domingo, 30 de septiembre de 2007

Adios Ebro


Adios Ebro
El Ebro....el de los dos mil y pico de años...sufría los postreros alardes de un estío en toque de retreta mientras asomaban ya por la tierra de los olvidados Cocorotas, las primeras nubes, atlánticas, otoñales y rebosantes que saciarían la sed que desde hacía meses lo sometía.
El Ebro había ido poco a poco, administrando ávaro la reserva de sangre en gota que le daba vida, del agua tormentosa, del agua de deshielo, del agua soterrada, del agua aun emponzoñada, que se escapaba de las cloacas de esas misma urbes que para no verlo putrefacto, le miraban con la espalda......mientras le regalaban caca.
Y el Ebro...el de los dos mil y pico de años....todo lo soportaba, aun tosiendo enfermo, moribundo, herido, casi muerto....muerto por todos los que de el solo su savia ambicionaban, los que pretendían usurparla, los que afirmaban cínicos que la defendían para luego arañarla, dragarla y decir que por ser hombres de corbata, podían engañar al mismos Dios y a la naturaleza de donde ese mismo río manaba.
Pero lejos estaba de ser así y el Ebro, el de los dos mil y pico de años, reía discreto, entre dientes, sabiendo que la revancha seguro le llegaría, si bien algo de pena sentía por ello, cuando entregara el alma, cuando la última de sus gotas se secara y los hombres, tercamente ciegos hasta que no estampan el muro contra la cara, se dieran cuenta que de quedarles....ya no les quedaba nada.
Era quince de junio, de mañanas, junio del noveno año desde que el milenio comenzara.
- ¿Que le ha pasau al río mañooooo?.
Fieles a su cita con la solana, los jubilados, finiquitadas las obras que ahora permanecían al otro lado, sobre los meandros, acumulando polvo, desidia y falta de ideas que las revitalizaran, sin gruas a las que dictar posición ni obreros a los que criticar el esfuerzo, aunaban ahora todo su largo tiempo y escasa pitera, socavando con la mirada el paseo del Ebro.
- Mira que no veía cosa igual.....- y en el esfuerzo dejaba la sesera, tratando por hacer memoria, recordar alguna vez que su padre o su abuelo le hablara de la mocedad, de los tiempos de Alfonso Decimo Tercero, de algún agosto en que el Ebro se cruzara de guijarro en guijarro sin tan siquiera llegar a rozar una sola gota de agua-.....Nada "chiqué"...que no me viene cosa a la cabeza.
Los niños en tropel, salvaban la retama para acercarse a la ribera, allí donde unos meses antes ni se dejaban ver de puro miedo....miedo al agua que bajaba teñida como el chocolate, con olor a pútrido e infecto pero que ahora, perdido todo respeto, la retaban cruzándola hasta en medio.
Y al otro lado que hubieran pasado de no ser porque sus madres, angustiadas como toda madre, los llamaban, temerosas de que aquello tuviera algo que ver con truco, broma o guión de cine....creyendo que de repente, como en los Diez Mandamientos, les iba a salir un Charlon Heston que les hiciera a ellas alegrárseles algo más que la cara y al Ebro, recuperar los bríos y hacer que las malas aguas bajaran de sopetón y con mala leche, reclamando el antiguo lecho.
Pero el elemento andaba tan ausente, como mala virgen ceñía a diaro las piedras del Pilar con el puñetero Cierzo.
El Ebro....el Ebro se estaba muriendo.
- ¿Y ahora que le vamos a decir al electorado? - rumiaba nervioso el alcalde, oculto tras las tintadas ventanas del despacho, aislado de la plebe, atisbando en furtiva ojeada lo que apenas unas semanas antes eran un río bien dispuesto - Por Dios - juntaba las manos - que en menos de un año tengo que ponerme a repartir besos.
- Hemos llamado a Tudela, Logroño y Miranda pero en todas nos dicen lo mismo....que el Ebro se les ha secado, que de barbos no queda uno sano, que a los puentes les ven los cimientos y la gente empieza a mirarlos con cara de espanto.
- Pero este año....¿llovió algo en el Pirineo?- preguntaban los bachilleres....ahora llamados ESOS...que habían dejado plantada a la pizarra para ver de cerca la agonía del Ebro.
- Apenas pude estrenar el mono este invierno - se quejaba otro con todo lo no carnal pulido en "fashion" - ....mejor habría hecho comiendo bocadillos con la hierba que asomaba bajo el hielo.
Bajo las piedras, a tres o cuatro metros, sintiendo por primera vez que la ciudad ya no le ofrecía nuca y espalda, sino que lo contemplaba con ese rostro de niño malo, temeroso de reconocer la trastada que había hecho, el Ebro....el de los dos mil y pico de años....se reía aun a punto de entregar la última gota que le perteniera.
Las demás se fueron quedando....regando huertas donde la tierra manda secano, saturando las casas de grifos a destajo, manteniendo verde lo que la vetusta Iberia siempre vio marrón bien claro, succionada por lo saturado, dándole capricho a los que siempre gustan de cobrar bien caro, retenida por el cemento, emponzoñada por lo que en el solo vieron, la solución a un problema que sobre su espalda arrojaban para que se lo llevara bien lejos.
Fue esa la mañana en la que murió el Ebro.
Ni los viejos, ni los niños, ni sus madres, ni los ESOS o por supuesto el alcalde, ese mucho menos que nadie, llegaron a comprenderlo.
- Pero si navegamos hace apenas un verano bajo el puente de piedra. - lamentaba el edil como quien llora la muerte del abuelo nonagenario al que se le recuera echándo el guiñote en el bar del barrio.
- Tendremos que hablar con los gabachos...ejem...- corrigió - ....a los franceses....pedirle perdón por lo de Agustina....a lo mejor así logramos que nos manden el Ródano en garrafas.
- ¿Garrafas eh? - rumió el primero entre iguales - a lo mejor mi primo el cantarero puede sacarle en algo tajada....¿como se dice en francés señor?.
- "Monsieur" señor alcalde.


Bucardo


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El Avance


El Avance
Recio, pulcro y marcial, el batallón aguantaba masocamente firme ante la que le estaba cayendo.
Eran las doce en punto, sol cociendo sobre la calva, cuando la caballería volvió grupas con los espadones ensangrentados, las banderas trituradas y más de la mitad de sus monturas enloquecidas y en solitario.
El general ordenó que el décimo quinto desplegara banderas y avanzara.
- Sobre esa cima – señaló con prudente distancia, la que marcaba el tiro artillero, sobre un mapa, el mapa sobre una mesa y sobre ella todo el atrezzo de la batalla, del galón y guerra….listados de tropa, disposiciones de fuerzas, telescopios, cálculos de tiros, las órdenes de una corona ausente, los mensajes de los espías y las dos o tres medallas – A paso lento y pulcro…para impresionar a las del adversario.
Cuando el jinete con el correo entre la faja, llegó a la vera del capitán, haciéndole entrega de la nota, los hombres hicieron ofrenda de nervios, mirándose de soslayo entre ellos, sin perder la galantería ni la compostura…lo cual viene a ser lo mismo que cagándose de miedo pero sin mostrarlo, pues la infantería era ducha en morir con la sonrisa en los labios y los pantalones bien manchados.
El capitán, un oficial que llevaba a cuenta de cicatrices, desde la ceja hasta la entrepierna, todas las batallas en las que había tenido que relacionar la carne con la bala, miró a la tropa con cara compungida, esa que suelen poner quienes se disgustan por tener que acatar lo que la experiencia le dice que es una solemne locura, una gigantesca payasada.
- Esto nos saldrá caro – susurró sin que ni siquiera el tambor lo escuchara.
El tambor, un recental era, por costumbres de la Armada, un hijo de sargento, muerto un año atrás, al que por ser huérfano por todos los lados, se lo trajeron del pueblo para ver si tocando el cuero podía ganarse el pan antes de que lo mataran.
En las guerras no queda alma ni resuello y los tiradores, ajenos y propios, bien sabían que abatiendo al tambor, por chaval que este fuera, las órdenes se entorpecían y si se hacía lo propio con el capitán…pues ya nadie mandaba.
- ¡Venga! – ordenó – ¡Banderas en alto, toque de avance en marcha, calad bayonetas, santiguaos y para adelante!…..que sea lo que Dios quiera – añadió, por lo bajo claro, pues los soldados son como el marinero, muy prevenidos ante la moral del oficial, muy duchos en interpretar cualquier presagio como funesto.
Y así marcharon, con el paso lento aunque tieso, atisbando a lo lejos, el parapeto donde los aceros enemigos se recargaban…..los artilleros sacando brillo al interior de las piezas, metiendo la carga de pólvora, luego la bala, enganchando la mecha por la retaguardia hasta que con dance rítmico y mortal, la batería entera, doce piezas en sonido de una sola, exhalaban el humo blanco y luego la bala, que de lenta se veía venir con tiempo de sobras para poder evitarla.
Pero los tiempos eran de honor ciego, de honor tan inútil como estúpido y no era bien visto por el general, el que los hombres se apartaran ante la bala del contrario y las banderas deshonraran, por algo tan nimio como es intentar salvar el pellejo.
Todo el peso de la rociada les cayó a los de la tercera.
El capitán tan solo giró la cabeza para ver si los vacíos que quedaban eran copados por una apática cuarta que por ser la menos novata, sabía bien que significaba dar ese paso de más hacia la avanzada.
Luego vino una segunda, tercera y la cuarta, dada cuando ya se intercalaba entre el batallón y los artilleros, varias compañías de infantes enemigos al tiempo que los cañones dejaban de acaparar balas para alimentarse con bolsas repletas de clavos, de esquirlas, de la metralla que disparada a menos de cincuenta metros actuaba como guadaña, segando a ciegas como si de junio y simple hierba se tratara.
- ¡Cerrad filas ostias!
A cada paso las figuras, en principio difuminadas, de la enemiga infantería se fueron tornando rostros, tan enrojecidos, negros y sudados como los suyos, tan acojonados, con tan pocas ganas como las de aquellos a los que apuntaban….primera fila rodilla en tierra, segunda abriendo espacios para que la tercera asomara por el hueco la boquilla negra de sus escopetones….y luego un oficial, tan capitán como el propio, que desenvaina la espada y ordena, en lengua extraña pero comprensible para los que matar es oficio conocido, que echen el arma a la cara……
La descarga se vomitó perfectamente sincronizada y el silbar de las balas los rodeó, salpicado su zumbido por el impacto seco sobre los cuerpos, ensangrentado los vistosos uniformes, resquebrajando vidas, astillando huesos, abatiendo a los hombres, quienes caían por la pura inercia de quien sabe toda la mierda que le espera.
Gritos para los más aterrorizados, un pulcro gemido, el exhalar asfixiado de quien tiene el pulmón atravesado, el caer plomizo, seco de ese que no se entera pues tiene la cabeza atravesada y las filas de atrás que se ven apaleadas por el palo del sargento, exhortando al patriotismo de la zurra cuando el amor a la bandera agoniza tanto como lo hacen los cuerpos.
- ¡Gran maniobra mi general!.
- Ahora solo falta asegurar el avance con una estratagema en cinta de la infantería ligera………- y a medida que el discurso se derramaba, iban surgiendo de la batalla, a media falda, los primeros camilleros, exhaustos por el trote bajo el fuego, desesperados mientras veían al herido desangrado, al que luego tienen que abandonar, ya muerto, a los mismos pies del general, sacrificio ante el ídolo de quien para escribir su nombre en los libros de historia, ordena al desconocido que por el muera.
Y mientras el avance continuaba, los tiros pierden uniformidad, se espacian y las bayonetas beben sangre contraria……hombres que esputan, vomitan, mueren y maldicen, se sujetan las entrañas y se mean cuando sienten que la muerte se les clava…..hombres que se matan, hombres que se aferran a la cabeza suplicando porque se acabe, hombres que se hacen los muertos para seguir vivos, hombres que sujetan la bandera que su portador dejó al caer con la espalda atravesada por la pica del sargento y el sargento hizo lo propio cuando se le metió por el ojo la bala de un granadero y el granadero por la rociada a bocajarro de un cabo y el cabo sintió la punzada del acero en el estómago proporcionada por un púber soldado de esos que aun creen en la utilidad de las guerras.
- ¡Adelante! ¡Adelante compañeros! – se desgatiña hasta caer descabezado por el golpe de metralla que les lanzan los artilleros.
Al principio, el coronel al mando de la batería se ha quedado mudo, mirando al enlace con cara entre irascible y extrañado.
Luego ha comprendido que el pobre no tenía culpa de tener que traer semejantes nuevas ante la primera línea….exhortaciones a la estupidez de unos mandos tan altos como alejados.
Cuando las primeras balas del enemigo le pasaron rozando y alguna tumbó a los mozos que sirven sus piezas e incluso a un caballo que cayó a plomo sobre la hierba y ha estado chillando dolorido, coceando hasta que un piadoso le ha soltado un tiro sobre la testa, comprendió que la posición estaba perdida y que perdida esta, tocaba retirada y la retirada suponía deshonra del general que ordena y manda…
- Este hijo de la gran puta – susurraba - ¡Cargad metralla y soltadla!.
- Mi coronel – objeta un teniente de obuses – Están cuerpo a cuerpo….la rociada no distinguirá rojos de azules.
- Son ordenes – responde tragando bilis, polvora y rabia.
Allá sobre la colina, ambos generales se deleitan contemplando.
El de azul atisba como su décimo quinto anda al tiento de conseguir plantar las banderas sobre la cima y abrir con ellos los caminos al corazón del enemigo….el de rojo se desespera viendo como el suelo se le llena de los suyos y con ellos pierde otro galón sobre la casaca.
Ordena a la desesperada.
La descarga suena seca y cuando el humo se difumina, el coronel, sable en mano, ya no manda darle más de comer a las bocas…..no queda cosa sobre la que soltarla.
Sobre el campo quedan los movimientos tétricos del herido, de los cientos de heridos, los lamentos, los miembros arrancados de cuajo, la sangre, algún soldado sentado consolando al compañero muerto o prometiendo imposibles a los que están por hacerlo….supervivientes que ya no ven al enemigo sino que deambulan, unos entre otros, mezclados, como fantasmas en pena tratando de recuperar el cuerpo…..no queda nada del batallón, ni de las compañías de infantes, ni del capitán o el tambor….tan solo doce fríos cañones, apuntando a lo que se les venía encima, disipado y frío como la escarcha.
- ¡Magnífico! – exhala el general - ¡Ha sido un gran ataque!...¿no creen?.
- ¡Magnífico! – exhala el otro - ¡Ha sido una gran defensa!....¿no creen?.
Y ordenan ambos, colina enfrente de otra, que se descorche vino del año para celebrar su gran victoria.


