domingo, 14 de septiembre de 2008

La Última Sonrisa


La Última Sonrisa
Hacía falta estar muy desesperada o no tener nada que perder.
Sin malas conciencias ni remordimientos, la mujer alzó sobre su cabeza lo que un segundo antes protegía en su regazo y lo arrojó al vacío.
Luego lo hizo ella.
En su caída no se escucharon ruegos ni gritos.
Los que la sacaron contaban, que en su rostro vieron una sonrisa aliviada y un gesto libre de amarguras y fatigas.
- Sufrió mucho – sentenció una de las viejas que le componían el velatorio – A nadie le gusta que le nazca un hijo muerto.

Bucardo

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