino…¿me ves?.
La cuestión podría sorprendernos, teniendo en cuenta que Rino rozaba ya los once años y era su madre quien se lo preguntaba.
Pero Rino, afectado desde muy chico por una miopía injusta y galopante, estaba condenado a la peor ceguera, esa que se recrea avinagrando la miel, sin permitir distinguir algo más que una mancha borrosa de lo que se tiene justo delante de los ojos.
Madre había sufrido hasta el ahogo cada vez que su hijo le extendía las manos, tratando de palparle el propio rostro, el de su padre o hermanos para intuir cuanto menos como eran.
- Debes ser hermosa mama…..muy hermosa.
Y ella se comía los llantos para no despreciarle el halago.
Rino no era de familia rica.
En el altiplano casi nadie lo era.
De esto tan solo presumían los dueños de las saladas, los que organizaban tours para turistas gringos o los que andaban explotando minas de cobre o bolsas de petróleo.
El resto, sino buscaba pasto para las llamas, echaban sudores para el patrono.
Lo uno y lo otro evitaban las hambres pero no toleraban que se saliera de pobres.
En ese ambiente, el calor en invierno, la carne en el cocido o unas gafas, eran demasiados lujos.
Por eso Rino tuvo que acercarse hasta los once para que el padre Ricardo le encontrara unas.
El cura, era un sacerdote barbudo pero sonriente, con un aire de bestia arrinconada que sin embargo, sonsacaba su expresión más ufana y confiada cuando le agradaba la compañía y su plática.
Otra cosa era si el que tuviera de frente fuera uno de los potentados.
Entonces al padre se le arrugaban los “cejones” y lo que antes era conversación, se convertía en monosílabo.
- Usted…cura – le señalaba uno de los mandamases –….usted es de los de la liberación. Curita rojo – añadía mientras se echaba una risa sarcástica y amenazante.
A Rino le hacía gracia Ricardo.
En parte porque contaba chistes impropios de un hombre dedicado a lo santo y en parte, porque la monumental barba bajo la que se ocultaba, lo hacía fácilmente reconocible al tacto de sus manos.
- ¿Y cuantas dioptrías tiene tu chico? – preguntó a madre cuando esta acudió a la sacristía para demandarle ayuda.
- ¡Ah padrecito!....el chico no tiene un solo centavo.
- No mujer, no…me refiero cuantos grados de miopía padece.
- Bufff….pues es que nunca me explicaron como iba esto – respondía la mujer, avergonzaba de las pocas cosas que del mundo sabía.
- Despreocúpate – animaba mostrando una risa blanca entre la poblada barba – Veré que es lo que puedo terciar en la capital.
El viaje le duró tres meses, que le fueron fructíferos pues tras su regreso, puso en las manos de Rino unas gafas espantosas, de cristal grueso y montura de pasta espesa y negra, esas que se usaban cuando los Jacksons eran Five y Charlie tenía ángeles.
El padre Ricardo lo sabía, como también sabía que para sus feligreses, aquello se convertiría desde ese preciso momento, en la más preciada de sus posesiones.
- ¿Estas seguro de que quieres ponérselas? – preguntó padre cuando ya de noches, todos se agazapaban en torno al calor de las piedras donde se terminaban de asar las tortas de maíz.
- ¡No seas tonto!. ¿Cómo no se las va a poner?.
- ¿Acaso quieres que vea lo que somos?.
Madre supo comprender.
No hacía falta demasiado para hacerlo.
Apenas echar un vistazo a aquella casa, en realidad chabola, donde se malvivía mirando a un norte que les helaba más que al resto de la aldea.
Las paredes eran de chapa y cartón, las maderas recicladas, los clavos oxidados, las esquinas reforzadas de ladrillos afanados y sacos cementeros rellenos de arena y tierra.
El techo andaba ennegrecido, pues allí se cocinaba en el centro, con el riesgo que daba dejar escapar los humos por un rácano agujero.
El silencio era imposible pues las toses sustituían a la palabra cuando esta escaseaba.
Miró luego sus manos, sus cabellos, y se asustó descubriéndoselos sucios, rotos, viejos y malmetidos, mala costura hilada en base a partos, hambrunas, frío y disgusto…muchos disgustos.
Contempló a sus hijos, flacos, tristes, mal nutridos, agazapados bajo los ponchos con los que intentaban retener el escaso calor que era capaz de generar aquella piel y hueso que eran sus cuerpos.
- Mama…..- Rino la interrumpió apoyando la cabeza en su costado -….¿acaso crees que me importa?.
Bucardo