Bucardo


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sábado, 29 de septiembre de 2007

La vi venir.....


La vi venir....
Al verla a través de la lluvia, la verdad, no hice gesto, ademán, señal o intención por evitarla.
El agua caía en gotas, gordas, reventadas, bien espesas y bajo su radio de acción, no existía criatura, vegetal, animal o vulgar piedra, a la que no empapara cada micra de sus células, cada reducto de sus cromosomas, estuvieran estos vivos, inertes o pétreos.
Confesando en mis silencios, cerrando los ojos para no verlo, habría dado tiempo de sobras para evitarlo con un sencillo paso a diestra o zurda, para parapetarme detrás de un malecón mohoso, buscar el cobijo de la acera o sencillamente, hacerme sentir con alguna señal o grito, hacer ver a lo que se avalanzaba que alguien o algo vivo se ocultaba tras los límites de los focos.
Pero me quedé allí....tieso.
Se y de no haber sido así estas letras no surgirían, que en el último segundo, los reflejos del anónimo conductor, hicieron de más ante la inercia a mi sujeta y que el deseo o la ausencia ante la vida, mi vida, no consiguió lo que el miedo siempre evita, tan solo porque una reacción, nerviosamente asida a la hidráulica del volante y el juramento a posteriori de quien se pensaba tan solo como la misma mierda fresca....lo evitaron....allí, sobre la carretera.
Luegó lo busqué....el malecón....y aunque llover seguía lloviendo, segundos, minutos e incluso horas después de evitarla.....seguía allí sentado, con el paraguas abierto más en paro y el reflejo del puro empapo supurando agua por todos los agujeros de la vestimenta.
Pensaba en el por que.
Me parieron con naturaleza temblona.
Si siempre era de los que primero corrían cuando las veía más que amarillas...negras...del parvulario a la facultad, de la facultad a la puñetera mili sin guerra...en todo sitio no costaba mucho, andrógino defecto, el tildarme como afeminado, más no por ser flauta mi voz u ofrecer ademán de presentador achispado del cotorreo en doble "b"...."b" de burdo y barato.
El defecto, el mío, fue sencillamente que de haber podido, hubiera preferido más que pasar desapercibido, escribir de la noche al día y no abrir la boca más que para decir que amaba estar callado.
Y a la altura de los años, apenas sobrepasados los treinta y unos cuantos, la vida resultaba aburrida....puro hartazgo....hastiado engatusamiento que alguien inventa para que pases por ella creyendo que se es más que la propia sobmra por eso de aparentar los números a la derecha, la mirada puesta en el botón de la pura prepotencia y aire de comprar más caro por el puro capricho de atesorar....sin necesitarlo.
Y a los demás...que los jodan vivos...que si nacieron pobres, ciegos o sin un brazo....así se las compongan, así se las traigan, que en el mundo de los perfectos, no queda sitio para los que no saben forzar la sonrisa o nacieron tristes o simplemente tarados.
Ya se sabe.
Cuando la vida sin chispa no surge o se torna aburrida, más tan temprano, uno le pierde la gana a todo lo que, siendo recental, apenas varios cromosomas de retina abierta oteando curiosa lo que le espera, como hacen los cachorros de cualquier especie destetados, le desbordaban con la misma facilidad que la ubre repleta sobre un cuenco vacío...ansioso por dejarse llenar......un partido rodado por los descampados, con cuatro piedra por portería y las culebras de agua como asustadizo arbitro.....una fuga al río, una escapada ilusa para tirarles piedrecillas planas a las truchas, evitando las miradas de esas vecinas cotillas dispuestas a exagerar el cuento ante la madre....la primera de esas miradas...si, de esas que cuando surgen, la segunda se siente menos sabrosa pues primera solo hay una y esto solo se descubre, para los dolores, en el atisbo de la segunda.....el regazo....la lactancia de la vida despreocupada...el tañir de una campana....el recreo....y es mañana, no una cualquiera, esa en la que despertando, descubres que es la primera en la que no estas solo en la cama....las ilusiones aun brutas, firmes, duras.....marmóleas y no desgastadas.
¿Por que no corrí.....por que quedé firme?....acojonado por la misma desgana de quien se ha entregado....como los viejos cántrabros al tejo.....como los ñues al león.....como la inteligencia innata ante el asedio del estupidiario general que no asola.
Muerto el perro.....¿alguien lo habría llorado?


Bucardo


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El dilema del Pene


El dilema del Pene
Aguijoneada por los tacones, vapuleada por el ceñido talle, agobiada por la espesura del maquillaje y la desagradable sensación de sentir como el sudor resbalaba de la primera vértebra hasta la curvatura del coxis, Elena dejó caer sonrisa y compostura en cuanto sintió cerrarse a sus espaldas, la puerta, numerada, 110, del Hotel donde se alojaba.
La habitación, una de tantas, demasiadas, a las que inevitablemente convertía en refugio, el suyo exclusivo, cada vez que se veía en el trauma de asistir a otro Congreso de Abogacía, estaba pulcramente desordenada, devotamente revuelta, impresa en esa manía que tienen aquellos que, como ella, piensan que entre cuatro paredes y sin cámaras, uno puede correr el rimel de la cara, rasgar las medias, tirar un zapato a diestra y otro a la zurda o sencillamente, ventosear la aerofagia sin hacer desmerecimiento a jefes y clientes.
“Mañana….·- pensaba frotándose los ojos, cansados de sostener la mirada, de aparentar seguridad y conocimiento ante los mamotretos en letra Biblia que la saturaban...reformas penales y decretos ley, acuerdos legales y moratorias, concordias, preceptos y prescripciones.
Mañana, el polífono Bisbal la arrancaría de la cama como anzuelo de sedal a trucha.
Sería pronto.
Antes de lo que le correspondía a sus compañeros de diploma, que no de género, por eso de que por obligación de desfilar más que andar, una debe aparentar en cada peldaño mucho más que quienes solo se bajan la bragueta ante la porcelana del retrete.
Ella….ellas, necesitaban de alargar hora y minutero al día, robarle tiempo a Cronos o al puto sueño si lo que querían eran ocultar unas ojeras que en los hombres eran símbolo de trabajo a deshora y en las mujeres de nocturna juerga....para ofrecer unos labios sugerentes y femeninos cuando a ellos se les permitía que a través de ellos, escapara el aliento efluvio de un Baco desaforado....para ocultar tras la seda, el hartazgo de unas piernas saturadas de agujetas y potenciales varices que a ellos les deben semejar siempre objeto lujurioso mientras las suyas se tapan bajo la tela de un Armani capaz de ahogar carteras, evitando dar luz a la flacidez de los muslos.
Elena se sentía en el dilema de teclear el número, el que la conectaba con su hijo y el marido que hacía de la paciencia bandera de combate, o asumir que los expedientes se le acumulaban sobre el escritorio en nogal pulido….expedientes que mañana entre café y croissant a la carrera, tendría que entregar al jefe y su jefe al jefe de este hasta alcanzar un primer grado donde todo eran penes y ella, soterrada bajo el anónimo de los nombres, convenientemente ocultados, ausente de los agradecimientos, olvidada bajo el peso de las horas en deshora que no repercuten ni en salario ni en la autoestima.
“Mañana….”.
Le habían dicho de cenar en empresa, lo cual no viene a ser otra cosa que una reunión de amigos, donde los primeros cogñacs, regados en el abrevadero de la copa ancha y el hígado voraz, hunden la temática laboral bajo el peso de la dialéctica futbolera a la que ella, por caer en divina gracia, a terminado por sacar tajada, memorizando fichajes, remates, resultados y ascensos al mismo ritmo con que lucha por hacer comprender a sus clientes, encorbatados, estirados, de mirada firme y VISA dispuesta, que tiene las convicciones tan firmes como la tersura de sus pechos….si, esos mismos pechos donde dirigen iris y erecciones, pacientemente soportadas.
Por suerte hubo una llamada, una ausencia, una cita cuando no se debía, una de tantas, en las que el jefe buscaba amparo con el que escaparse, una vez más, a los brazos de las putas lujosas que la tarjeta de empresa pagaba, racaneando con las auditorías frente a los gastos inesperados, con la subida salarial o los costes extras.
Ahora el hombre, ajado, canoso, con el cuerpo astillado, enjuto, deprimido, trataría de intentar encontrar el último legajo de una masculinidad desde la Transición marchita, entre las piernas abiertas y el gemido forzado de alguna rumana que con los ojos cerrados, intentaría recordar las bocas que su pasión teatrera alimentaba.
Y ella se asqueaba, dolida en su rostro por la sonrisa forzada, en su cabeza por la mente agobiada, en el alma por el hijo que la veía con los ojos medio dormidos, tratando de no incordiarle el sueño mientras una vez más, tocaba discutir por los horarios incomprendidos, por las sospechas de infidelidades o la ausencia de un matrimonio más muerto que dormido.
“Es el precio” – continuaba mientras sentía como su cuerpo se fundía con el colchón – “Caro….muy caro”.
De haber nacido “Eleno”, sus prolongados papeleos se tornarían en tasca y tapeo, sin justificaciones ni mayores….de haber nacido “Eleno”, su repertorio de maleta en inagotable viaje, carecería del atrezzo para aderezo, del festival de potingue facial vario a la que una se obliga porque le obligan….de haber nacido “Eleno” sus bravuconadas serían reídas, no tenídas por mal gusto, sus presunción como capacidad para la decisión y no como invitación para la cohabitación y su sueldo….nunca discutible bajo la negra cadena de la edad fértil….que jamás le aupará la nómina cuando la naturaleza le reclame sitio al tampón pues para entonces, las habrá más jóvenes, mas inglesas, lozanas y dispuestas……siempre dispuestas
Y a Elena todo se le hacía un enigma.
El enigma del cigoto que la eligió “ella” en lugar de “el, el enigma del andrógino mundo que la rodeaba, que la obligaba, irónicamente jodido, a ser cada día más femenina si lo que quería, y ostias si lo quería, salir triunfante por la pasarela en un sistema diseñado a obra y medida del pene.
“Si…un pene” – pensó para ella mientras cubría las retinas resecas con sus párpados de pega.
“Lo único que necesito es un puñetero y duro pene”.
Tras lo cual sencillamente, se durmió sin atender negocio ni familia.

Bucardo


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domingo, 16 de septiembre de 2007

"1978DRJ"


