lunes, 6 de diciembre de 2010

El Secuestro.....


El Secuestro…

Tuve una visión en la que el yo que deseaba, arrinconado y en cuclillas, aguarda con las manos anudadas y la boca amordazada a que, frente a una pantalla gigantesca y casi etérea, se le desparramara el yo que era.

Al principio el yo que deseaba, gimoteaba, gritaba y forzaba, intentado desesperadamente librarse del secuestro mientras el yo que era, balbuceaba sus primeras palabras, recibía sus primeras, comulgaba, elegía lápiz, anorak y cartera, se adoctrinaba, acudía a la taberna, guiñaba los ojos a sus primeros amores, recibía las primeras acometidas de sábana…..

Luego el yo que deseaba intentó respirar y recuperar aliento, rumiando para descubrir donde habían escondido la llave de su candado.

Miró alrededor por si en un descuido, sus misteriosos captores había olvidado un trozo de cristal con el que deshacer sus ligaduras.

Y mientras, el yo que era fichaba por empresa, firmaba su hipoteca, descubría amor, casorio, desagradecida descendencia y larga agonía del desenamoramiento.

Al final, el yo que deseaba cerró los ojos, agachó la cabeza y deseó estar muerto….justo cuando el yo que era dejaba de serlo.

Al menos para eso, ambos estuvieron de acuerdo.

Bucardo

sábado, 4 de diciembre de 2010

El Barrizal...


El Barrizal…

Cuando Auno las hundió, el barro absorbió sus manos, ennegreciendo las yemas, las uñas, las digitales, un, dos, tres cuatro y cinco dedos, los carpos y metacarpos, la muñeca, las venillas y los antebrazos….su pestilencia, nauseabunda, hacía demasiado que no hacía ascos a la pituitaria.

Cuando Auno trataba de imaginarse la niñez, buscaba secretos ocultos en la ciénaga mientras madre lo aguardaba, fingiendo enfado, a que saliera del barrizal para meterlo en la lavadora con la ropa sin quitar.

Luego, con el pelo mojado y la piel cálida, aguardaría un tazón de leche endulzado y unas galletas que lo convirtieran en merienda.

Auno lo soñaba mientras los dedos se resquebrajaban cada vez más encrespados, cada vez más embrutecidos, la mirada cenutria y el anhelo ahorcado, hundido en el barro de donde usurpaba, el coltán, el cinc, el cobre o hierro con el que callar el hambre y seguir alimentando sueños.

Bucardo

lunes, 1 de noviembre de 2010

Solo yo se como te gusta...


Solo yo se como te gusta

Cada noche, tras la cena, la madre llevaba a su niño en brazos, lo acostaba y con una sonrisa tranquilizadora, lo acotaba, tapándolo con una mullida manta.

Todas las noches, dejando la puerta entreabierta, para que no se quedara con sus miedos y fantasmas, indefenso y a solas.

Todas las noches, todos los días, todos los inviernos y veranos, todos…todos….durante años.

Todos hasta que el niño, ya no tan niño, le pidió que cerrara la puerta, porque ya no le dominaban sus miedos.

La madre rió, la madre hizo burla y continuó, como antes y siempre, dejándola a medias.

Todas hasta que el niño, ya no tan niño, quiso mullirse al gusto.

La madre rió, la madre hizo burla, convencida de que el niño seguiría, hoy y siempre, sin saber hacerse las cosas.

- Mamá no me gusta que cubras tanto. Me gusta respirar, me gusta el aire fresco.

- Tonterías – respondía – Así es como yo se que te gusta.

- Mamá cierra que quiero estar a solas.

- Tonterías. Yo siempre voy a estar a tu lado.

El niño, ya no tan niño, comprendió la incomprensión y decidió tras la cena, levantarse sin comparsa, acostarse sin manta y quedarse, sin cuna, rápidamente en modorra.

No sintió a la madre, entrando de hurtadillas, no la sintió sentándose a su vera pero si la sintió, zarandeándolo, arrebatándoselo a la antesala del sueño para regresarlo allí donde ella se encontraba, en esa quimera donde nada ocurría y no existían los minuteros.

- ¡Mamá!.

- No vuelvas a hacerlo – sajó – Nunca vuelvas a hacerlo.

Las noches calmas desaparecieron, las disputas se hicieron postre de la cena entre la intolerancia, el anhelo por ser y la negativa a consentir un solo gramo.

El niño, ya hijo, supo ver en la distancia remedio y la madre, angustiada, se sofocaba cada vez que dos baldosas los separaban de su perenne neonato.

Así hasta la fatídica noche en que la madre, aterrorizada ante el nudo que se desataba, desoyó las quejas, alisó las sábanas y arropándolo con la manta, taponó su nariz con fuerza obsesionada.

Su perpetuo e inmutable vástago, embistió, arañó, rasgó el aire y su rostro, con los ojos espantados y la mirada de quien no esperaba llegar al final tan pronto quedando para siempre muerto, para siempre niño.

-- Así mi cielo. Así. Solo yo se como te gusta.

BuBucardo

jueves, 28 de octubre de 2010

Buscando aire....