La Jubilación del Guarda Mayor


La Jubilación del Guarda Mayor

A Miguel Lafuente todavía le escocía el día que lo obligaron a jubilarse por no saber inglés.
Aquí con castellano vamos apañados. Y delante de un gabacho, entre los dos nos manejamos.
Pero al director se le taponaban las orejas cuando alguien lo contrariaba.
El director contemplaba a aquel guarda paticorto y manilargo, velludo y algo cejijunto, con la boina embutida y la expresión simiesca, que todavía necesitaba los dedos para sacar cuentas y parecía sacado de un libro de evolución humana y se convencía de que no representaba la imagen comercial que buscaba.
Y por si fuera poco, llevaba al hombro desde hacía veintiún años la cinta de guarda mayor.
¿Como se te ocurre mandarme semejante mala bestia como guía? - le abroncó el Ministro de Agricultura y cosas de la Tierra el día en que se acordó que aquella montaña existía – Por lo menos cúbrelo con un uniforme decente.
Señor...nadie conoce el monte como lo conoce Miguel. Es mi subalterno de mayor confianza.
¿Con ese olor? - preguntaba aceptando de su mujer un pañuelo con olor a esencia que le evitara el aroma a cuadra y estiércol que impregnaba el aire, las paredes y la historia del pueblo.
El guarda no le comprendía la ingratitud al ministro y su señora.
Mucho menos cuando lo llamaron a las cuatro de la madrugada para que tuviera los machos preparados ante tan importante visita.
Los cubrió con mantas nuevas y despiojadas, limpió el cuero de las sillas y se aseguró de que las bestias cagaran antes de la partida, no fuera que lo fueran a hacer delante de señores tan finos y desacostumbrados.
Finestra, su esposa, puso el pie fuera de la cama junto a el, para prepararles una cesta de embutido, pan y vino rancio a la que ni tan siquiera hicieron aprecio.
“Ni un solo bocado” - pensaba cuando se la dejaron olvidada sobre el lomo del bicho.
Y luego estaba aquel día de julio, reseco, abrasador y tormentoso, contestando preguntas de soplagaitas.....¿que árbol es ese?....¿por que baja tanta agua si estamos en verano?....anda, !si todavía queda nieve en lo alto?...¿aquí hay bichos?....
¿Como alguien alzado tan alto, era sin embargo tan tonto como para no saber de esas cosas?.
Miguel contestaba con esa sonrisa franca a medio camino de quedarse desdentada y ellos, agradecían callados y con gesto de contenerle por educación el asco.
Que no Miguel...- justificaba el director-....que ya toca. Pasas de sesenta y cinco.
A padre lo jubilamos al enterrarlo.
Andas cojeando por el reuma.....
Al abuelo nadie le quitó de marchar al puerto con la oveja. Y eso que le arrancaron una pierna cuando la de Cuba.
Tienes que disfrutar del nieto....
Al nieto me lo crían atolondrado en la ciudad. Hasta le tiene vergüenza al pueblo.
!Y no sabes hablar inglés! - gritó perdiendo la última miga de paciencia que le sobrevivía.
Un año después, Miguel se sentaba con la navaja abierta y una rama de boj que había furtiveado, entre las manos.
Daba forma sin mirar.
Forma de cuchara o de virgen, de punzón, agua, cabeza o cristo, forma de lo que fuera con tal de sacarse del alma aquella sensación de inutilidad que le socarraba su orgullo malherido.
Usted manda – claudicó en cuanto el director logró hacerle entender que no quedaba otra - Solo una cosa.
Tu dirás – al pobre parecía que le acosaba la mala conciencia.
El señor ministro....¿también habla inglés?.
Bucardo