"1978DRJ"
La cosa fue tornando, claro a oscuro, a medida que pasó de puntual putada a parte del crispado ritual matutino.
Atizado el café, ojeras prietas, estómago vacío y el cuerpo enteramente agotado, hasta en sus últimas pestañas por el sueño sometido, bajaba a la cripta que algunos llaman aparcamiento y llegando a la vera del Citroen, metída la llave en su ranura, atisbaba a su vera, la matrícula..."1978DRJ" arrancada con mimo y abandonada con cierta delicadeza, apoyada junto a la rueda trasera izquierda.
Con la diligencia y el estoicismo al punto del desequilibrio, la recogía, previniéndose de multas y malos tientos al disponerla en el estante interior trasero para conducir los treinta minutos que le separaban del oficio sin que la Benemérita o la azulada lo pararan para comprobar que no se trataba de un caco haciendo horas extras.
A la primera pensó en los enganches, tan lánguidos y oxidados como los noventa caballos asmáticos del envejecido vehículo, habían por fin expirado y que algún alma de buenas miras, la habría recogido y dispuesto decorosamente junto a la rueda para que no se perdiera, para que se diera cuenta.
El incordio no supuso más que un cuarto de hora en un taller saturado de maquinaria griposa, un rato de menos para masticar y azucarar el café, ganando tiempo al gimnasio solazándose con un fugaz..."te quiero"....a la mujer que le entraba por la puerta con el uniforme sucio puesto, arrugado en un rostro cansino de quien sujeta en una manos los informes de la jornada y en la otra la compra de un Sabeco que pronto deberá convertir en cena.
Sin embargo, al transcurrir de tres madrugones, tan cansinos y agotadores como siempre eran, coronados por la cereza sobre la nata que suponía el inmisericorde calor de agosto, volvió a encontrársela tan arrancada, respetada y esmeradamente dispuesta a la vera de su rueda trasera.
"La habrá colocado mal" - pensaba, tratando como en el solía ser costumbre, de engañar las cuestas, aminorándolas aun sabiendo lo que el mismo viera...que Luisma era el mecanico, oronda barriga, buen amigo y que le había puesto remaches del ocho en lugar del cinco, asegurando, todos los del gremio suelen hacer iguales promesas, que ni con el peor bombardeo artillero, lograrían echarle abajo las tres letras, los cuatro número.
- No se te cantea ni en un desfile de tanques - alardeaba.
Pero con la tercera, misma madrugada, misma matrícula, mismas trazas sobre la misma rueda, con la paciencia agotada, respiración honda y los nervios que sin cafeina se despiertan, quinta visita al mecánico, décimo remache y acudir en busca de favor, ante los bigotes mal cuidados del portero.
Crespo era un hombre al que algunos evitaban por negro.
Negro era lo mismo que oculto....y oculto era ese mismo bigote que crecía espeso tratando de camuflar a la vista la cicatriz que le bajaba desde la base nasal hasta la boca...herida frecuentre entre aquellos que idean turbios negocios con aquello que no se debe y con quienes nunca dejan nada a deber.
Su Fiat, un coche rojo y siempre polvoriento, solía aparcar frente al suyo.
Aquello lo convertía en ideal, estratégico, bien dispuesto para sacarle el jugo a la grabadora digital, regalo de unos suegros que le festejaron así los cuarenta y tantos y que se quedó olvidada entre los libros huecos, no porque le disgustara, sino porque las instrucciones eran letra fina en hoja gruesa y uno nunca encontraba excusa, gana y tiempo para leerlo.
Así, batería recargada, medianoche, dejaron la trampa dispuesta justo tras la trasera de un dálmata en cartón piedra, una horterada de cuello temblón que Crespo compró en Benidorm para cuando marchó a unas vacaciones que no eran con una mujer que tampoco.
De mañanas, aun somnoliento, sonrió a eso de las seis y cuarto, con el tiempo preso en sus pies acelerados, viendo a su diestra la matrícula falsamente hurtada y la lucecita roja de la cámara, indicando que algo quedaba en su retina digital...grabado, listo y preso.
Retornado del trabajo, dejó la carpeta sobre la mesa y, librándose del opresivo americano de la corbata, se tumbó en toda su largura sobre una cama presta, donde la mujer le había regalado poema y promesa de regresar lo más pronto que pudiera de sus clases de guitarra para cenar oliéndose los ojos para vencer luego el cansancio, recordándose el uno al otro que aun con los años, siempre pueden encontrarse razones para no dejarse el deseo olvidado en el cajón cerrado del..."ya nos hemos visto".
Se acordó de la cámara....llamó a Crespo.
El portero no era persona a la que bien se quisiera pero ante los favores prestados, mejor era tenerlo con el mejor posible de los tratos....no fuera que ocurriera lo que ya había acontecido...que a uno se le fundan los plomos a las cinco de la mañana, que la calefacción se le estropee en plena invernada o que el agua caliente, casualidades putas de la vida, vaya a venirse abajo a poco de no responder al saludo del portero cuando entras sudado del gimnasio.
Juntos se sirvieron la cerveza, juntos tardaron lo suyo en averiguar la combinación de cables que relacionaran ordenador con cámara y juntos descubrieron como el Erminio, el vecino del cuarto derecha, de dos golpes bruscos y secos, arrancaba sin brusquedades la matrícula del Citroen para enderezarla luego con sumo cuidado y colocarla decorosamente, procurando por no dañarla, pegada a la rueda trasera.
- !Sera hijo de puta el viejo este! - gritó.
- Tranquilo hombre - calmo Crespo - Cálmate y bajamos a hablar con el.
- !Pero si apenas lo he saludado dos veces en el ascensor!. !Pero si da asco con esa cara de ramplón y siempre oliendo a pis!.
Los pasos del abuelo Erminio, resonaron arrastrándose sobre el suelo, al otro lado de la puerta.
Le llevó su rato sacarle todos los cerrojos, abrir las cadenas, cada una de las seguridades que separan los miedos....del pequeño mundo aterrado de los octogenarios.
- ¿Quien es? - de lejos se escuchaba una voz quebrada, temblorosa y atemorizada de una mujer.
- Son unos señores del bloque - aclaró girando la cabeza, mostrando el pellejo flácido de su cuello - Perdónenla....pero desde que enloqueció y con nuestra edad...no suelen visitarnos más que muy de vez en cuando.
Con la amabilidad sincera, los invitó a pasar al salón.
Declinaron la cerveza.
No hacía falta en el intelecto premura para intuir en aquellos noventa metros cuadrados el bunker de los dos ancianos, su reducto, su museo....viviendo con lo justo, sabedores que ya no les quedaba otra aventura que llegar a fin de mes sin tener que pagar el costo de mas por una receta o en insufrible gasto de un vestido que sustituyera al que ya no le cupiera mayor remiendo.
La vieja, aferrada más que sentada a una mecedora que ya no mecía, de maderas curvadas y respaldo en cáñamo trenzado, contemplaba sin mirarlo, lo que acontecía tras una ventana de pestillos cerrados, con la persiana corrida hacia abajo, imposible visión del otro lado.
Al percibirse de su llegada, desgreñada, con el rostro agotado, largos surcos de lágrimas malgastadas, agotada, embutida en aquella bata deshilachada y descolorida, dolorida hasta las últimas células de sus últimas entrañas, susurraba para si mismo con una de sus manos señalado al dueño............."1978DRJ......1978DRJ.....1978DRJ..."
Y el dueño con Crespo al lado, se quedaron atenazados, callados, mustios...aterrorizados...la visión enloquecida de aquella vieja poseída, ama de una fuerza brutal, mucho más brutal de la que ellos, con gimnasio o cicatriz de por medio, eran capaces de oponer.
- !Calla mujer! - gritó Erminio - !Calla!.....por mucho que grites - cambió grito por gemido -...nada podremos hacer ya para olvidarnos.
Al anciano, el peso de su rostro hundido, de sus ojos ausentes, de quien siente algo más que el alma...embutida entre los hombros, las cejas gruesas, las arrugas dueñas, torció la mirada con sumo esfuerzo, de esos que tan solo intuirlos matan, hacia una foto en blanco y negro, coronando una Grundig vieja de esas enmarcadas en madera, sin mando...y esa mirada, invadiendo el recuerdo de todos y cada uno de los rincones de la casa.
Era un joven de falso semblante serio, ojos esperanzadores, cuerpo uniformado, expresión de esas que solo tienen cuando a esas edades a uno le sacan fotos....con todos los pasos por delante.
- Nuestro David...David...David Rodriguez Jimenez...nuestro hijo único....nos lo mató la ETA ¿sabe?....fue un mal año ese del setenta y ocho.
Crespo y el dueño se los quedaron mirando a ambos.
¿Cuantas veces en treinta años se repitieron para ellos solo lo mismo que ahora les estaban contando?.
Ninguno de los dos decía nada, ninguno de los dos se quejaba....ninguno de los dos pensaba ya en la matrícula.
- Los dos perdimos el gusto a salir de día.....a.....a poco que tocamos la acera se nos echan todos encima....los recuerdos....¿sabe?.....toda una vida...el jardín donde jugaba, el bar donde le pagaron el primer sueldo, Clara la del número treinta, esa primera novia....primera y única porque nos lo mataron a los tres......nosotros.....nosotros no somos malos.....ni malos, ni ladrones.
- Lo sabemos - respondió Crespo.
Y lo supieron.
Sin decir nada, allí los dejaron, hundidos bajo el peso de lo que otros les hicieron, les hicieron sin merecerlo.
Apenas sintieron la puerta a sus espaldas, el portero marchó con sus cicatrices, con sus faenas y el dueño, el dueño subió las escaleras con el rostro en mal sueño y el móvil pegado a la oreja.
Y una semana más tarde, cuando aparcó el Citroen, este seguía siendo igual de viejo aun cuando su matrícula, relucía tiesa, firme y bien nueva.




Bucardo



Registro Propiedad Intelectu@l

martes, 11 de septiembre de 2007

El 30 de Octubre


El 30 de octubre

Fiel a su 30 de octubre, Blas hizo de tripas corazón y, poco menos que aguantando la respiración, hizo entrada en la seo.
Allí, alejado de feligreses y turistas, encendió una velita en la capilla de San Emeterio, que aun santo, resultaba tan desconocido y de nombre tan afeado, que el oratorio se lo levantaron detrás del órgano, oculto tras las espesas telas que lo alejaban visualmente de la nao principal de la catedral.
Nadie lo vería.
Especialmente los que por la calle, siendo como el tan viejos, lo señalaban poniéndole la fama de “ateo”, las amistades que se le reían por tener el cuerpo ajado y la ideología firme como hormigón cementero, la mujer que padecía porque ni en domingos de Resurrección lo viera entrar en algún templo o el cura del pueblo, al que se volvía cada verano para soportarle entre partidas, las retahílas de mosen empeñado en convertirlo de rojo a negro.
- Usted padre es terco como la mula de mi abuelo.
Fiel a su 30 de octubre, fiel a ellos, Blás dio brote a la candelita y de pie, pues el no se arrodilla ni ante un cielo abierto, susurró sus nombres……Iñigo, Antón, Luís, Miguel.

Aquella atardecida de diciembre, los cinco salieron del pueblo con los fríos del invierno colándoseles por las rendijas del cuello….tan jóvenes, tan altos y tiesos como un pino….más chulos que la suma de todos los ochos….más ilusos que el chupete de un recental apenas destetado.
- ¡Nos llevan a la guerra madre! – exclamaba Antón - ¡Le escribiré!. ¡Le contaré todo lo que vea!.
Entre ellos, Antón era el que más cargaba con la fama de estar pero que muy “enmadrao”. Era lo que se supone tiene que soportar quien siendo hijo único, lo mismo le toca doble ración de todo, que le cuesta lo suyo eso de sacar los pies fuera del tiesto y caminar por primera vez, con las raíces al sol y dispuestas a lo que les tocara.
Los demás le andaban un tanto de consuelo, el uno porque soñaba con irse a la ciudad y trabajar en las fábricas antes que verse deslomado sobre la huerta….el otro porque estaba hasta la coronilla de que la madre no se le despegara y en el caso de Blás….porque siendo de apellido Expósito, sabía que su madre andaría en algún convento y para saber quien era su padre, tendría que averiguar los nombres de los peones que anduvieran faenando en la recogida, nueve meses antes de que naciera.

Jamás echaría al cepillo los veinte céntimos que se pedían por el derecho a encender vela.
“El coste de la línea directa con el Divino” – bromeaba.
A el le hacían gracia esas huchitas puestas al lado del velatorio en torno al altar, de color negro y con un grueso candado a la diestra…..huchitas de cuya boca escapaba la idea de la avaricia, la sensación de que todo lo que en ella entraba…..nunca salía.
Blás recordaba los años del catecismo a ostias, la década cantando hacia el sol himnos extraños retorcidos por la mirada aviesa del capellán de la prisión, la creencia fija que incluso a el le costaba desarraigar de la testa, de que todo lo que estuviera fuera de sus sotanas, era malo, perverso, cruel y obsceno.
“De eso nada – continuaba con la media sonrisa vengativa dibujada en la cara – Una vela menos y veinte céntimos míos”.

Antón era el único al que nadie le había oído jamás caganidos en el Altísimo. Aunque muchos eran creyentes y antes de que les cayera el mortero se santiguaban, no fuera que anduviera yerros, jurar hasta en hebreo sobre lo más santo y reverenciado, era una especie de ganar hábito en el supuesto ejército sin Dios que era el republicano.
Al capitán de Brigada le costó dos vistazos atisbar el clericalismo del amigo, si bien entre los cuatro le hacían el parapeto, buscándole excusa cuando andaba de rezos u ocultándole por turnos el dichoso rosario al que dejaron solo con cinco cuencas, para que no se le notara el bulto y peso en los bolsillos de la guerrera.
- Mire mi capitán que anda con el vientre flojo – le espetó Blás un día que hizo pregunta sobre donde se encontraba – Es que el caldo no le ha hecho buen efecto y anda todo el rato por los prados buscando alivio.
El oficial, aun buena persona, despertaba cierta desconfianza por eso de ser comunista, más acérrimo a lo que le dijeran desde Moscú que a defender la tricolor que se suponía defendían.
Encaramados sobre aquella colina reseca y mustia, pedregosa y con escaso refugio para aquel solazo que les lustraba la cara, los cinco se hicieron guerreros sencillamente porque les dieron con que pegar tiros y los mandaron al frente.
Lo que tuvieran que aprender, pronto lo aprendieron. Trucos como organizarse las guardias, nocturnas de dos horas solo entre ellos, pues el sueño no les vencía cuando sabían que en caso de colárseles el moro, iban a ser sus amigos los que sufrieran el degüello.
- Ni se te ocurra la tontería de pasarte Antón – susurraba Blas aprovechando que ambos tuvieron que andar juntos a por la pitanza del día.
- Blas que cosas tienes.
- Zagal que todos sabemos lo que tu madre te escribe
- ¿Lees mis cartas?.
- Antes de que te lleguen ya están baboseadas iluso – aclaró – Mira, tu y yo somos amigos desde que le levantamos la falda a la vieja Aurora ¿recuerdas? – Antón sonrió - Pero en nuestra trinchera, los hay que con buena gana de agenciarse los galones descubriendo quintacolumnistas.
- Yo no soy quintacolumnista.
- Lo se.
Y lo sabía.
Antón nació careciendo de toda malicia.
Al regresar, con el rancho saliéndose por los costados de la olla, Iñigo asomó despreocupadamente por encima de la trinchera, más ansioso de ser el quien se agenciara uno de los cuatro trozos de carne que de ayudarles con el tembloroso caldero.
Desde lejos, desde el otro lado de la barranquera, algún gracioso les gritaba.
- Mirad de agachar más el tozuelo – sonaban risas por ambos bandos – Anda que si llega a estar el teniente os hubiéramos tenido que apurar.
E Iñigo, cabestro de casi dos metros con unas espaldas de toro extremeño, los saludaba agradecido antes de enterrarse vivo de nuevo.
Al rato se escuchaba un tiro….al aire.
Señal convenida de quienes deberán de matarse cuando el oficial se les ponga encima.
Y la tregua se extinguía.
A Iñigo lo trajeron con tres años desde Bilbao, con la cuadrilla de su padre que vivía de arar y faenar sobre los huertos ajenos.
En Bilbao quien no era carlista o se apellidaba Zumalacarregui, no era muy bien visto en los caseríos pequeños y olvidados de la Vascongada profunda. Por eso en el pueblo, tan pueblo y cerrado como los vascos pero menos estirado a la hora de hacer de lo suyo propio, Iñigo y los suyos encontraron faena y buen recibimiento.
Su casa se fue haciendo conocida a causa de las gracia que siendo chico, le dio por soltar el día que vinieron desde la capital para fumigar la resquebrajada escuela, atestada de unas ratas diminutas pero de rabo largo, que les asomaba cuando encontraban refugio en los cajones, en las botas o detrás de los cuatro libros que les mandaron desde el Ministerio….
“Historia de la Edad Media….Historia de la Religión Católica….Catecismo…..Señoritas de Buena Educación” – aun después de tanto tiempo Blás aun era capaz de acordarse de sus títulos.
- En mi casa no hay ratas – parecía presumir – Si vinieran se morirían de hambre.
Y era cierto.
Con o sin el Borbón, en la casa del vasco siguieron cociendo el pan con la mezcla del peor grano, el que de tira después de ventearlo porque no lo quieren ni las bestias.
Por eso, cuando los rifles surgieron por el Este y con los republicanos probaron por primera vez la carne rusa enlatada, Iñigo se hizo más de izquierdas que Azaña, más comunista que Pasionaria.
- Yo soy rojo porque como mejor – solía bromear con la barriga llena.

