lunes, 15 de septiembre de 2008

El Hilo


El Hilo
- ¡Pegas fuerte moro mierda!.
- ¡Tu también paisa cabrón! – contestó escupiendo al suelo una baba sanguinolenta.
Agotados pero retadores, empecinándose en ahuyentar la duda de su corazón y dolor de sus mentes, los dos adversarios racionaban las pocas fuerzas que les sobrevivían.
Sus caras, sudadas y amoratadas, daban fe de los muchos golpes encajados.
Las cejas, aun partidas, se les unían para demostrar que ni vivos ni muertos, cederían un gramo.
Sus puños, despellejados, permanecían cerrados como si abriéndolos, exhalaran una súplica de clemencia.
Pasara lo que pasara, de aquel redil de sangre y arena, saldría de pie solo uno.
Pero aunque ellos no lo supieran, aunque los gritos y empentones de la jauría les cubrieran el raciocinio, bajo ellos, invisible, sobrevivía para unirlos, un sutil hilo.
Y ese hilo tan solo era, el miedo que se tenían.
Bucardo

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