
El Escape
Cristina me quiere por interés o lo que es lo mismo…no me quiere.
Una de mis muchas cruces dentro de la Politécnica del Rosario.
- Félix ¿querés pasarme los apuntes de matemática?.
- Claro.
No se si me han enseñado a responder otra cosa.
Aunque sepa de largo que luego será el Eduardo quien le avance bajo la concha.
En dos días la pillaré sacándome la mueca en los descansos o inflando las pinchadas que sufro de diario.
Tiernos labios para una mente tan puñetera.
“Será hija puta”.
Puedo pensarlo.
Pero el pensamiento siempre se me pierde entre la lengua y el cerebelo.
Luego de las clases, agarraré el diecisiete que en un cuarto de hora me parará a una cuadra de casa.
Prefiero bajarme al menos a tres, para pasearlas y aprovechar esos pasos para limarme los malos ratos.
En el distrito, las basuras ya no se recogen de diario.
A menos que haya visita presidencial, si los camiones se acercan una vez a la semana, andamos contentos.
En el antaño, cuando no llegaba a diez y a la Argentina no le habían dado todavía el batacazo, los depósitos andaban inmaculados, sin que las bolsas se acumularan hasta la boquilla, sin que el olor a putrefacto hubiera brincado a patadas al de la comida que freían las vecinas.
Pero ahora, la Argentina real, resulta que es más pobre que la África y los portales de cada bloque, presentan unos desconchados que parece recién acabamos de andarnos a tortas con los chilenos por la Usuaia.
- ¿Se terminaron ya las clases Félix?.
Lina sabe que si.
Pero aun con todo lo pregunta, esperanzada por ver si le añado algo con lo que andar trasteando la lengua por el rellano.
Lina no tiene oficio y sin embargo nadie le reconoce el suyo, ese que ejerce con ahínco y por el que no cobra.
Si le pagaran por todos los secretos que sonsaca, exagera o directamente inventa, a la estirada culona que limpia el sillón de la Rosada, le entrarían dos musculazos para sacarla por la ventana y poner en su lugar a Lina.
- ¿Sabés que tus padres andan otra vez con la misma?.
- No es novedad – respondo – Bruja de mierda.
El añadido lo hago bajando el tono aunque en ocasiones temo, pues creo que aun con dos pisos entre su cara y la mía, la muy puta sabe leer labios.
El ascensor anda oxidado.
Si de adulto tengo buena memoria, puede que sea capaz de recordar los días que funcionaba.
Con el corralito, al que podrían haberle ahorrado el indebido diminutivo, la mayor parte del avecindad dejó de cumplir con el recibo comunitario.
El portero, ya sin sueldo, tuvo que buscarse la alubia y en cuanto el ascensor se quebró por ausencia de mantenimiento, nadie fue capaz de reunir los pesos que presupuestaron para repararlo.
- Os venís a vivir al primero – bromeaba Adrián el judío.
Al judío nadie le tiene gana, nadie le tiene caso y nadie tendría la ocurrencia de guardarle los respetos.
De hebreo no tiene nada.
Pero como la nariz le asoma por la cocina media hora antes de comenzar el desayuno y se rumorea que guarda “Jeffersons” americanos en el falso techo de su salita, el mote se le cayó encima sin mucho pensarlo.
A Adrián no le gusta que le quiten el nombre.
El muy cabronazo cree ser más argentino que el gaucho y siempre que le dan pie, repite la historia de cuando en un partido del Boca, Maradona chutó alto y el balón le atizó de lleno en la cara.
- Así eres de feo – le contesta Reme cuando ya no aguanta más la anécdota – Parecés mi viejo cuando nos hablaba a todos de la Potota.
Reme es la roba vírgenes de la cuadra.
Le quedó yo y, si no cayó durante la jornada, Joselito el Santo.
- Joselito ya me lo hizo – intentó quitar las costuras de mi postrera resistencia.
- Joselito va para chupar cirios – aduje – Y yo no gasto lo mejor mío contigo.
Todos los conocidos presumen de lo que les hizo con la boca y las manos.
Cuando entran en detalles, saco excusa y alejo con paso largo.
No soy mariposa.