Buscando aire…

Ella, que todo lo odia, lloriqueaba como una mocosa cuando las cosas se hacían a la contraria.

Ella, impuesta, suprema, incombustible e intolerante, desafiante e incapaz de consentir otra cosa que no dictara su exclusiva conciencia.

Y su conciencia, era el lado blanqueado de una carcoma mustia que la obligaba a fingir su perfección por encima de los anhelos de quienes la amaban…porque si….habían quien la amaba incluso frente a sus insufribles imposiciones.

Al principio, en el apogeo, cuando nadie osaba desafiarla, su universo carcoma, impuesto e incuestionable, era perfección al continuo borde del deshecho.

- ¿Estas cansado?. ¿Estas triste?. ¿No eres feliz? . Sonríe, finge, compra, ostenta.

Pero cuando la desdicha obligó a quienes la amaban a advertirle de lo espesa, omnipresente y cruel que era su sombra, entonces arremetió con saña, como jabalí acosado, como púgil amoratado y contra las cuerdas.

Porque ella, que todo lo odia, lloriqueaba como una niña, mal criada y caprichosa.

Pero no lo hacía contra la verdad negada, no por las oportunidades que se había negado, sino contra quien se lo revelaba, contra quien alzaba el telón, arrancaba el papel maché, cortaba el sostén de su máscara, mostrando que su existencia, respiraba, sobre todo, en la falsedad de una apariencia que no era.

Ni un gramo….ni un gramo cierta.

La jugada conseguía retirar la mano cariñosa, ocultar la advertencia bajo la impecable alfombra.

Reía, feliz y ensoñada en su mundo sin manchas, ciega ante la mano mordida que comenzó a buscar sus propios mundos, marginales, alejados pero intensamente reales, donde no se amputaba la felicidad propia para satisfacer las ajenas.

- Estoy triste…lloro….estoy contento…río…..deseo comer con la boca abierta….lo hago.

Y un día ella, que todo lo odiaba, ensayó la milésima de sus rabietas para encontrarse con que quienes la padecían, continuaban adelante, sordos cuando ella gritaba.

Su omnipresencia, su contagiosa asfixia, lograron, por fin, dejarla sola.

- La culpa es tuya – señaló a un perro, señaló a la pared, a la mesa de pino Ikea, e la televisión apagada y a una mosca….

….lo que fuera, con tal de no señalarse a si misma.

Bucardo

martes, 26 de octubre de 2010

Yo y Yo


Yo y Yo

En Toledo hubo un yo, diluido entre el Hospital de la Santa Cruz y el puente de Alcántara...allí donde ella dijo no cuando quise amarla.

Ese Toledo malherido, fue el que decidí encarar cuando retorné al mirador y traté de no llorar bajo el recuerdo doliente de sus ojos afilados…..descorazonados….y muy negros.

El yo que abandoné, ya no estaba, ya no se olía ni era capaz de recrearlo.

Era el yo de los diecinueve, aplastado por uno mucho más eficaz y práctico…ese desconfiado que miraba mordiéndose el alma, bajo el cielo frío y la indiferencia de las piedras labradas.

En Toledo hubo un yo que ahora, caminaba hacia el Tránsito entre callejas gélidas, ajenas al guiri sacrílego e intruso que la martirizaba.

En la otra acera, una vecina tararea sin compañía, una cantinela que a mi paso se calla.

Al verme, morena y química, mira con menos ojos que sonrisa.

Y yo me sorprendo, devolviéndole la mía.

En Toledo hubo un yo, al que nunca le vienen las prisas.

Bucardo

lunes, 25 de octubre de 2010

El Velatorio de los....


El Velatorio de los…..

En el velatorio de los niños muertos, me volví sordo.

Podía verlos, a todos…llorando, destrozados y enrojecidos, rasgados, rabiosos, mutilados.

Podía sentirlos bajo el negro vestimenta, bajo el negro ocular y el negro cenizo de su aliento definitivamente quebrado.

Definitiva…irremediable.

Si, podía verlos, podía sentirlos, pero no quise escucharlos.

Mis tímpanos generaron un zumbido protector, intensificado a medida que me acercaba atemorizado a los ataúdes blancos, con el gesto huidizo y las manos sudorosas metidas en los bolsillos.

En el velatorio de los niños muertos, estábamos todos, menos los que iban a ser enterrados.

Ellos, ellos que no vi entre sus cuerpos fríos, estaban entre las fibras tensas de mi sordera, en los recuerdos que ya no mutarían por la obscenidad del crecimiento, por el cambio de faz y voz, por sus primeros disgustos, sus primeros consejos desatendidos, su cromosomática anarquía de una pubertad que ya no les llegaría.

Ellos que no vi en sus cuerpos fríos, gustarían para siempre de una buena riña por celos, de unas risas por la adulta tontería, de hacer amorfas muñecas de trapo con los ojos en x y los pelos de lana vieja…..y yo callándome la vida para no amargársela antes de tiempo.

Por eso me hice el sordo.

Porque no podía más, porque era incapaz, porque debía encastillarme….para salvarme de aquello con la memoria justa, con el dolor represado, y evitar el recuerdo de un alma amputada, por el velatorio de los niños muertos.