Blas se apostaba en la capilla con un pie levemente adelantado, como si estuviera retando al santo que de fondo, mirando al cielo, brazos en alto, manos enlazadas y cuerpo retorcido como culebra descabezada estaba…..pues eso…básicamente extasiado.
A Blás le disgustaba esa imaginería alejada y nada natural, donde en los libros de arte se las definía como portentos pero que el, aun a sabiendas de que fueran obras de arte, no las entendía, sencillamente porque ellas no las comprendían a ellos.

Algunas noches cubiertas, cuando luna no había y las sombras no lo traicionaban, Miguel “pichabrava”, se escabullía de la primera línea y, reptando como una víbora, se alejaba hacia la retaguardia….sin decir a nadie nada.
A Miguel le gustaban las hembras aparentaran lo que aparentaban.
Era fácil mantener tales aficiones cuando el chico salió tan bien cosido, con esas espaldas, con ese pecho de plantígrado y ese rostro porcelana filipina con dos ojos claros que no se veían de normales por el pueblo.
Lo malo es que tal facilidad, no era sencilla de asumir en un lugar tan pequeño como el suyo, donde la honra, aun evaporada, se daba por supuesta del paritorio al lecho nupcial.
Tal afición, fabricó buena hornada de cabestros, los unos porque a la prometida le podaron el césped antes de que el pudiera hacerlo, los otros porque aun de casadas, la esposa no se libraba de malos tientos cuando Miguel, fornido y con buena fama en los lavaderos, aparecía al viento y ellas aun con el anillo al dedo, se quitaban los refajos sin darle siquiera tiempo a que el chico procurara por un pajar discreto.
Blás se quedó una de esas noches sin un minuto de sueño porque quiso averiguar en que negocios andaba.
Tal y como temía, supo que iba como raboso tras conejo, tras la hija de un labriego que vivía en una pardina, de las que en aquellas tierras llamaban masías, y que distaba a una hora y media andando desde el parapeto.
Cuando los vio saludarse con los ojos puestos en todos lados, dejó que se metieran en la cuadra y les dio tiempo para que fueran desvistiéndose y entremezclándose con la paja. Luego se fue aproximando como gato tras ratón, con disimulo y cuidando el paso, esperanzado de que las rendijas de la cuadra le permitieran atisbar a la moza sin bragas y a Miguel…faenando con todo lo que se topara.
“Vamos a comprobarte la fama”.

Pero al conseguir echar el ojo dentro, se topó con que allí todos menos las vacas estaban vestidos y que ambos reían y charlaban el uno sin el miedo del frente metido en el cuerpo y la otra, con una flor, un cardo enorme, hermoso y amarillo de los que en la cima crecían a patadas, sujeto entre las manos.
La chica era moza algo recia, pero con las caderas buenas, algo vasta pero de rostro fino, algo baja pero bien labrada.
“Este se nos ha enamorado” – pensaba Blás que siempre le guardó sin que lo supiera el secreto.
- ¿Dónde se nos va el Miguel? – le preguntó Luís cuando volvía.
- Pues de tirarse a una de las putas de intendencia.
Todos rieron.
En teoría no había putas en el ejército del pueblo.
En la práctica, y la picardía si de algo entiende es de práctica, a las putas cuando vinieron a buscarlas, las metieron ocultas como enfermeras y secretarias de los oficiales en retaguardia.
- Más nos vale morir bien follados – solía bromear un sargento – que hacerlo a malas y con los huevos llenos.

Blás paseaba la vista sobre la cúpula de San Emeterio.
Quien la diseñara, ideó un retorcido y maravilloso juego de luz, aprovechando la poca luminosidad que a la capilla le entraba, poniendo una pechina deslizada, un tambor diminuto con cinco ventanas muy decoradas…cinco haces de luz, cuatro de ellas abiertas iluminando el suelo y una quinta, al que el cristal se le vino abajo por una ventisca, tapada con mármol negro.
- Ese soy yo – solía rumiar para los adentros – Cuando me muera el cabrón del obispo la abrirá para celebrarlo.

Luis nunca debió de sobrevivir al parto, siendo que ya por nacimiento, era pequeño, fino y algo….bueno muy, pero que muy amanerado.
A el no le salía nunca un solo juramento pero tampoco iba a misa más que si era su padre el protagonista del entierro.
A el le disgustaba mancharse con el barro, con el polvo, con los excrementos de quienes no encontraban tiempo de llegar al agujero que tras le quejigo hacía las veces de letrina pero tampoco se angustiaba cuando un cordero salía de cruzado y había que meterle la mano por el culo a la oveja para salvarlas a las dos el pellejo.
A el le entraban incontrolables temblequeras viendo que la cabeza de un enemigo se despistaba por encima de la trinchera y un sargento le ordenaba que le metiera una bala entre ceja y ceja………pero era valiente como Malasaña tras coracero cuando había que echar la cara en favor de Antón si alguno lo acusaba de ser más diestro que zurdo, cuando había que hacer avanzada para saber como se respiraba al otro lado de la tierra de nadie, cuando a uno se le quebraba un hueso y no había duro entre aquellos milicianos con huevos suficientes para ponérselo en su sitio sin que la piel se le volviera cal pura.
Luis era tan hombre como todos, solo que en silencio, aunque Blás se lo intuyera, el gustaba de la guerra por ser oficio de sus instintos, gusto de sus adentros, por apreciar más la compañía de los que ríen ante las bravuconadas que de las que hilan fino los vestidos y afilan la lengua de la mala saña.
- Hoy el torrente nos bajará con agua – se alegraba porque la lluvia nocturna habría avivado la languidez del riachuelo hasta permitir que la tropa, nacional y republicana, izara la bandera de tregua para poder unirse lavando cachivaches y ropa en el agua que los separaba – Podré mandar recuerdos a los tíos.
Luis sufría por sus tíos segovianos, tan duros y rancios que en cuanto le intuyeron al sobrino los lados equivocados, escribieron larga carta a sus padres rogándoles que sin decirle nada al chico, este dejara de comunicarse con ellos porque “floridos” en su familia si los hubiera, muertos o desterrados.
Pero Luis que era bueno como tetilla de Burgos, padecía tanto por ellos como para no tenerle en cuenta sus muchos feos y preocuparse porque alguien que fuera de cerca, les enviara una carta donde les dijera que estaba vivo y bien tieso.

- Estoy cansado de esperar.
A veces, alguna beata perdida, se escandalizada cuando el silencio catedralicio era roto por el poco perceptible siseo de Blás.
- Harto – recalcaba.
Hacía mucho de aquel 30 de octubre….el 30 de octubre en el que solo la suerte evitó que nadie les pusiera vela y los cinco ventanales de San Emeterio anduvieran todos a una bien abiertos.

Aquel final de otoño, los cinco permanecían agazapados, con el casco calado hasta los tobillos, el dedo tenso sobre un gatillo, el Mauser bien sujeto, las cananas repletas de cartucho y las granadas sobre el pecho.
- Blás anda a retaguardia a pedir refuerzo – ordenó el teniente que con la pistola en la mano daba a entender que el ataque era cosa de poco rato.
- Mi teniente…-intentó objetar.
Pero las miradas de Antón, Miguel, Luís e Iñigo lo detuvieron.
- Anda y diles – le dijo Luís – No vayas a olvidarte de hacerlo.
Anda y diles.
Diles que a poco bajabas corriendo camino del primer puesto de mando, cayó sobre la posición todo la rociada de hierro, toda la cañoneada y el bombardeo aéreo, todo el odio que destilaban las dos Españas….solo que una tenía con que sacudir y la otra, solo el orgullo de soportarlo por no hacer a la honra un feo.
Diles que la colina parecía regurgitarse sobre si misma, volar una y otra vez cada una de sus piedras, dos tres, cien veces movida y despedazada.
Diles que no había árbol desgajado, tronco destrozado por la metralla, camino borrado ni masía deshecha y que sobre la cota no quedó mayor alma que el vacío ni mayor vida que la perdida.
Diles que de los cinco se quedaron cuatro, cuatro encima de la colina y el con el Mauser colgando despreocupado de la mano, los vio morir porque nadie, ni uno solo regresó de arriba.

Era ya de noches cuando Blás sacó un libro viejo y casi descosido de la estantería.
Le gustaba cumplir con los rituales y después de la vela y ventanas de San Emeterio, se echaba la manta sobre las piernas y mientras la parienta le daba tiento a eso de informarse de quien era quien se acostaba con no se cuantos, el abría el mismo libro en la misma página.
“30 octubre 1938 – En un bombardeo bien organizado las tropas nacionales conquistaron los altos de Cavalls tras escasa resistencia”.
Solo era una frase.
Pero quien la escribió no la pudo pensar con peor trazo.
- Si yo te contara…..