Pero cuando llegue le día de dejar que alguien me la mame, prefiero elegir alguna con la que luego entren ganas de dormida y no de salir a escape.
Reme no es mala.
Pero es que todos necesitamos de un escape.
Siento los gritos apenas pongo un pie en el tercero.
Quedan dos pisos, sumados treinta y dos peldaños y parece que los tengo al lado.
Al abrir la puerta, lo hago con miramiento.
El hermano chico gatea y lleva costumbre de acercar la cabeza donde mejor pueden sangrársela.
- ¡Sos un vago, un crío, un consentido!. ¿Qué soy yo Fermín?. ¿Tu madre?. ¿Es que creés que voy a andar toda la vida detrás de vos cambiándote el babero?.
- ¡No seás exagerada boluda!. ¡Solo le pedí una cerveza!.
- ¡Si, luego de sentaros con los pies sobre la mesa apestando todo el apartamento!.
- Hola.
- ¡Llego cansado del trabajo!. ¡Querés encima que ande fregoteando!.
- ¿Y yo no trabajo?.
- Lo que vos hacés no está reconocido.
- ¡Por que con tres hijos no encuentro quien me cotice!. ¡Acaso no creés que quiero algo mejor que andar limpiando portales por cuatro pesos de mierda!.
- ¡Pues mientras gane más que vos entonces pondré los pies donde me salga de la pollera!.
- ¡A mi no me hablés así que solo me queda el respeto!.
Recojo al bebé.
Me mira con ojos tristes y acelerados, como si su derecho a la inocencia se lo estuvieran diluyendo como el azucarillo en el agua.
- Yo también ando harto enano – le confieso.
Sobre la cama anda sentado el abuelo.
Está como siempre….en lo suyo.
Zapatillas escocesas, pantalón empanado, chaqueta raída y esa boina oscura con rabito que no se de donde sacó pero que no le recuerdo otra cosa y lleva toda la vida impidiendo que le vea la calva.
Habla casi nada y lleva expresión de quien no entiende.
Pero este como esté, no veo excusa para negarle un beso.
Papa insiste en llevarlo a una residencia.
Mama se resiste….aunque cada vez menos.
- ¿Ya anda majareta otra vez el viejo?.
El mediano empieza a mostrar genes de padre.
Todo lo que somos, lo copiamos.
Sobre todo lo peor, por ser más fácil y menos comprometido.
- Calláte pelotudo – le ordeno – Si no querés que te meta las sandeces por la boca del culo.
Por el momento calla.
Pero será hasta que en dos años le venga el crecimiento y entonces empecemos a entendernos con el puño cerrado.
El abuelo no está ido.
Lo se porque el mismo me lo confesó durante el paseo.
Yo le cogía del brazo bueno, el que no le arrancaron cuando la guerra.
Como suele ser, se paró y sus ojos se pusieron algo opacos y perdidos, respirando a bocanadas gustosas y anchas, como si de repente, no hubiera nervio ni ruido y su espíritu se sintiera mucho más tranquilo.
- ¿Estás bien abuelo?.
- Ando por Linás…. – dijo-….en el robledal que ahora estará verde de rabiar.
El viejo no es argentino.
Es gallego aragonés, venido acá cuando apenas era chico porque en la España de sus años, no daban trabajo si solo tenías una mano.
Sobre como se dejó la otra en el camino, solo nos contó que los morrales hay que atarlos bien…
- …..para que no se le caigan granadas a los soldados.
Desde la avenida se sienten las caceroladas.
En esta Argentina de Rosadas que nos tienen a todos negros, los fabricantes de perolas hacen el agosto cuando nadie tiene nada.
De no continuar fundiendo, entre quejas y golpeteos, no quedaría una sartén sana con la que guisar entre el Iguazú y la Pampa.
Subo la persiana solo para no ver nada.
Solo se ve una vecina colgando la colada.
En la calle un taxista discute con el cliente que no parece tener plata con la que abonarle la carrera.
El cliente se harta de la plática y con dos puñetazos lo tumba largo.
La razón es lo de menos.
Aca, mandan los forzudos.
Sentado junto al abuelo, lo abrazo.
Aspiro hondo y lo beso.
- ¡Ay abuelo!....yo también quiero un robledal verde de rabiar.
