miércoles, 30 de julio de 2008

TOC, TOC


TOC, TOC
Toc, toc.
- ¿Quién llama?.
- Soy yo.
- Yo….yo…¿Quién yo?.
- Tu hija Nines.
- Nines…si….si….¿mi hija?.....¿cuál hija?.
- La pequeña, tu pequeña, la niña chica, la de los mofletes….¿sabes?.
- ¿Si?....si….si mi Nines…¿la de los mofletes?.
- Si madre….y la del hoyuelo justo en medio de la barbilla…¿no se acuerda?.
- Si Nines hija, recuerdo…..si.
Pero el cerrojo y su silencio continuaban sellando la puerta.
Toc, toc.
- ¿Quién llama?.
Bucardo

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domingo, 27 de julio de 2008

El Amanecer del Último Día


El amanecer del último día
Al amanecer de su último día, Don Tomás se levantó del lecho y, después de desayunarse un tazón de leche ahogado en pan duro, marchó a disfrutar de un paseo digestivo.
Al amanecer de su último día, Don Tomás cerró la puerta de su casa, una de esas con doble hoja y llave de hierro colado, con la aldaba en forma de inmenso manubrio negro que agradaba tanto al dueño como escandalizaba a la beatitud del pueblo.
Al amanecer de su último día, Don Tomás se encaminó calle abajo, opuesta a la que marchaba hacia arriba y que eran únicas en un pueblo de únicos, dejándose llevar por la vencida que iba a morir frente a la casa de Doña Irene.
Allí llamó al timbre y esperó.
- Enseguida voy – escuchó decir al otro lado.
- Deprisa amor – respondió – No olvides que hoy es nuestro último día.
Salió enlutada y ojerosa, pero fresca, agradeciendo la ayuda que el caballeroso Don Tomás le prestaba a la hora de cerrar un portón que dos de cada tres veces se desencajaba.
Al amanecer de su último día, Don Tomás y Doña Irene, caminaron, juntos y aun temerosos de rozarse las manos, los pies en alpargata, y la dirección puesta allí donde se alzaba la iglesia.
En la iglesia no había aldaba ni timbre y su puerta, siempre abierta, daba a una sola nave que daba la alarma con el eco de los pasos que pisaban su tarima.
Antes de llegar a la sacristía, por decoro, Don Tomás carraspeó para no pillar al mosen en cualquier impostura y al poco lo vieron aparecer, con la chaqueta raída y los pantalones de pana, el nuevo uniforme desde que le quitaron la obligación de calzar levita y sotana.
Y así, al amanecer de su último día, Don Tomás casó con Doña Irene, ya encanecidos y achacosos, rico uno, pobre ella, cumpliendo a deshora el deseo que de mozos, otros, les habían negado.
- Vamos a la cama – le dijo el apenas los bendijeron.
- Pero….¿a nuestra edad? – desconfió ella.
- ¡Claro mujer!....hoy es el anochecer de nuestro primer día.
Bucardo

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viernes, 25 de julio de 2008

A pesar de mis defectos


A pesar de mis defectos

“Búscame”
Eso ponía la nota y no le hizo mucha gracia.
Se sentía agotada, tenía la mente embotada, los pies latiéndole con fuerza y ya no se sentía la edad de andarse con chiquilladas.
- ¿Dónde paras?.
Pero solo el vacío le dio respuesta.
Marchó a la cocina, rebuscó en la salita, miró tras de las cortinas, echó un vistazo al baño, llegó al despacho e incluso agachó el cuello por debajo de la cama.
Pero no le encontró ni el rastro.
- Tonto estás – sentenció, enfurruñada por haber perdido diez minutos de echarse sobre el sofá y dejar que las estupideces televisivas la envenenaran.
Descalza, se preparó una tisana y mientras disolvía el azúcar con la cucharilla, le vino a la memoria algo nuevo que no había visto cuando marchó por la mañana.
Regresó a la habitación y sobre la colcha oscura, descubrió una notita amarilla fosforita, dispuesta justo donde solía desvelarla con sus ronquidos y ocuparle tres cuartos de la sábana.
Y al volver a la cocina vio otra más, colocada donde llevaba años masticando con la boca abierta, tragando más que comiendo y bebiendo el vino como si aun necesitara babero.
Y en el sofá donde estiraba sus pies sucios y dejaba olvidados los modos…topó con una más.
Hasta en el baño donde olvidaba fregar los restos de su afeitado y nunca se acordaba de dejar enroscado el mango de la ducha.
Y en todas ellas le había escrito lo mismo.
“A tu lado, siempre, a pesar de mis defectos”.
Ella sonrió y no sabe de donde, le vinieron nuevas fuerzas.
Cogió un block de notas amarillas, por supuesto fosforitas y decidió poner la primera en el armario…ese que nunca terminaba de estar ordenado.
Bucardo

