domingo, 7 de septiembre de 2008

Las Llamas


La Llamas
Las llamas anduvieron hambrientas.
Antes del amanecer ya lo tenían todo bien devorado.
Rufino lo contemplaba contenido tras sus puños prietos, mezclando la impotencia del inútil con la sensación de haber desperdiciado un cuarto de vida, levantado una cima de cenizas evaporadas.
Sobre el como o el por que del fuego, todo era y sería una pregunta sin respuesta.
Una pregunta que a Rufino no le preocupaba.
Antes incluso de que la última brasa se fundiera, rumiaba sobre como conseguiría salir del embolicado.
Tras el, sin que quisiera mirarlos, no fuera que le intuyeran las retinas, andaban sus dos hijos, aun chicos, y la mujer, siempre tan tonta como beata.
Esperaban aburridos, de brazos cruzados, esperando a que el señor dispusiera para dar señales de vida.
No hubo ni amigos ni bomberos.
Los primeros existen solo para los ilusos y los segundos, allí donde hay casas ricas o presupuestos.
Pero para los pobres, o el fuego es grande como cabeza de cerilla, o lo pierdes todo.
El viento apareció y la columna de humo se dejó cortejar como un niño sin criterio.
Se alzó un polvo negro y con el, los pocos papelajos de un hogar donde la azada primaba más que las cuatro letras que se esbozaban.
Y uno de esos papelajos, agrisado, acudió meciéndose hasta llegar a los pies del Rufino que se agachó para recogerlo con la expresión creciente de quien reconoce las indirectas que le lanza la propia estrella.
Era el con el fusil al hombro, dispuesto para una guerra que no fue suya en una tierra que le pillaba algo alejada.
Tenía cara de joven, cara de iluso y crédulo, pero sobre todo cara de acojonado.
Noches de trinchera y ojo atento, procurando que lo que era sombra no fuera muerte y que se pudiera llegar vivo a la mañana y a la luz que esta les traía.
Noches bajo la manta, hambriento e iluminado con una lámpara escuálida, no fuera que el enemigo lo matara mientras lloraba, insuflando cartas a una madre desesperada.
Rufino sonrió.
Ya sabía como.
Y dando la vuelta les lanzó una sonrisa confiada e impropia, como si uno anduviera contando chistes en el funeral más cenizo.
- De peores hemos salido….¿no?.
Bucardo

1 comentario:

unjubilado dijo...

En los últimos años ha habido pequeños incendios en Broto y Torla, pero el de Rufino no se apagará nunca.
Saludos