sábado, 13 de septiembre de 2008

La Jubilación del Guarda Mayor


La Jubilación del Guarda Mayor

A Miguel Lafuente todavía le escocía el día que lo obligaron a jubilarse por no saber inglés.
Aquí con castellano vamos apañados. Y delante de un gabacho, entre los dos nos manejamos.
Pero al director se le taponaban las orejas cuando alguien lo contrariaba.
El director contemplaba a aquel guarda paticorto y manilargo, velludo y algo cejijunto, con la boina embutida y la expresión simiesca, que todavía necesitaba los dedos para sacar cuentas y parecía sacado de un libro de evolución humana y se convencía de que no representaba la imagen comercial que buscaba.
Y por si fuera poco, llevaba al hombro desde hacía veintiún años la cinta de guarda mayor.
¿Como se te ocurre mandarme semejante mala bestia como guía? - le abroncó el Ministro de Agricultura y cosas de la Tierra el día en que se acordó que aquella montaña existía – Por lo menos cúbrelo con un uniforme decente.
Señor...nadie conoce el monte como lo conoce Miguel. Es mi subalterno de mayor confianza.
¿Con ese olor? - preguntaba aceptando de su mujer un pañuelo con olor a esencia que le evitara el aroma a cuadra y estiércol que impregnaba el aire, las paredes y la historia del pueblo.
El guarda no le comprendía la ingratitud al ministro y su señora.
Mucho menos cuando lo llamaron a las cuatro de la madrugada para que tuviera los machos preparados ante tan importante visita.
Los cubrió con mantas nuevas y despiojadas, limpió el cuero de las sillas y se aseguró de que las bestias cagaran antes de la partida, no fuera que lo fueran a hacer delante de señores tan finos y desacostumbrados.
Finestra, su esposa, puso el pie fuera de la cama junto a el, para prepararles una cesta de embutido, pan y vino rancio a la que ni tan siquiera hicieron aprecio.
“Ni un solo bocado” - pensaba cuando se la dejaron olvidada sobre el lomo del bicho.
Y luego estaba aquel día de julio, reseco, abrasador y tormentoso, contestando preguntas de soplagaitas.....¿que árbol es ese?....¿por que baja tanta agua si estamos en verano?....anda, !si todavía queda nieve en lo alto?...¿aquí hay bichos?....
¿Como alguien alzado tan alto, era sin embargo tan tonto como para no saber de esas cosas?.
Miguel contestaba con esa sonrisa franca a medio camino de quedarse desdentada y ellos, agradecían callados y con gesto de contenerle por educación el asco.
Que no Miguel...- justificaba el director-....que ya toca. Pasas de sesenta y cinco.
A padre lo jubilamos al enterrarlo.
Andas cojeando por el reuma.....
Al abuelo nadie le quitó de marchar al puerto con la oveja. Y eso que le arrancaron una pierna cuando la de Cuba.
Tienes que disfrutar del nieto....
Al nieto me lo crían atolondrado en la ciudad. Hasta le tiene vergüenza al pueblo.
!Y no sabes hablar inglés! - gritó perdiendo la última miga de paciencia que le sobrevivía.
Un año después, Miguel se sentaba con la navaja abierta y una rama de boj que había furtiveado, entre las manos.
Daba forma sin mirar.
Forma de cuchara o de virgen, de punzón, agua, cabeza o cristo, forma de lo que fuera con tal de sacarse del alma aquella sensación de inutilidad que le socarraba su orgullo malherido.
Usted manda – claudicó en cuanto el director logró hacerle entender que no quedaba otra - Solo una cosa.
Tu dirás – al pobre parecía que le acosaba la mala conciencia.
El señor ministro....¿también habla inglés?.
Bucardo

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