Cristina me quiere por interés o lo que es lo mismo…no me quiere.
Una de mis muchas cruces dentro de la Politécnica del Rosario.
- Félix ¿querés pasarme los apuntes de matemática?.
- Claro.
No se si me han enseñado a responder otra cosa.
Aunque sepa de largo que luego será el Eduardo quien le avance bajo la concha.
En dos días la pillaré sacándome la mueca en los descansos o inflando las pinchadas que sufro de diario.
Tiernos labios para una mente tan puñetera.
“Será hija puta”.
Puedo pensarlo.
Pero el pensamiento siempre se me pierde entre la lengua y el cerebelo.
Luego de las clases, agarraré el diecisiete que en un cuarto de hora me parará a una cuadra de casa.
Prefiero bajarme al menos a tres, para pasearlas y aprovechar esos pasos para limarme los malos ratos.
En el distrito, las basuras ya no se recogen de diario.
A menos que haya visita presidencial, si los camiones se acercan una vez a la semana, andamos contentos.
En el antaño, cuando no llegaba a diez y a la Argentina no le habían dado todavía el batacazo, los depósitos andaban inmaculados, sin que las bolsas se acumularan hasta la boquilla, sin que el olor a putrefacto hubiera brincado a patadas al de la comida que freían las vecinas.
Pero ahora, la Argentina real, resulta que es más pobre que la África y los portales de cada bloque, presentan unos desconchados que parece recién acabamos de andarnos a tortas con los chilenos por la Usuaia.
- ¿Se terminaron ya las clases Félix?.
Lina sabe que si.
Pero aun con todo lo pregunta, esperanzada por ver si le añado algo con lo que andar trasteando la lengua por el rellano.
Lina no tiene oficio y sin embargo nadie le reconoce el suyo, ese que ejerce con ahínco y por el que no cobra.
Si le pagaran por todos los secretos que sonsaca, exagera o directamente inventa, a la estirada culona que limpia el sillón de la Rosada, le entrarían dos musculazos para sacarla por la ventana y poner en su lugar a Lina.
- ¿Sabés que tus padres andan otra vez con la misma?.
- No es novedad – respondo – Bruja de mierda.
El añadido lo hago bajando el tono aunque en ocasiones temo, pues creo que aun con dos pisos entre su cara y la mía, la muy puta sabe leer labios.
El ascensor anda oxidado.
Si de adulto tengo buena memoria, puede que sea capaz de recordar los días que funcionaba.
Con el corralito, al que podrían haberle ahorrado el indebido diminutivo, la mayor parte del avecindad dejó de cumplir con el recibo comunitario.
El portero, ya sin sueldo, tuvo que buscarse la alubia y en cuanto el ascensor se quebró por ausencia de mantenimiento, nadie fue capaz de reunir los pesos que presupuestaron para repararlo.
- Os venís a vivir al primero – bromeaba Adrián el judío.
Al judío nadie le tiene gana, nadie le tiene caso y nadie tendría la ocurrencia de guardarle los respetos.
De hebreo no tiene nada.
Pero como la nariz le asoma por la cocina media hora antes de comenzar el desayuno y se rumorea que guarda “Jeffersons” americanos en el falso techo de su salita, el mote se le cayó encima sin mucho pensarlo.
A Adrián no le gusta que le quiten el nombre.
El muy cabronazo cree ser más argentino que el gaucho y siempre que le dan pie, repite la historia de cuando en un partido del Boca, Maradona chutó alto y el balón le atizó de lleno en la cara.
- Así eres de feo – le contesta Reme cuando ya no aguanta más la anécdota – Parecés mi viejo cuando nos hablaba a todos de la Potota.
Reme es la roba vírgenes de la cuadra.
Le quedó yo y, si no cayó durante la jornada, Joselito el Santo.
- Joselito ya me lo hizo – intentó quitar las costuras de mi postrera resistencia.
- Joselito va para chupar cirios – aduje – Y yo no gasto lo mejor mío contigo.
Todos los conocidos presumen de lo que les hizo con la boca y las manos.
Cuando entran en detalles, saco excusa y alejo con paso largo.
No soy mariposa.
Pero cuando llegue le día de dejar que alguien me la mame, prefiero elegir alguna con la que luego entren ganas de dormida y no de salir a escape.