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martes, 22 de julio de 2008

Redescubrir


Redescubrir
Fíjate que raro….ahora, con los años, volvemos a estar abrazados.
Dicen que a veces ocurre, que cuando a la vida le quedan dos soplos y uno se siente cumplido, le da por ponerse gafas nuevas y mirar de cerca.
Redescubrir, si, redescubrir a lo que siempre anduvo al lado.
Anoche nos ocurrió a nosotros.
Si, como cuando los abuelos te contemplan con esa expresión tan apenada que da el saber que la inocencia es caduca.
Como cuando nuestros padres saben la verdad de una pasión que un día parece inmortal y ellos desde el ayer, saben caduca.
Como cuando toca contar nueve meses y estos nunca llegan.
Cerramos la puerta y al correr el pestillo, nos vimos solos.
Ellos marcharon.
Por un momento, las paredes del recuerdo parece que se nos abalanzaron.
Se que tuviste algo de miedo.
Yo también lo tuve.
Durante unos minutos la soledad se me hizo extraña, inquietante y sobre todo silenciosa.
Hasta que llegaste tu y la tortilla.
Jugosa, con la yema medio batida, justa de cebolla y la patata en rodajas finas.
- Rica como nunca – y añadí un guiño.
¡Cuánto haría que no coqueteábamos!.
Tu hablaste de planes y yo de proyectos….tu de intenciones y yo de deseos….tu de ilusiones y yo de anhelos.
Y de estas trazas, desgranándonos, descubrimos la olvidada sensación que da saber que por primera vez….andábamos sobrados de tiempo.
Tiempo para desprendernos del atrezzo con cierto recochineo, tiempo para besarnos y hacer vericuetos, olvidando achaques y fatigas, escuchar un jadeo nuevo, acariciar donde hacía demasiado que no habíamos acariciado….tiempo para no mirar el tiempo y encontrar el cajón perdido del goce ajeno.
Nos hemos quedado dormidos.
Bueno…..yo a medias.
Siempre me ocurre cuando lo siento todo tan perfecto.
Receloso del momento, momentos que son nubes….en movimiento y nunca iguales.
Esta es nuestra nube y allí, juntos, estamos.
Bucardo

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domingo, 20 de julio de 2008

Haciendo el Indio


Haciendo el indio
De niño rodeaba el fortín con sus apaches.
Los indios le hacían más gracia, por mucho que las películas los pintaran como malos, siempre sitiando caravanas de niños, levantando las faldas de la mujer blanca, cortando cabelleras o vistiendo con aquellos indecentes taparrabos.
Vivían bajo el cielo, no sabían lo que era la letra, tenían cara fura, llena de pintarrajos y “Jao” era todo su castellano.
Pero en sus propias películas, las que rodaba con el Tecnicolor de la imaginación, sus sioux conseguían traspasar las empalizadas, quemar las torres de defensa, fundir los cañones y poner en fuga a los siete séptimos de caballería.
La vida es mucha más divertida cuando las posibilidades salen baratas.
Pero ahora se siente Custer a punto de perder la caballera, en una batalla de derrotados que siempre es la última y se libra desde la mañana.
El fuerte es su despacho, los beneficios la artillería y los indios brotan por todas partes, desde la papelera hasta el ascensor, recibiendo un fax o apenas siente cerrarse la puerta de casa.
Los sioux le han arrebatado, todo lo que antes sabía a Tecnicolor.
Sobre la cama, muy de noches, cierra los ojos y antes de soñar, añora los tiempos en que lo que nunca fue escrito, le regalaba todo un final abierto.

Bucardo

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sábado, 19 de julio de 2008

El Cazador de Momentos

El Cazador de Momentos
Cuando Ian atisbó la pieza, encaró sin nervio, puso el ojo sobre el visor y al sentirlo bien encuadrado, sonrió dichoso.
Su enorme pulgar acarició el pulsor, apretando levemente hasta que la presión surtió efecto y el ingenio cobró vida con un eléctrico disparo.
Orgulloso izó el cuello.
Una más.
Miró la luz que un segundo antes, le había parecido mucho más perfecta.
“!Quien me lo iba a decir! – pensó – Cazador de momentos”.