Bucardo


Registro Propiedad Intelectu@l
















lunes, 10 de septiembre de 2007

La Chica del Culo Rosa



La Chica del Culo Rosa

Camino sofocado por la chicharrina cuando, surgida del portal vecino, asoma la chica del culo rosa.
La chica del culo rosa paseaba la lozanía de su nada oculta entrepierna por las anchas trancas del Cesáreo Alierta, dejándose desear por muchos pero otorgando tan solo al Cierzo el soberano placer de esculpirle la traza.
La chica del culo rosa se duerme viendo una película inglesa en su original versión, desconoce la lengua gabacha, ignora todos los entresijos de la clásica cultura y del teclado y apenas sabe que apretando la “a”, surge como por ensalmo, su equivalente en las catorce pulgadas de pantalla.
“¿Para que si tengo esto?” – piensa sin decirlo cuando a su padre le da por recordarle que no se vive solo del cuento.
Su padre no ganó antes de prejubilarse, los dos mil mensuales que ella se echaba al escote por eso de reírle las gracias y socarrarle la sesera a un jefe con edad entrada en el “quiero y no puedo”.
Es el juego al roedor de quien se sabe felina, dotada con aquello que todos los otros desean y sabedora de que lo mismo que se tiene, se debe saber utilizar….unas veces para mostrar solo lo justo, otras guardando la munición para cuando pueda sacársele mejor provecho y otras, las menos, en que enseñando más de lo debido y haciendo menos de lo deseado, una puede llevarse consigo la promesa de un imposible….evitando el peligro de un arrepentimiento retardado.
Exigiendo atención al ritmo oscilante de sus caderas, apenas resguardadas por lo que antaño fue tejano y ahora, teñido en rosa y recortado, más semeja ser cinturón por la mucha tijera que le aplicaron, la chica del culo rosa disfruta sabiendo que allí, en la Alierta, no hay mejor bandera que la suya ni mayores pasiones que las que la intuición de su pubis fresco, despierta sobre la acera.
Lo miran con rayos X insertados sobre la retina de aquellos que la desnudan apenas intuirla, aunque sus yemas se hayan desacostumbrado ya a lo que es disfrutar de poco más de lo que se acostumbra.
Lo miran las que se santiguan, añorando los tiempos de la pañoleta y Semana Santa con peineta incorporada, tapándose la cara con los dedos bien separados, ofuscadas todas no por lo que se mira, sino por carecer de razones para ser bien miradas.
La chica del culo rosa conocer a la perfección cual de ellos desearía corregirla, cual le metería un sayo de monja encima, quien la enviaría a reformarla y cual entre todos esos miembros, la reformaría en modos mucho más placenteros.
Y a ella todos, todos sin excepción, le importan lo mismo que una mierda.
Una mierda eso de ganarse sueldo con tres extras, calentándole la sesentona calavera a un presidente apurado por eso de no compaginar muy bien la gana con los problemas de vejiga.
Una mierda que su novio tan solo la quiera por presumir públicamente del cuerpo con el que se acuesta, siendo que ella no presume de iguales, pues en caso de hacerlo, el novio callaría la honra y sacaría a la luz los cuernos.
Una mierda que su padre carezca de correcta taquicardia a poco que le aparezca la hija por casa con un nuevo capricho metido entre ceja y ceja….capricho que siempre terminará pagando, pues cuando viene con esas, a la chica del culo rosa se le alargan los pantalones al ritmo que su cara de fresca se le torna de niña buena.
A la chica del culo rosa no le hace más falta que eso…su culo…pues por algo lo esculpe a fuerza de gimnasio diario y puede presumir de rozar los treinta y tenerlo firme, hacia arriba y soberanamente plantado.
Es lo que tiene ser lo que nunca podrás tener….que lo mismo vale para hacerse la buena que para sonsacarle unos reales por eso de “tengo lo que tu deseas”.
- ¿Oye no tendrías sesenta céntimos? – para preguntar al granoso rostro del quinceañero que comparte fila del pan con ella, lo ha hecho girando suavemente el cuello y apoyando, como quien no quiere la cosa, espalda, cuello, mano y muslo sobre el sudoroso cuerpo del inocente – Es que me olvidé la cartera en casa.
Sabe que a menos que sea castrado, aun pidiéndole cincuenta euros…cincuenta que le habría dado.
Es la ventaja que tiene eso de ser chica del culo rosa…que una no necesita presentación alguna.
Al salir de la panadería con la barra bajo el brazo y limpiándose de las suelas las babas del pobre muchacho, se cruza sin darse cuenta de ello, con una mujercita de enjuto tamaño y cara diminuta, sin duda a causa de alguna carencia de lactosa cuando los huesos la necesitaron.
La pobre camina con esfuerzo, con dos pesadas bolsas de Sabeco, una en cada brazo y la cabeza, casi sin cuello, incrustada a la fuerza entre los hombros.
Tiene gafas con culo vaso, brazos cortos e inflados, cara dolorida por el esfuerzo y ritmo totalmente desacompasado, tapado por una tela escocesa mal trenzada, horriblemente combinada, que le hace las veces de vaquero rosa, sin rosa, sin vaquero y por supuesto, sin el culo de la babeada.
Pero al contrario que la chica, esta, aun tan mal compuesta, me saluda con una mirada y un….
- Buenos días – y eso que no me conoce de nada.
Y aquí estoy yo, esperanzo que el semáforo de orden de balar en el otro lado, contemplando como se aleja, con paso corto y lánguido, esa mujer madura y fea que sin saber ni cual era mi nombre, esta mañana decidió alegrarme con un sencillo saludo.
De fondo, contemplada por mis espaldas, la chica del curo rosa se va alejando, meneando las caderas a ritmo de péndulo barroco, haciendo que a los viejos del parque les desaparezcan arrugas y achaques….atenta por todos….olvidada por mi.


Bucardo




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Nessun Dorma


Nessun Dorma
Hoy he sido abortado de la placenta de mis dulces sueños por la estridente corneta del despertador, al que con mucho gusto le habría hecho conocer las delicias del paracaidismo...sin paracaidas.
Así, más que dormido, durmiendo, masticando la pasta socarrada de las tostadas y el cafe recalentado de la noche, he enchufado la televisión, una cadena cualquiera de las cualquiera que a esas horas han dispuesto un locutor de cuello tieso e impecable chaqué de colorido neutral, seco y de tono asépticamente uniforme.
Es una cotideaneidad más la del Euribor en altura divina, cenando cada noche entre las barbas de San Pedro mientras los huracanes más que remojar...rebozan todavía más en la miseria a los descendientes de mayas y aztecas, al tiempo que entre que de la nube pasa a lluvía, la lluvia a tormenta y la tormenta en huracán hasta el entierro....dos, tres, puede incluso que cuatro maridos, hayan ejercido el derecho a tajo en cuello sobre su propiedad vaginal....y cada diez minutos en turnos de veinte correderos, ultrarápidos y subyugantes, créditos ultrarapidos asumidos en pagarés....ultralentos.
Suspiro.
Apuro el café...necesito cafeina en sobredosis...directamente en vena.
Cuando ya pongo el digital sobre el botón rojo que acalla la tele, sin cambiar tono ni gesto, lo mismo sangre que política....tal vez porque las dos resultan ser una...el presentador habla sobre Pavarotti que no ha podido más y se ha muerto.
"Il Grande"...pienso..."Il Piu Grande".
Paseo.
A esas horas las baldosas son eso, proyecto y la ciudad profundamente dormida, se despereza.
Pronto lo hará.
Entre la marabunta diaria del kiosko hilado en papel maché, escogeran lo que menos molesto, los más futil e innecesario, la desgracia más abultada o el más lúgubre escándalo....tal vez de refilón se detendrán ante la esquela del "Piu Grande", aderezada con la particular salazón de los mercenarios de la palabra.....sus mujeres, sus fracasos, sus dolores, fotos de hijos descompuestos, dolor, lágrima, angustio...lo dicho...banal e innecesario.
Nadie, tal vez uno, pecará de iluso, creyendo que a la gene le interesará que fue lo que lo hizo tan grande....no su orondez que la tenía, sino el hecho de que para triunfar no le hacían falta abdominales de chocolatina u occipitales de labrado perfecto....solo tenía que abrir la boca pero claro...abrirla como solo el sabía hacerlo.
Atravieso la calle con el peatón colorado....no es riego.
Es que gozo de la suerte del solitario, de la delicia que disfrutan aquellos que pueden saltarse las normas más no por rebeldía....sino porque llevan la hora contraria a la que lleva el resto del rebaño y al final, con el paso del minutero, terminan con sorprenderse al percibir que son incapaces de balar al tiempo.
Balar si, eso es lo que hacemos.
A diario balamos y al hacerlo, nos olvidamos de lo humanos que somos, felices en la desgracia que nos es ajena, en el divorcio del famoso, en el suceso lejano, en un cementerio plagado de nombres que nos son anónimos.
No, ya no venden las historias de cuento, aunque sean verdad, aunque el hijo pobre del pobre panadero, cuya raspa de sardinas infantil no vaticinaba sus ciento kilos, tetara desde la infancia el vicio del escenario y los apuros de quienes pagaban lo que no tuvieran tan solo por verlo......elevó la voz, tan alto, tan dispuesto que todos los que estaban delante de el giraron el rostro....se sentaron...y callaron.
Pero el ya no lo hizo.
No sería raspa de sardina sino besugo, caviar, pasta menos cara que su atrezzo, empacho con el que engordaba a medida que engordágamos con ese vicio inconfesable que era las letras, sus letras,,,el "Mamma e morta", el "Aida", "Carmen"..."La Flauta Mágica".....luego como buen "groumet" se solazaba en los caprichos de lo menos lujoso y populesco al que alejó de lo chabacano para convertirlo en suyo....boleros, "cancionne ligera", la falsedad de Bono, el histerismo de las pijas "british" (nunca cuatro dieron tan poco frente a uno solo).....y luego le dijeron ignorante por no saber ver donde quedaba una corchea....los calló sin llamarlos "lerdos"....lo hizo como solo el sabía...cantando.
La envidia es hija de la madre más puta.....la vulgaridad.
Atravieso en larga "x" el jardín sitiado, ya no por gabachos e imperiales aguiluchos, sino de bares con caro tapeo, yonkees rumiando su apego, dudando si sacar el filo a paseo y aligerar con el sobre el gaznate mis magros bolsillos...parejitas en alegría bajo los setos....municipales buscando hacer impuesto con el "multeo"....pero yo lo cruzo sin mirarles a ellos....y en el camino olvido lo pegajoso del suelo, aderezado de los vidrios rotos y vomitinas del botellón sabático, de la orgía en ron y estupefaciente de diseño de aquellos que suicidan sus neuronas hasta apagar la luz e hipnotizarse....muerto en vida ya para los restos.
Si, a ellos, todavía veo alguno derrumbado en el suelo, mingitando grotescamente en un portal de maloliente dueño, llamando "hijo de puta" a cualquiera que les parezca más alto, más listo, más sobrio, menos feo, nada les importa que.....esté muerto.
Llego a la principal, una de esta que por ser avenida, los edificios se miran de abajo a arriba y aun pegados a la sombra propia...se distinguen alejados.
Un taxista rumía sus últimos nocturnos tedios, dejando que la música lo despierte.
Música que grita.......no acaricia...música de bombo sin cuerda....chillido...música diseñada......no creada.....de la misma naturaleza del "Computer" por quien todo esta siendo hecho.
Cruzo la calle, si bien en estas más atento...algunos autobuses, atiborrados de somnolientos, portan el rebaño...callado, cabeceando y obediente, de la cama y sus familias, directos ante la necesidad del sueldo.
Entre el humo y el aroma a oxígeno cero, se cuela el olor a pan recién hecho, leche caliente, croissant y café nuevo.
Por la peatonal desciendo y a medida que los pasos acercan al puesto, parece que van flaqueando las ganas de asumir con lo que debo...un paso más y a cada "más".....me siento menos derecho.
Esas pequeñas alegrías, las que a uno le hacen alejarse del lecho....un huevo frito casi hasta dorarlo, una tila sobreazucara, la letra hilada del pensamiento, el gemido del carnal amor, el final de la jornada, el ocrujido de la madera crepitante y reseca, un aria prolongada...ese viento en la cara...viento que no trae olor a sulfato de papelera sino al hielo fresco y perenne, al hielo puro, nunca muerto.
Entro en la sala, sobresaturada del fresco acondicionado, antinatural que mantiene la garganta al límite de lo correcto.
Sentado frente a la pantalla, llevo veinte minutos quieto.
No pasa nada.
Parece que en cada uno de mis dedos, cuelgan, pendientes de invisibles hilos, pesos inmensos que me aferran al suelo.
Pienso...busco y encuentro.
Necesito solazarme....suena.
Subo el volumen y dejo "grossa opertura" al oído.....ascendiendo por el hueco para colarse bajo las ranuras todavía oscuras de sus lechos para que despierte al rebaño...a todos los que haciéndolo a una......les pudiera sonar que hoy, aun funesto, hay una mota de polvo diversa.
"Neeeeeeeessun Doooooooorma.....Neeeesunnn Dooooooorma...."
Que nadie duerma....que nadie duerma....."Lucciano e morto".....y yo....aquí, con ganas de quedarme algo más sordo.


