jueves, 11 de septiembre de 2008

Notas de Desencanto


Notas de Desencanto
Cristina se fundía con su guitarra pero de su unión, tan solo se parían notas tristes.
En aquel cuartucho que los optimistas llamaban local, la clientela esforzaba el gesto intentando mostrar algo de interés cuando la verdad, era que padecían más porque el café no les perdiera calor o la cerveza no se esbafara.
Cristina cantaba con los ojos cerrados para poder engañarlos.
Y mientras las yemas dolían contra las cuerdas, imaginaba que se abría ante la admiración y que los aplausos, brotaban con menos inercia y algo más de corazón.
Había un foco, tan solo uno, y para variar, por una vez, la enfocaba a ella.
Pero las cosas buenas siempre le fueron esquivas y en cuanto volvía, agradecía que el humo de la nicotina le hiciera la cortinilla.
Devolvía la guitarra a su funda, agradecía con una ligera inclinación y regresaba a la calle con veinte euros en el bolsillo y la sensación de que la vida era lo único que derrochaba.
- ¿Ya te vas?.
- Si, voy con prisas.
Siempre iba con ellas cuando era Oscar quien preguntaba.
El muchacho y dueño no sabía como demostrarle las taquicardias.
Por eso la contrataba, por piedad, por desvelo, por el solo anhelo de tenerla cerca y que un día, ella le sonriera y no tuviera prisas.
Pero el chico andaba enamorado y por esa noche, Cristina ya soportaba demasiados desencantos.
Bucardo

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