Reme no es mala.
Pero es que todos necesitamos de un escape.
Siento los gritos apenas pongo un pie en el tercero.
Quedan dos pisos, sumados treinta y dos peldaños y parece que los tengo al lado.
Al abrir la puerta, lo hago con miramiento.
El hermano chico gatea y lleva costumbre de acercar la cabeza donde mejor pueden sangrársela.
- ¡Sos un vago, un crío, un consentido!. ¿Qué soy yo Fermín?. ¿Tu madre?. ¿Es que creés que voy a andar toda la vida detrás de vos cambiándote el babero?.
- ¡No seás exagerada boluda!. ¡Solo le pedí una cerveza!.
- ¡Si, luego de sentaros con los pies sobre la mesa apestando todo el apartamento!.
- Hola.
- ¡Llego cansado del trabajo!. ¡Querés encima que ande fregoteando!.
- ¿Y yo no trabajo?.
- Lo que vos hacés no está reconocido.
- ¡Por que con tres hijos no encuentro quien me cotice!. ¡Acaso no creés que quiero algo mejor que andar limpiando portales por cuatro pesos de mierda!.
- ¡Pues mientras gane más que vos entonces pondré los pies donde me salga de la pollera!.
- ¡A mi no me hablés así que solo me queda el respeto!.
Recojo al bebé.
Me mira con ojos tristes y acelerados, como si su derecho a la inocencia se lo estuvieran diluyendo como el azucarillo en el agua.
- Yo también ando harto enano – le confieso.
Sobre la cama anda sentado el abuelo.
Está como siempre….en lo suyo.
Zapatillas escocesas, pantalón empanado, chaqueta raída y esa boina oscura con rabito que no se de donde sacó pero que no le recuerdo otra cosa y lleva toda la vida impidiendo que le vea la calva.
Habla casi nada y lleva expresión de quien no entiende.
Pero este como esté, no veo excusa para negarle un beso.
Papa insiste en llevarlo a una residencia.
Mama se resiste….aunque cada vez menos.
- ¿Ya anda majareta otra vez el viejo?.
El mediano empieza a mostrar genes de padre.
Todo lo que somos, lo copiamos.
Sobre todo lo peor, por ser más fácil y menos comprometido.
- Calláte pelotudo – le ordeno – Si no querés que te meta las sandeces por la boca del culo.
Por el momento calla.
Pero será hasta que en dos años le venga el crecimiento y entonces empecemos a entendernos con el puño cerrado.
El abuelo no está ido.
Lo se porque el mismo me lo confesó durante el paseo.
Yo le cogía del brazo bueno, el que no le arrancaron cuando la guerra.
Como suele ser, se paró y sus ojos se pusieron algo opacos y perdidos, respirando a bocanadas gustosas y anchas, como si de repente, no hubiera nervio ni ruido y su espíritu se sintiera mucho más tranquilo.
- ¿Estás bien abuelo?.
- Ando por Linás…. – dijo-….en el robledal que ahora estará verde de rabiar.
El viejo no es argentino.
Es gallego aragonés, venido acá cuando apenas era chico porque en la España de sus años, no daban trabajo si solo tenías una mano.
Sobre como se dejó la otra en el camino, solo nos contó que los morrales hay que atarlos bien…
- …..para que no se le caigan granadas a los soldados.
Desde la avenida se sienten las caceroladas.
En esta Argentina de Rosadas que nos tienen a todos negros, los fabricantes de perolas hacen el agosto cuando nadie tiene nada.
De no continuar fundiendo, entre quejas y golpeteos, no quedaría una sartén sana con la que guisar entre el Iguazú y la Pampa.
Subo la persiana solo para no ver nada.
Solo se ve una vecina colgando la colada.
En la calle un taxista discute con el cliente que no parece tener plata con la que abonarle la carrera.
El cliente se harta de la plática y con dos puñetazos lo tumba largo.
La razón es lo de menos.
Aca, mandan los forzudos.
Sentado junto al abuelo, lo abrazo.
Aspiro hondo y lo beso.
- ¡Ay abuelo!....yo también quiero un robledal verde de rabiar.
Bucardo
No hay comentarios:
Publicar un comentario