Bucardo


Registro Propiedad Intelectual







lunes, 3 de septiembre de 2007

Todos mis Mickies


Todos mis Mickies

- Es buen perro señora. Se lo juro.
Fue así, a través del afrancesado castellano de Madam Lagot como Micky, el primer Micky, llegó a mi vida.
La Lagot, como mis quince años la tildaban, era una gabacha ancha de faz y caderas con la que madre solía terciar por eso de que una conocía el secreto del buen paté y la otra pretendía arrebatárselo.
No hace falta decir de que ambas obraban como cocineras, una a la norte y otra al sur del Pirineo y que mientras la francesa pretendía averiguar cual era el punto justo para el buen cuajado de la tortilla, la española se torturaba pensando en como sonsacarle la correcta finura de una crepe bearnesa.
Aquel fin de semana en comunión culinaria, Lagot llegó a casa con un "grifón", una especie de perro pastor con lanas largas y gruesas, tamaño medio y ancha huella, al que los ojos se le ocultaban tras una cortinilla partida en dos por el hocico mientras el rabo era incapaz de mostrar intención o sensación alguna simplemente, porque siendo cachorro se lo amputaron.
Para salirse con la suya y endiñarnos al can, nos aseguró que el animal era más bueno y modélico que la hostia más consagrada, esa que por santa, le ponen una "ha" en avanzadilla para distinguirla de las que se reparten con la vida...esas que uno nunca quiere pero siempre se las lleva todas.
Cuando a la mañana siguiente el cuatro latas azul chillón de la Madam petardeaba camino de la frontera, lo hizo sin Micky y sin el secreto de la crepe, precio a pagar por "adoptar" su desamparado cánido.
A madre el precio se le hizo chollo pero dudo y mucho que opinaran lo mismo el cesped de nuestros vecinos, los rosales del alcalde, las farolas municipales, los jarrones más chinos restaurante familiar o los repartidores, carteros y comerciales que cada semana nos visitaban con un ojo puesto en llevarse buen pedido y el otro intentando, cosa que rara vez conseguían, porque los pantalones le volvieran a casa tan bien cosidos como salieron.
Micky era un cabrón.
No un cabrón no....!un cabronazo!.
Pero era mi perro y a mis quince primaveras les sentaba que ni pintado aquel chucho hiperactivo, locuaz, lanzado, locuelo, malcarado, chulo, sobrado y psicológicamente desequilibrado, tan incapaz de abandonar mi sombra como de permancecer más de un minuto con los dos ojos cerrados.
Nunca le regañaba, porque a mi no me placía hacerlo y tampoco le exigía demasiado por lo que el a mi mucho menos.
Además se unió al negocio como uno más, adoptando la costumbre de colarse en los restaurante de la competencia, aprovechando el despiste del comedor lleno, para sisarles por las bravas y con decoro la marne más roja o incluso el bizcocho más tierno.
- A ese perro tuyo te lo voy a descalabrar - amenazaba Jesús.
- Si le tocas.....te mato.
A los parroquianos que llevaban diez minutos escuchando como Jesús de Got lanzaba puyas contra Micky, asegurando que era el quien le echaba a perder las judías por su manía de orinarles todo lo que tuviera en la su vejiga, se les cortó la respiración.
Sabían que Got era uno de esos machos cabríos capaces de marchar directamente a casa y llenar de postas la escopeta pero mis ojos eran tan elocuentes, tan abiertos y francos que sin duda temieron que si una mañana Micky amanecía en la calle con el cuello cortado, antes de que anocheciera Jesús terminaría presentándole los respetos a San Pedro.
Cuando se murió, el muy hijo de la gran puta, consiguió lo que en mi vida bien pocos bípedos lograron....que todavía lo eche de menos.
Recuerdo que por aquel entonces, con treinta y bastante enfermo, necesitaba alejarme todo lo que pudiera de casa pues mi enfermedad era de las que tienen mal remedio, esas que no conocen virus ni te rompen un hueso, sino que se lleva en el alma, incrustada más dolorosamente que una astilla de madera entre uña y dedo.
Papa llamó y lo fue diciendo poco a poco, sutilmente, como el sabía y yo necesitaba.
Apenas colgé, cogí el coche.
Tres horas más tarde padre y yo lo enterramos en el jardín de casa.
Madre no quiso venir, en parte porque de verdad sentía mucha pena y en parte, eso tambión lo comprendo, porque los cadáveres de perro son, como todos, feos, pero que muy feos.
Nada encontraba en aquella masa de pelo que me hiciera reconocer la esencia de aquel activo e incorregible perro y aunque por primera vez, que en vida nunca se dejó, le aparté el flequillo para verle los ojos, estos estaban abiertos y pétreos, fríos como lo que era...retina de muerto.
Los filetes de la competencia respiraron.....pero no les dejé demasiado tiempo.
Por suerte Madame Lagot continuaba tan oronda y su cuatro latas tan destartalado como quince años antes.
En aquel tiempo no tuve tanta suerte como para que andara sobrada de perros pero conocía a uno de esos "eleveurs" de los pocos que todavía subían la pezuña al monte, al que su perra le acababa de parir cachorros y que de no conseguirles dueño, los despeñaría por una barranquera antes de que le entraran las penas de hacerlo cuando ya tuvieran los ojos abiertos.
El segundo de mis Mickies fue en principio, una bola de pelo temblorosa y sobrada de espacio en lo poquito que le ofrecía la palma de mi mano.
Pero los perros como los niños, pasan del pañal a adulto antes de que sepas disfrutarlos solo que con este, no recuerdo en el trayecto, haberlo visto deshaciendo alguna colcha con los colmillos, usando los mismos para pelearse tras alguna hembra con el celo desatado, colándose en pos de un solomillo tierno o tratando de joderle el sermón dominical, a un cura que se cagaba hasta en supino cada vez que resonaba en el templo los ladrilos de algún perro....bueno de mi perro.
Micky se adaptó al nuevo ritmo, al mío, uno mucho más sosegado, donde los sábados lo mismo se salía que gustaba por sacar el "yo" casero, donde el insomnio era, salvo de tres horas afortunadas, dueño absoluto de todas mis noches y donde verlo a el, sentado a la diestra mientras tecleaba la amanecida ante la pantalla del ordenador, resultaba tan reconfortante como necesario.
Era bueno saber que allí estaba.
Puede que fuera más pánfilo que su antecesor, más bonachón y menos dado a sacar el genio, puede que echara un lomo monumental, de gorrino bien cebado y que la vida activa fuera lo único que le hacía perder el sueño, pero al pasear, era de agradecer eso de contemplarlo, despeinado, con la cojonera colgando y a poco que se adelantara, deteniéndose y echando un capote a retaguardia para preguntar por donde seguía el camino.
Además uno no estaba en edad genéticamente desvariada y mis atractivos para el "dificil sexo" menguaban a medida que las moscas patinaban sobre mi calva y lo que perdía de trasero lo iba ganando en la panza. Por eso a veces, en paseo, cuando se tornaba con otro perro cuyo dueño no era dueño sino "a", agradecía la oportunidad ofrecida, reconociendo que al menos en dos, terminaron los perros atados a la puerta y nosotros atados en cuatro brazos para cuatro piernas.
Micky se murió una noche mientras disfrutaba de mis tres horas de soñera.
Tenía quince bien pasados y aunque andaba con infecciones en lo renal, el veterinario me había jurado hasta por los cuarenta más santos que ladraría durante otros quince.
Pero no fue así y cuando descubrí lo que de el me había quedado, lo fui acariciando lentamente, disfrutando de los últimos estertores de calor que le quedaba a su cánido cuerpo.
Lo enterrano padre y yo a la vera del otro.
Al tercero de los Mickies lo trajeron tan recién parido como al segundo, solo que su comportamiento parecía más de puro y sofisticado Lord inglés que de la navaja más barriobajera.
Aun siendo de idéntica raza, caminaba tan estirado y su pelo era tan corto, que parecía extraído de real genealogía y pagarse su propio peluquero....yo desde luego no lo hacía.
Por lo que me tocaba, yo hacía lo propio sobre el reino en que se había convertido mi barrio, conocedor de todos sus defectos y encantos, sabedor de que Aurora la mujer del municipal, se ventilaba al panadero de la esquina, que la hija del cerrajero estaba preñada sin que se supiera quien pero si desde luego como, que las aceras se desequilibraban un 25% cuando ya se llegaba a la guardería o que al de la agencia de viajes lo iban a poner de patitas en la calle por eso de la imagen, que no conjuga muy bien lo de vender playas de bikini y pecho tieso con superar ya los cincuenta.
Una vez más Micky se amoldó al dueño...ladrando lo que estrictamente se precisara, tirándose a la canina del panadero, meándose donde se meaba el macho labrador del agente y procurando trotar con más firmeza y vigilar el suelo cuando ya se escuchaba el griterío de los críos.
Por las noches no me hacía ninguna gracia ni tan siquiera salir a un ligero tapeo y el perro enseguida me lo notaba.
La calle no era tan segura y bien fuera por cobardón bien por frioero, lo que más atraía era una cena ligera y luego directo a la letra, leída con el volumen de la tele bajado pues resultó que el perro, salió con el defecto de quedarse ensimismado mirando las lucecitas coloridas del invento para luego ponerse a ladrar cuando emitían uno de esos concursos de premio largo y escote acortado.
Sobre mi los escotes ya no ejercian demasiado efecto y Micky, evidentemente, ladraba por lo del premio abultado.
Se murió con quince suyos y yo a punto de entrar a jubilado.
Creo que aquella fue la vez más complicada.
En el jardin de casa con el bicho recién sepultado, eché de menos a padre.
Lloré.
A lagrimas cortas y sin llantos mariconeros. Es ley de vida, seas hombre, seas rana, rey, mosen o perro.
Te tienes que morir desde que eres cachorro hasta que la vida te convierte en algo como yo......viejo.
El cuarto Micky vino de la mano de uno de los sobrinos.
Yo no tuve pareja y por supuesto salvo que alguna de las andanzas me saliera con sorpresa a posteriori, tampoco hijos por lo que quedé solo.
El zagal es bueno.
Lo se porque tengo muchos cuartos pero todo lo callo, no sea que las querencias de la poca sangre que me queda, les surgan de la idea de herencia y no de verme a gusto.
Al contrario que los otros, este nuevo Micky me lo trajo ya curtido, directo de un criadero donde había gozado de la jugosa vida del semental.....semental de diez años, con los riñones tan molidos y la huevera tan dislocada que sus dueños pensaron en el sacrificio justo cuando apareció el sobrino.
Cuando lo miraba algo había de el en mi y en mi de todos los Mickies que había tenido.
No me importa que viva pocos años.
Sacando cuentas, con los ochenta que llevo, tampoco es que yo pueda sacarle muchos dedos a lo que me deba la vida.
Surge ahora esa época de resúmenes y en ellos, en todo, resulta que aparece un Micky uniforme, blanquecino, de ojos invisibles e inmejorablemente fiel, con cosa que conservaron y cosas que nos fuimos pegando, el uno sobre el otro, adaptándonos.
Ahora parece que nos contemplamo como si nos estuviéramos lanzando un reto.
Ambos gozamos de la quietud y los días asentados en el regazo del silencio y los libros largos.....para el son siestas o husmeos sobre cualquier olor que le traiga el viento directo al hocico pues por ganas no le quedan, ni de levantar la cabeza para buscarlo.
Al apagar la luz suspira el muy jodido que aun tan viejales como uno es, parece más vivo....más corrido y desde luego mucho mejor jodido.
Me lanza un reto....¿a cual de los dos nos enterrarán primero?.
Bueno....si bien pensado lo encuentro....no debe pudrirse uno a disgusto bajo el jardín.

A Micky, mi cabrón perro, al que tanto añoro, al que tanto quiero.


Bucardo


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domingo, 2 de septiembre de 2007