jueves, 11 de septiembre de 2008

Notas de Desencanto


Notas de Desencanto
Cristina se fundía con su guitarra pero de su unión, tan solo se parían notas tristes.
En aquel cuartucho que los optimistas llamaban local, la clientela esforzaba el gesto intentando mostrar algo de interés cuando la verdad, era que padecían más porque el café no les perdiera calor o la cerveza no se esbafara.
Cristina cantaba con los ojos cerrados para poder engañarlos.
Y mientras las yemas dolían contra las cuerdas, imaginaba que se abría ante la admiración y que los aplausos, brotaban con menos inercia y algo más de corazón.
Había un foco, tan solo uno, y para variar, por una vez, la enfocaba a ella.
Pero las cosas buenas siempre le fueron esquivas y en cuanto volvía, agradecía que el humo de la nicotina le hiciera la cortinilla.
Devolvía la guitarra a su funda, agradecía con una ligera inclinación y regresaba a la calle con veinte euros en el bolsillo y la sensación de que la vida era lo único que derrochaba.
- ¿Ya te vas?.
- Si, voy con prisas.
Siempre iba con ellas cuando era Oscar quien preguntaba.
El muchacho y dueño no sabía como demostrarle las taquicardias.
Por eso la contrataba, por piedad, por desvelo, por el solo anhelo de tenerla cerca y que un día, ella le sonriera y no tuviera prisas.
Pero el chico andaba enamorado y por esa noche, Cristina ya soportaba demasiados desencantos.
Bucardo

miércoles, 10 de septiembre de 2008

El Cabello


El Cabello
Encontré una hebra de su pelo.
Estaba rizada, alargada, tendida donde lo estuvo ella sobre la almohada.
Partió en silencio con pasos de pluma, sin despertar ni al gato, abandonándome desnudo sobre la cama, soñando con que la noche no se acababa y lo nuestro jamás moriría con ella.
Pero cuando el sol forzó la rendija de mis persianas, abrí los ojos y, aun somnoliento, pude escuchar el grito que su cabello exhalaba.
Pelirrojo, tan teñido y falso como lo fueron las buenas intenciones cuando nos mentimos, jurando contacto cuando solo había desfogue de cuerpos.
Cerré nuevamente los ojos e incomprensiblemente angustiado, me di la vuelta.
Respire intentando retener su aroma.
Era un cocktail entre perfume, sudor y humedad de hembra.
Un aire espeso sin ninguna novedad....salvo por su cabello.
Aquel milímetro capilar me retuvo inquieto, obsesionado por no alejarme, con no espantarlo de un manotazo, reconociendo que cuando lo hiciera, definitivamente, ya no estaría con ella.
Y así pasé la mañana...acobardado por no confesar, acobardado por no reconocer, acobardado por negar a mi y a ella, que andaba enamorado.
Bucardo

domingo, 7 de septiembre de 2008

Las Llamas


La Llamas
Las llamas anduvieron hambrientas.
Antes del amanecer ya lo tenían todo bien devorado.
Rufino lo contemplaba contenido tras sus puños prietos, mezclando la impotencia del inútil con la sensación de haber desperdiciado un cuarto de vida, levantado una cima de cenizas evaporadas.
Sobre el como o el por que del fuego, todo era y sería una pregunta sin respuesta.
Una pregunta que a Rufino no le preocupaba.
Antes incluso de que la última brasa se fundiera, rumiaba sobre como conseguiría salir del embolicado.
Tras el, sin que quisiera mirarlos, no fuera que le intuyeran las retinas, andaban sus dos hijos, aun chicos, y la mujer, siempre tan tonta como beata.
Esperaban aburridos, de brazos cruzados, esperando a que el señor dispusiera para dar señales de vida.
No hubo ni amigos ni bomberos.
Los primeros existen solo para los ilusos y los segundos, allí donde hay casas ricas o presupuestos.
Pero para los pobres, o el fuego es grande como cabeza de cerilla, o lo pierdes todo.
El viento apareció y la columna de humo se dejó cortejar como un niño sin criterio.
Se alzó un polvo negro y con el, los pocos papelajos de un hogar donde la azada primaba más que las cuatro letras que se esbozaban.
Y uno de esos papelajos, agrisado, acudió meciéndose hasta llegar a los pies del Rufino que se agachó para recogerlo con la expresión creciente de quien reconoce las indirectas que le lanza la propia estrella.
Era el con el fusil al hombro, dispuesto para una guerra que no fue suya en una tierra que le pillaba algo alejada.
Tenía cara de joven, cara de iluso y crédulo, pero sobre todo cara de acojonado.
Noches de trinchera y ojo atento, procurando que lo que era sombra no fuera muerte y que se pudiera llegar vivo a la mañana y a la luz que esta les traía.
Noches bajo la manta, hambriento e iluminado con una lámpara escuálida, no fuera que el enemigo lo matara mientras lloraba, insuflando cartas a una madre desesperada.
Rufino sonrió.
Ya sabía como.
Y dando la vuelta les lanzó una sonrisa confiada e impropia, como si uno anduviera contando chistes en el funeral más cenizo.
- De peores hemos salido….¿no?.
Bucardo