La Sombra del Girasol


La Sombra del Girasol
En su infancia, David recordaba la silueta de la ciudad, su ciudad, todavía lejana, recortada por sus murallas como si de una gigantesca tijera se tratara, con las torres chatas y románicas de los campanarios apenas despuntando por encima de sus defensas, rodeada por los campos amarillos, rebosantes de grano y los pocos girasoles que por aquel entonces se plantaban y que, abriendo la flor a finales de agosto, como si fueran manos dispuestas a recibir algo, cubrían con su sombra todos los campos.
Era allí, bajo el largo y fino pétalo amarillo, donde podía refugiarse de las iras y malas caras paternas. Era allí donde con el paso lento y el ánimo vacío, la planta de largo tallo, cabezona, colorida y algo fea, le ofrecía pelín de alivio frente al apabullante calor íbero y la socarrada testa de su progenitor.
Padre no tenía miga de malo.
Solamente que así terminaron por convertirlo.
Cuando ya murió, aun velándolo de cuerpo presente, al David que tan solo le había conocido las cariciar racaneadas y las palabras justas, esas miradas tan frías y el rostro duro, amargo y cejijunto de quienes no ven mayor verdad que la que espanta la sombra de su boina, le soprendieron revelándole que antes de nacer el, cuando rondaba con su mocedad la equivalente de su madre, padre era un hombre suspirado por las hembras sorianas, respetado por las amistades, abierto, franco y amigo de mezclarse como el azúcar en el cafe, en la diminuta, estrecha y archiconocida sociedad del Duero.
Pero los años de sangre hervida le llegaron al tiempo que la guerra de Africa, esa en la que Alfonso XIII se empeñó en engañarse a si mismo pensando que racaneándole a tiro limpio cuatro terruños resecos al moro, iba a escapar de rencores y maldiciones internas y morir en el trono como lo había hecho su desconocido padre.
Pero el moro, el enemigo rifeño, le salió pagano y desdentado, apenas un miserable muerto de hambre, pero desesperado y ya se sabe que en guerras y peleas a navaja, no existe arma más temible que la que brota de la desespración de quien nada tiene que perder.
Así, hornada tras hornada, quinta tras quinta, lo mejor del país o si apuntamos aun más, lo más pobre, humilde y desarrapado, marchaba cabizbajo entre honores, orquestas, banderas y discursos patrios, al son de los generales y al ritmo uniforme, monótono y aburrido de las alpargatas de recluta y el tintineo de las bayonetas en la punta de sus rifles.
Ellos reían porque eran jóvenes.
Sus madres lloraban porque si no se los mataban, les volverían viejos....cambiados.
Apenas unos años antes el poeta, porque poetas abundan en las tierras doloridas como lo eran las españolas pero solo uno era Don Antonio, había paseado, enamorado, enviudado y vuelto a pasear su triste y algo cheposo semblante bajo las arboledas de la alameda.
Puede que al dibujante en verso le sobrara algo del pesimismo que le dio la puerca vida, pero no andaba desencaminado al criticar aquellos que veían en el Rif la solución a los problemas que se negaban a afrontar entre las tripas de la madre patria, por miedo a que en la solución, fueran a toparse con algo que no les gustara.
De la quinta soriana del veintiuno tan solo regresó el....aunque poco quedara de su alma cuando lo vieron descender del tren.
No habló pero quienes hablaban...guiados por las oídas y los dichos, por los rumores y las leyendas....aseguraban que una noche, a la encamisada, entraron a degüello en los campamentos rifeños que sitiaban Melilla y como ya era hábito, como rebanaron el gaznate, destriparon, desangraron y acuchillaron todo rastro de vida que no suplicara por conservarla en el más puro de los castellano.
Pero al amanecer y ya iluminándose el espectáculo, al pobre, a todos los pobres que limpiaban las bayonetas entre los ropajes de los cadáveres enemigos, las tripas se les deshicieron como la efervescente en agua mientras la sangre se les congelaba al contemplar un montículo que en la nocturnidad creyeron parapeto para una "metralleause" francesa y que en realidad eran los cuerpos putrefactos de todo quinto que a lo largo de aquellos días, había desaparecido en mitad de una imaginaria, retrasado por la sed en alguna dura marcha bajo el sol africano u olvidado por su unidad tras sufrir alguna emboscada.
Corrompidos por el inclemente sol, bajo una nube negra de moscas y bicherío vario, ni tan siquera se atrevieron a tocarlos pues al intentarlos, a varios les crujieron las extremidades dejando a sus enterradores con los brazos del difunto entre las manos.
Hinchados hasta lo inimaginable, algunos reventados ya a causa de los gases que acumulaban entre las tripas, todos ellos fueron muertos sin prisas, castrándolos y aprovechando los desesperados gritos del infortunado para meterle los cojones entre la boca y acortarle la agonía, pues moría antes ahogado con sus propias partes que desangrado.
- Al enemigo ni piedad ni oración - les espetó un oficial.
Días más tarde, cuando los legionarios fueron abriendo paso, recuperando a costa de sangre lo perdido por Silvestre unos meses antes, a ese mismo oficial, aprovechando una encerrona de los rifeños, alguien, tal vez soriano, le metió un tiro en la cabeza y lo dejó seco, convertido en héroe patrio.
Aun a pesar de su pequeña revancha, retornado, mutado para siempre, desde ese preciso instante se tragaba para si la bilis de las malas creencias acumuladas, las ansias de escupir a la bandera, el pavor que sentía ante la presencia de un uniforme engalonado, el asco hacia los bravos de taberna que solucionaban la guerra con el coraje de la cerveza fría y la osadía infecunda de la ignorancia.
Así era España.
Casó y marchó.
Entre los sorianos más pudientes, los que se jugaban monedas de plata en el casino y acudían a los conciertos dominicales que la municipal ofrecía en el kiosko de la Alameda, se rumoreaba que hubiera podido hacerlo mucho mejor.
Aun labrador y hombre de poca educación, venía de casta vieja, con las tierras bien acumuladas, trabajadas, fructíferas, cercanas al padre Duero, ambicionadas por los que aun llevando toda la lustre del nombre, carecían de poco más que un pasado ennoblecido que les justificara el mirar por encima a sus semejantes.
Así era España.
No, no le hubiera resultado nada complicado encontrar una esposa fina, educadamente adulterada, acostumbrada a la lectura, las tardes de siestas y las veladas de paseos entre el enmarañado claustro de San Juan de Duero.
Una esposa sumisa y callada que no supiera más que fingir, engendrar, parir y mirar a otro lado cuando le dijeran que su esposo hacía migas incestuosas allí donde picaban la infidelidad todos aquellos casados en iguales condiciones.
Sin embargo, hastiado de todo lo que andara como el, apañó casorio con una hembra brutota, en extremo sencilla, tan humilde de entendedera como brava y decidida a la hora de meterle la mano por el culo a una vaca con el ternero del revés, ancha de caderas, de manos rugosas y acostumbradas a lidiar con la azada, la piel tostada por la siega y los rasgos endurecidos de quien como el mismo pan con tocino durante diez días sin saber lo que se compondrá sobre el plato cuando llegue el undécimo.
Luego, remangándose las mangas, levantó una pequeña casa, poco más que una chamizo de un piso con tierra batida por suelo y teja cocida a modo de techo, con el gallinero a las espaldas y el huerto bien abonado en el costado donde más le arreara la sombra y se retuviera la humedad. Lo hizo a media hora andando siguiendo al Duero, con la ciudad a la vista, pero alejados de toda voz que no fuera deseada.
Oh si, los comentarios fueron muchos, pero la lengua resulta ser como el perro infiel.....que si no se le da de alimentar, termina por buscarse otro amo.
Al cabo de los años, sencillamente se olvidaron de que existían.
Fue casi cuando David vino al mundo.
Para entonces Primo de Rivera padre ya creía encontrar tras sus victorias la solución a los males patrios y Alfonso rey, preocupado porque tratando de solventarlos perdiera tiempo de caza y juerga, le dejó hacer, abonando con ello la semilla de la republica, la segunda, que ya muchos intuían al otro lado de la treintena.
El chico era callado, tímido, poco amigo de juegos y extraordinariamente solitario.
- El zagal ya se ha escapau otra vez marido - se quejaba - Algún día se nos va a afogar en el río.
- Déjalo - sentenciaba padre - Es su único amigo.
Para el veterano "matamoros", el poco ánimo de su único hijo por la compañía ajena no le parecía del todo malo.
A fin de cuentas los hombres eran malos por naturaleza y aunque no se libraría de disgustos, pues la vida te los da como se fuerza la papilla a un bebe llorón, contra más se alejara de la fuente, menos se mojaría.
Por eso resultó un gran disgusto que al chico le surgieran cualidades para la letra y la lectura.
- Te salió listo - le dijo en cierta ocasión un profesor quien, sorprendido de que leyera con semejante fluidez y prefiriera pasar los recreos arrinconado tras algún clásico que preparando alguna trastada que hiciera menearse la falda de las chicas más arriba de la rodilla, acudió hasta la retirada granja para convencer al padre de que le permitiera solicitar una beca al Ministerio - Lee como teta un lechal y no veo día en que salga de clase cuando llega la hora....si es que parece que le gusta esto de estar metido en la escuela.
Padre no hablaba gran cosa.
Por no hacer, ni tan siquiera se molestaba en levantar la vista de la faena que en ese momento lo mantuviera ocupado....despellejar una oveja, trillar o aventar el trigo, empaquetar la harina, preparar la leña para la invernada, arreglar el descosido de alguna alpargata.
Al final, escarmentado, el maestro daba media vuelta y regresaba a Soria sin tan siquiera decir "au revoir", dando lustre a la fama de uraño y grosero que ya de por si se rumoreaba por los mentideros de la ciudad.
Pero por mucho que no se mirara, David crecía y no parecía mostrarse demasiado dispuesto a permitir que por las bravas le encorsetaran la vida frugal y enquistada que se llevaba entre labranza y labranza cuando a tiro de piedra, escuchaba el vapor del tren que cubría la línea Zaragoza - Madrid.
En más de una, con padre despistado tras alguna oveja disoluta o preparando los haces de la cosecha, mucha mies y poco brazo, se escabullía y marchaba a brincos hasta el puente de hierro, contemplando el paso renqueante y nervioso, ondulante como gigantesca culebra de agua, con los vagones como escamas y los pasajeros asomando la curiosidad al Duero....a veces, en los que traían solo carga, escuchaba el mugido de alguna vaca de las que traían desde el norte para filetearlas en el matadero.
David sabía, listo era el muy jodido, que de no ser porque la tricolor imponía letra antes que azada, el ya no disfrutaría con los versos de Becquer o Espronceda, las letras dolidas de Unamuno, la pintura literaria casi fotográfica de Galdos, la ironía sin lágrima de Quevedo, el dolor de Rosalía....todo ello en uno y uno en todo ello, llevándole en volandas de los pazos gallegos a la estepa salmantina, más lejos, más alto, más allá de lo que ahora le parecía demasiado diminuto y enclaustrado entre el meandro del Duero y las gruesas piedras de la concatedral.
Soria moría su alma en el recuerdo y las ciudades con demasiado recuero, no saben mirar de frente.
Entre agosto y septiembre el campo de girasoles alcanzaba altura y potencia, sobrada para lo poco que era el, convirtiéndose en amigo discreto que cubría bajo amarillo la ansias de huída y las miradas de quienes retienen por miedo a que descubra que hay algo mejor más allá del horizonte.
- ¿Pa ande tiraste? - preguntó madre quien sin capar moros, simplemente compartiendo colchón, se había vuelto tan seria y calmada como su marido.
- Marché tras la trucha en la ribera.
- Rapaz - respondía - Bien que ta buscau tu padre. Suerte tienes de que no le guste arrancarse o cinturo que si no, te despellejaba to entero.
Ya podría ser padre todo lo pertinaz que fuera en lo de alejar toda letra de su hijo, pero nunca, jamás osó levantarle la mano cuando sabía que los oídos sordos eran su respuesta a las pocas palabras que soltaba.
- Sabes David que pronto harás catorce - le recordó Don Gregorio - Tu padre....¿sabra que significa no?.
- A lo mejor no entiende de leyes señor - contestó - pero esta se la sabe de memoria.
- Ummmmmm....- pensaba con la mano rascando la barbilla - ....algo tendremos que rumirar para que no te embotelle el cerebro.
- Pues no seré yo quien se lo diga....si se entera que me quiere usted hacer bachiller, lo mismo sube y todo a la ciudad para colgarlo del balcón de la escuela.
Y Don Gregorio, que por la edad bien sabía lo que podían dar de si las brusquedades de un labriego castellano, se quedaba mirando al techo......soltando de vez en cuando.
- Alguna me sacaré de la manga - todos en Soria sabían que para aprender Literatura y ganar al mus, no había mejor pareja que Don Gregorio - ....alguna me sacaré.
El maestro era ya muy abuelo cuando recibió a David en su clase.
Aun de edad, aun siendo maestro en ciudad, el sueldo no daba para jubilaciones por lo que bajo mano, la dirección le permitía dar clases extrar a aquellos alumnos que intuían algo más aventajados.
Regados por la sapiencia de Don Gregorio surgieron el alcalde, los curas de San Juan y Santo Domingo, el secretario del Ayuntamiento, el director de la sucursal del Banco de España o el dueño de la hidroeléctrica Aguas del Duero, a los que procuraba evitar los domingos durante el paseo pues de cruzarse con ellos, de puro cariño que le tenían, se los encontrara tomando cafe, sopa o copa, tenía los gastos pagados antes de que terminaran de saludarlo.
Incluso el coronel Alameda, un hombre de bigote fino y engominado, botones inmaculadamente pulcros, ademanes franceses para con las mujeres y labriegos con los que tenían que confesrle algo, tenía una cuenta abierta con su nombre en el mismísimo Casino, donde por otra parte raramente entraba el docente por eso de no andar nunca sobrado de cuartos.
Todo porque una mañana de invierno, decidió usar todos sus hilos para conseguir que ese mocoso mandón y con dotes de lider, pudiera hacer carrera en el Ejército o la Benemérita.
Y eso que todos sabían la condición de masón y socialista de Don Gregorio, quien no obstante mantenía discretamente limitada su felicidad por la llegada de don Manuel a la presidencia por eso de que Soria era demasiado vieja para concebir un Madrid sin Rey y una escuela sin obispo.
- Sabrá usted que en Madrid andan interesados por las notas de su hijo - comenzó diciendo el día que, acompañado por dos números de verde oliva por uniforme y tricornio sobre la testa.
El padre, que entretenía la mañana contando mazorcas de maiz, perdió el semblante y el sano color en cuanto vio los cerrojos de los Mauser, los cuales contemplaba con expresión hipnótica y atemorizada, a punto de salir corriendo campo a traves del puro pánico que le dominaba.
- Pues me mandan con estos señores - miró a izquierda y derecha - para informarle que no piensan dejárselo escapar y que si no lo dejar ir por letras....lo mandarán al Ejército.
Los dos guardias "prestados", gallegos y por tanto algo cerrados para todo lo que no fuera verde, apenas comprendía el poco castellano del cuartelillo por lo que cumpliendo orden, pusieron rostro duro y dejaron que el sol les hiciera relucir el tricornio, sabedores del efecto hechizante que este tenía entre los hombres de azada.
- No por favor.....no me mande al chico a la guerra.
España andaba lejos de guerra pero al campesinado que la padecía dede Católica, servicio militar y guerra eran los dos, una misma cosa.
- Entonces ya sabemos que David seguira estudiando.
El chico pudo seguir estudiando y, aunque su padre lo dejaba en paz, siguió buscando la sombra del girasol pues igual que una feligresa devota cree estar más cerca del divino bajo la bóveda gótica y frente a los altares, el se sentía incapaz de contentrase como sabía que podía hacerlo sin sentir, a poco que resoplara el viento, como los tallos de las futuras pipas le acariciaban la espalda......y eso lo tranquilizaba.