sábado, 6 de septiembre de 2008

La Vieja Radio


La Vieja Radio
El coleccionista atinó su destornillador y así, trasteándole las tripas, pudo arreglar el aparato.
Entusiasmado, dio licencia a la corriente y entonó el dial hasta que los altavoces dieron luz a la palabra y esta pudo ser oída.
Pero el aparato no quería.
Era una de esas radios vetustas con cajón de madera y molde único, ideada cuando las cosas se gestaban con mimo y buena mano.
Nada de programación productiva.
Por eso el rosco acristalado y sus franjas regionales, semejaban faz, ojos, nariz y boca, como un rostro único y personalizado, lejos del útil, de lo material e inhumano.
- Esta bombilla anda medio fundida.
No eran los amperios los que fallaban, sino las ganas de sacarles energía.
La radio andaba cansada.
“Son ya demasiados años”.
Demasiados malos tragos.
La guerra del treinta y seis, el hambre, el dolor, los malos y falsos cambios, las revoluciones muertas y los anhelos amputados, las mentiras de meeting y púlpito, las libertades corrompidas, trajes de negros y utopías acorraladas, Vietnam, el sistema férreo, el más por encima del mejor, basura, peste….no hay posibilidad de escapar aun moviendo el dial.
El coleccionista la depositó en el recibidor para que sus visitas pudieran verla.
La madera, hermosa y bien pulida, la mantendría camuflada.
Pero por dentro, desearía quedarse muda, gracias a otra avería.
Bucardo

martes, 2 de septiembre de 2008

El Animal más bello del mundo


El animal más bello del mundo
Estaba perdido, agotado, rendido entre sus piernas.
Más allá de ellas, de su abrazo hundido y húmedo, no veía otra cosa que la oscuridad de un día que parecía concentrar toda su energía sobre ella.
Mortalmente atraído, como una luciérnaga estival rondando consciente la mortalidad de la bombilla, aquella luminosidad me obligaba al sacrificio, a morir como macho de amantis, decapitado por un solo segundo de placer, feneciendo feliz…pero entre sus piernas.
Ava era mala, si, mala, pero no conozco a nadie que no la adorara.
Ella era tan perpetua como yo mortal, ella era el todo de sus caderas, de sus mordiscos en el lóbulo, de su inglés soez e incomprensible y de sus orgasmos, encadenados uno detrás de otro.
Insaciable y reina.
Suerte de mi mañana gris, suerte de mi monotonía, del beso frío a una esposa con rulos y batín, de la caricia a los niños de azul con cartera de cuero, del paseo en quince minutos hasta el bar que le hacía escolta y servicio a los empleados de la correduría.
Un café largo y el ABC, anunciando el inicio de un nuevo rodaje donde el Cid de cruz y hierro, se reconvertía en vaquero con cincuenta y cinco días por delante para conocer Pekín.
Primera portada.
Algo de luz en mi España sobrada de porras y rejas, donde el pan era menos harina que agua con paja.
En páginas interiores, para aminorar escándalos y desmayos de beata, estaba Ava con su mirada felina, vistiendo un escote imperial sobre el que su cuello se deslizaba desde aquella raíz de senos menos intuidos que mostrados.
Aun en el blanco y negro, nadie que subiera la cremallera, podía evitar el derroche de tiempo que suponía soñar con el imposible deseo.
Pestañeé para cambiar de hoja.
Y entonces pude verla.
Sentada tras sus gafas de sol, bajo un peinado perfecto, ausente de la bronca matinal entre quienes no llegan a fichar y los que desean no llegar nunca, la tez le era traicioneramente blanquecina, alejada del moreno aceitunero que en Madrid, reinaba entre tanta emigrante de provincias.
Supe que era ella.
Supe que era Ava.
Y el café se enfrió mientras mareaba la cuchara.
Y Ava que era menos humana que gata, puso los ojos sobre la presa, descubrió su camuflaje, camino sin ruido entre camareros agobiados y cortinas de nicotina para sentarse a mi vera de acojonado con expresión de niña caprichosa pero sobrada.
- Your coffee is cold – dijo mientras sacaba una pitillera y yo maldecía haber abandonado el vicio apenas un mes antes – Maybe could we make anything about it?.

Bucardo