Todo murió cuando estalló la "incivil guerra".
Todo....menos los girasoles.
Con el final del curso, para cientos de miles de "Davides", la escuela cerrada, tan solo significaba el comienzo de la siega.
En el pais del recurso justo y por ende mal repartido, todos los brazos, con o sin capilares, eran un tesoro desaprovehado si no se le daba utilidad y para ello, David usaba los suyos para levantarse con el gallo, desayunar pan, aceite y leche, caminar tras su padre y compartir la faena, tan variada, tan múltiple, tan agotadora como desesperantemente inacabable.
Pero aquel verano extraño....agosto no llegó.
Nunca más lo hizo.
En Soria no hubo tiros de ida y vuelta.
Al contrario de lo que acontecía en todo el país, los sorianos practicamente carecían de esa otra media España a la que enfrentarse y en las tabernas y mentideros, la única discusión se centraba en cuando y sobre todo como debería arremeterse contra la República y sus falsos políticos.
A Soria le sobraba el vino, las insulsas discusiones, las aseveraciones en grupo, las ratificaciones a cada uno más alto, el hablar inconmovible de siglos....el odio visceral, sintomático a todo aquello que por republicano, les sonara a demoniaco, antiespañol y por tanto anti ellos mismos.
No había otra forma de llevar las cosas....lo llevaban en la sangre.
Las descargas que a partir del decimoctavo de julio comenzaron a interrumpir la hasta entonces soporífera noche soriana, no eran fruto de la resistencia popular y armada sino hijos de la ira, del ansia de unos por acallarse a ellos mismos.....pues las guerras fraticidas tienen el cruento lado de conocer demasiado bien a aquel a quien se le priva de toda vida.
Aun en la victoria, el más fuerte, aquel que sacude el cerrojo con mayor rapidez y disciplina, teme sobre todo al pensamiento oculto del vencido, su peor arma, aquella con la que un día si y dos seguidos también, se le priva de la razón que el Mauser y solo el Mauser la ha concedido.
Era madrugada oscura y aun agotado, David permanecía inalterable, pálido y con la mirada fija dispuesta sobre el encalado techo.
Cuando escuchó la cuarta andanada hizo además de levantarse pero al hacerlo, la vieja y oxidada cama lo traicionó delatándole.
- Esta quieto - escuchó ordenar a su padre desde el otro lado de la pared de caña y barro - Y haz como si durmieras.
No gritaba....pero tampoco dejaba opción.
David podía haber crecido hasta sentir que algo hasta aquel entonces tan solo mingitorio, se retorcía entre el esterno y las vértebras, justo debajo de la cadera, mientras entre oreja y oreja sentía que el cerebro y su servidor, el pensamiento, le reclamaban a su manera más pan y molleja....obligándole a inventarse mil maneras diferentes de acallar a su creciente curiosidad.
Y una de esas maneras fue dormir la siguiente noche, con el cuerpo pegado al suelo y la sombra alejada de la traicionera cama.
Así lo hizo hasta que escuchó las primeras descargas.
Apenas se disipó su eco, salió por la puerta pisando piel con suelo para sofocar el ruido de sus huellas y apenas volvió a sentirse seguro, tornó a calzarse para correr hasta donde podía vislumbrar los fugaces y mortíferos fogonazos.
Al llegar junto a los cañaverales del río, donde criaba la focha oteaba la garza, los asesinos marchaban sin arrepentimientos, montados en los camiones que los devolvían a la ciudad.
Le costo volver a recuperar la seguridad pero apenas lo hizo...se arrepintió para toda la vida por haberlo logrado.
Allí, retenidos entre la corriente y los largos palos del cañizo, los cuerpos iban lentamente siendo tragados por el Duero, que los arrastraría hasta pudrirlos río abajo, allí donde de ser hallados, nadie sería capaz de poner nombre a un rostro inflado y descompuesto.
Tan solo pudo ver tres cuerpos, los tres vestidos con las camisas blancas que solían llevar los obreros que trabajaban restaurando los tejados de la Mayor o en el mantenimiento de la vía férrea.
Pero de ese blanco apenas les quedaban poco más que las mangas pues sus cuerpos destrozados, costillas astilladas y tripas al fresco, tiñeron de rojo todo lo que antes se mostraba inmaculado.
¿Que tendría aquel color, tan único, tan tétrico, tan poderoso e hipnótico para imponerse de semejante forma sobre la oscura noche estival?.
Sintió pena por el destino de unos desconocidos, sintió pena por sus asesinos pero más pena sintió por la malgastada tinta del poeta que vio en el Duero mil y un nombres y usos pero que nunca pudo imaginándoselo a la par que un enterrador, ocultando a la luz los cuerpos delatores, ocultando el terrible crimen que sus asesinos habían cometido.
Pues David pensaba y obraba a la par y bien sabía que asesinos eran, pues de obrar justicia esta se hace con la luz por bandera y a la vista de la multitud....pero el criminal siempre busca la sombra que lo oculte o el turco que le preste la cabeza....y aquí el turco resultó ser Duero.
David tardó en conciliar el sueño el resto de su vida.
Apenas cerraba los ojos, exhausto por cualquiera que hubiera sido su jornada, el dormir profundo se lo arrebataban los fogonazos y el tremendo estupor de las descargas apenas unos segundos después que le hacían abrir los ojos hasta casi desabrocharlos de sus cuencas.
Ya no dormía en el suelo ni se acercaba a los cañaverales y cuando faenaba, lo hacía siendo dándole la espalda a un Soria que prefería imaginar que no existía....como el amigo que se cree fiel y resulta usurparte la confianza y darte un mal tajo por la espalda.
El río marchaba hacia el este y arrastraba con el los deseos de unos libros que arrojó a su corriente porque no veía solución a toda la mierda que lo rodeaba.
- Es joven y está bien compuesto - explicaba el falangista - Se nos escapó anoche en el palacio de Gomara.
- Golpeó a un cura y saltó por la ventana - añadió otro algo más bajito pero de voz más aguda, casi afeminada.
A simple vista, un ignorante hubiera visto pecado en escaparse de la justicia llevándose por delante la faz de un mosen.
Pero como tantas veces he dicho, allí no había piedra que no supiera de su vecina y en Soria todos sabían que el padre Ernesto, el castrense de la milicia, daba misa a la amanecida y luego se echaba las cartucheras a la espalda para devolverlas vacías y empleadas sobre la testa de la España atea.
Padre, para no variar, escuchaba sin mirar, atareado en hacerle una herida a la tierra para incrustar un poste y luego otro y otro hasta trenzar una barrera con la que pretendía ahogar las querencias de los jabalíes sobre su huerta.
Al retén de falangistas no parecía ofenderle la actitud.
Todos habían paseado por la Alameda y sabían del héroe de Africa y el héroe de África sabía de los niñatos ricos, los jóvenes abogados o los labriegos incultos y fanatizados que vestían camisa azul y ofrecían su hombría sobre el terror de quien no podía defenderse.
- Pensamos que tal vez escapó por aquí - explicaba - Como este camino lleva a Zaragoza....
- Pero en Zaragoza estan los vuestros - interrumpió David - y si van a matarlo lo mismo le da el Ebro que el Duero.
A poco que terminó la frase, el chico deseo jamás haberla pronunciado.
A la honra del falangista no pareció sentarle demasiado bien que un chiquillo de dieciseis años le ofreciera sin pedirlo lección de geografía y ética sobre la misma frase.
Pero la verdad es que pensar lo tenía bien pensado y si lo que el fugado deseaba era salvar el pellejo, lo mejor y más cercano era poner pies hacia el sur, hacia la Guadalajara roja, donde los frentes eran un coladero que se iba poco a poco amoldando, dejando escapar los unos y los otros hacia su lado y entre medio, hasta incluso podían presentar saludo o incluso desearse una cómica y poco sincera buena suerte.
- Ya veremos - concluyó.
No encontraron nada.
Tampoco podían.
El girasol era listo y todo lo ocultaba.
David descubrió la muchacho llorando la impotencia mientras caminaba campo a través y sin rumbo...imaginando su cercano destino entre los cañaverales.
Se apiadó y dado que nadie podía relacionarles con mayor "rojo" que la sangre, lo ocultó bajo la misma y callada discreción donde el escondía sus sueños literarios y el dolor que le corrompía el alma.
Y el girasol no volvió a fallarle.
- El girasol tiene palabra - le explicaba.
- Me llamó Andrés - el chico apenas le sacaba cinco, tal vez seis años a David - Sabes que si te descubren - añadió recogiendo el morral con comida y ropa que su salvador le había traído - te matan conmigo.
- ¿Que vas a hacer?.
- Andaré hasta el frente y pasaré de trinchera. Dicen que se está formando un gran ejército del pueblo. Me uniré a el para ajustarle las cuentas a todos estos fascistas hijos de puta.
- He visto a los fusilados del Duero - espetó con rostro dolorido.
- Yo no acabaré así sin llevarme unos cuantos por delante.
El Andrés no le comprendió. El Andrés no podía comprenderlo. Pero David si. Vio en sus ojos el mismo fanatismo que mataba entre los cañaverales, pero no de Soria y el Duero, sino del Manzanares madrileño, del Segre Leridano, del Turia valenciano...y llenaba de barbaridades las riberas de los pueblos, las riberas de la carretera sin darse cuenta que tras la sotana, abiertas las heridas, lo que manaba tenía el mismo color, la misma testura y templanza...dolía igual.
¿Por que no lo veían?.
Con el nuevo curso y ya bachiller, toda la novedad se perdía en el azul intenso del Caudillo, retrato en pintura, uno de miles, limpio, pulcro, barato, muy noño y nada logrado, sin panza y el gesto tan frío que era imposible que tuviera algo de humano.
Bajo el el escudo del yugo hilado en rojo resaltaba en el pecho del nuevo maestro, cuyo nombre todos olvidaron en cuanto lo mentó, acompañando el gesto con palabras grandilocuentes, insensibles y alejadas de la cálida chaqueta de pana y la corbata destemplada de su antecesor....Don Gregorio.
El misterio sobre su asencia terminó de revelarse apenas un día más tarde, entre las ruinas hace mucho caídas de un San Nicolás mayestático y aun eclectizante....allí, desdenciendo al puente de San Juan para cruzarlo y regresar bajo techo, escuchó el griterío y las risotadas, el valor de la multitud, valiente anónimo entre mujeres con la cabeza afeitada y el vestido nauseabundo, rodeados de esas heces que no se controlan porque el ricino no deja que el esfinter lo haga...el rostro humillado, la lágrima viva...
- !Puta roja!. !Matacuras!. !Anticristos!.
La mitad de ellos gritaban lo que se les indicaba y la otra mitad, aun convencidos, olvidaban.
A un lado del espectáculo, la protección del coronel le había librado del temido aceite que a el por viejo podría haberlo matado y lo protegía de las iras del mal populacho, acobardado cuando uno de ellos se atrevió a insultar la cara del anciano maestro para toparse con que al "Benemérito" se le escapaba un sopapo que le arrancó un diente y le amorató la cara.
Pero nadie pudo librarle del cartel que le colgaba..."POR MASÓN" y que parecía pesarle como si fuera el reo más peligroso de España, siendo que mal escrito, con letra desunida y mal nivelada, apenas era cartón y una cuerda de esas que los campesinos usan para apretar bien la paja.
- ¿Es verdad Don Gregorio? - preguntó David - ¿Es usted masón?.
- Será cierto hijo....si estos señores lo dicen.
- Venga mocoso ya puedes ir tirando - le dijo el coronel, incómodo porque la obligación del servicio le tuviera que hacer pasar por semejante mala hora.
Padre y madre no se extrañaron de que aquella noche su hijo no apareciera para la cena, ni para dormir ni para ayudar en las tareas de casa.
La mala nueva llegó antes que David y ambos sabían de sobra donde estaba.
- Déjalo - pidió madre cuando padre ya se preocupaba y parecía querer salir en su busca - Ellos saben como consolarlo.
Ellos lo veían llorar, ellos que padecían la reseca Castilla conocían mejor que nadie cuan dificil es comprender a sus gentes y cuan imposible es verle derramar una lágrima que en público los hiciera pasar por flojos.
No se supo nada más de Don Gregorio.
Aun salvando la vida, gracias a los débitos de sus enemigos, David sabía que esta no le iba a durar demasiado y que tal vez en el fondo, el viejo hubiera preferido que lo desahucieran los primeros días, las primeras balas.
Por mucho que la carne siguiera viva, sin que nadie hablara, todos sabían......que sin pizarra ni tiza, sin alumnos, recreos, libros, lecciones o paseos entre la tumba de Leonor y la Alameda, el alma de Gregorio, del maestro Don Gregorio, ya estaba muerta por mucho que sus pulmones respiraran y su salud aparentara un buen ritmo cardiaco.
La Guerra concluyó con el tiempo justo para que los girasoles lo destetaran, dejando que marchara a cumplir con el rito castrense viendo por primera vez en su vida, como resultaba un atardecer alejado del Duero.
Podía sentirse dolido, profundamente herido por las cicatrices viejas que supuraba esta España mil veces desventrada, pero mientras sus iguales luchaban por el funcionariado, por lo castrense o lo político, por un sueldo fijo y el aburrimiento de una vida sin creación y prevista, a David no le dio la gana y se puso a estudiar ingeniería.
Pasó sus primeros años ganando nombre en el oficio, restañando los puentes, las carreteras y los túneles que las bombas resquebrajaran para luego izar el pabellón del monumento, de la iglesia incendiada, de los pueblos de repoblación o los estadios de fútbol, de las calles con nombre de héroe o las avenidas grandilocuentes con las que se pretende demostrar aquello que en nada se posee.
En los sesenta ideó hoteles, campings, urbanizaciones miméticas y costeras y ya cuando atisbaba el inicio de la Democracia le llamaron para que regresara a Soria pues a sus padres les había dado por morirse discretos y solos.....como si todavía estuvieran en vida.
- Estoy cansado - se dijo.
Y aun dolido, lo necesitaba.
Nada más llegar, ascendió a la ermita y se quedó quieto, como si pudiera escuchar el verso acuoso del Duero.
Soria no cambiaba y ante su mirada, lo mismo podía ver los cañaverales, algo crecidos que el puente de hiero oxidado pero todavía ofreciendo servicio.
Al fondo San Juan y ya atisbando, la punta de la concatedral le pedía que la visitara.
Atardecía y la niebla, agazapada en la humedad de la estepa, comenzaba a brotar como fantasmas surgidos de su propia nada para envolver Soria y borrarla de toda mirada...pero seguía allí en su mente...en su mapa.
- Estoy cansado - repitió sin que la pareja de domingueros madrileños comprendiera si aquel viejo se quejaba por cascarrabias o les pedía una limosna.
Visitó su criadero, la casa de sus padres, malamente conservada, el colchón chirriante de su habitación, el almacen de herramientas, la barrera del huerto, la senda que llevaba al pastizal....como si nada les hubiera cambiado ni a el ni a sus recuerdos.
Se alegró de que padre no hubiera dejado que el girasol pereciera.
El girasol da pero exige y no le sienta bien las inclemencias castellanas. Cultivarlo ya no daba pero aun con todo su progenitor, el héroe de África había continuado trabajando el campo como si al hacerlo, el ároma que desprendía cuando abría la flor flotara hasta donde se encontrara su hijo y pudiera protegerlo como el hubiera deseado hacerlo desde su infancia....solo que no podía...bastante padecía protegiéndolo de si mismo.
Con el caminar desgastado, hastiado, roto por la soledad y los malos cálculos, David superó los mareos de su cadera y se sentó nuevamente bajo los tallos.
De frente, dos urracas lo contemplaban con picos extasiados, curiosas, relamidas.....extrañadas por la presencia del extraño.
Cerró los ojos y el viento, que ya levantaba la neblina, meció los tallos.
Y estos le acariciaron.
- Si - volvió a hablar solo - Estoy muy cansado.


Bucardo


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