lunes, 2 de julio de 2007

El Segundo de antes

El segundo de antes

Cerré los ojos y girando la cabeza, puse una mano entre le vacío y la bala.
No se porque hice semejante imbecilidad.
Supongo, vete tu a saber, que esto es lo que suele, si lo que suele hacerse cuando uno la mira a la cara, una manera inutil de gesticular el miedo adoptando una postura cobarde, negada, incluso hasta humillante, vergonzosa ante lo que se avecina, ante el final, ya me entienden....la muerte.
Cada uno tenemos nuestra manera de afrontarlo ¿no? y a mi eso de destrozarse la camiseta y ofrecer el pecho a lo Mussolini es algo que dejo para el cine o los valientes de postal.
Lo cierto, lo justo, es que toda esta imagen congelada de la que mi cara aterrorizada forma parte, no es menos de lo previsto ni más de lo que merezco.
He sido un cabrón y aunque el autómata enlutado que me está matando seguro que no lo sabe, merecería menor efectividad y algo más de sufrimiento. Claro que por suerte, ni el ni quien le paga, andan demasiado interesados en complicarse la vida con un mierda como yo.
Al barrio lo rige una norma muy sencilla: cumple o cumplirás. Facil ¿no?. Sin embargo para, aquellos que como yo nunca supimos o nunca quisimos acatar mayores que nuestros instintos, hasta esto se nos hace complicado y por lo común, terminamos siempre en la morgue con un agujero en la mano y otro más efectivo en la garganta.
Será defecto de nuestros genes eso de ver la carretera en vía recta y hacerla tortuosa, de no echar el pie sobre el freno aun cuando sabemos que nuestra carrera, nos conduce directamente al abismo.
Puede que ese abismo se nos haga interrogante y queramos saber hasta donde podemos llegar, en que lugar toparemos con nuestro límite o cuanto podemos llegar a forzar la paciencia ajena.
Yo alcancé y sobrepasé todo...eso sin duda.
Pero antes de intentar innecesaria y puerilmente evitar que aquella bala me matara, mi truncada vida anduvo malgastada por muchos años rigiéndome por los que se creían con derecho a conducir mi coche y decidir que estaba bien o mal hasta que al final, harto de fichar donde todos lo hacían, destrocé esa "normalidad" para forzar el motor sencillamente porque me salía de los cojones hacerlo.
No voy a culpar a quien aprieta el gatillo.
En definitiva el tan solo se limita a acatar lo que le mandan. Si aprende a no pensar, entonces la cosa se convertira en un buen negocio, sin remordimientos.
Tampoco voy a echarle las culpas a quien se lo ha ordenado.
Puede que el "Tejure" fuera un perro duro, frío de ego sobredimensionado y adicto a las maduras, los Dogos canarios, Ramstein y esnifarse todo lo que fuera blanco, polvoriento y marcialmente alineado, pero el mote no se lo pusieron por gastarle una broma. que de esas no se las toleraba ni a su madre, sino porque en cuestiones de negocios, la segunda parte contratante podía sentirse bien tranquila de no ser decepcionada....sino más bien soberanamente preocupada de no decepcionarlo a el.
Todos me lo advirtieron.
"Cuando te ponga la pasta sobre la mesa, justo en ese momento en el que los ojos se te inflaman imaginando la de ceros que tienes delante y vayas a poner tus dedos ganchudos sobre ellos, uno de sus brutos te sujetará por la espalda y el te meterá los dedos por la nariz hasta que casi puedas sentirlos acariciándote el cerebro".
- Si estás pensando en jugármela....te juro que no vas a encontrar rata con huevos suficientes para prestarte su escondrijo.
La culpa fue mía y punto.
Y si no....¿quien le manda a un colgado de tres al cuarto como yo el meterse entre semejantes gallos de pelea?, ¿quien era capaz de pensar en no "Ilustrar" los calzoncillos mientras sentía como los larguiruchos dedos del "Tejure" iban rascándote los ojos desde atrás?.
Todos pensamos en un golpe de suerte, un impulso que te ayude a evitar ser recadero de todos y escapar de pobre sin tener que sudar sacando cuentas, acatando una hipoteca y no dándole su merecido al puñetero despertador.
Lo malo es que nacer en mi barrio, suponía acatar que los golpes recibidos, no eran precisamente de los que se andan soñando antes de vérselas con el día a día.
El abismo si....quien no le guste la sensación de caminar al borde del cortado con el viento soplándo de costado, intentado precipitarte al vacío es que sencillamente no lo ha probado, miente o pretende pasar por la vida de puntillas y acojonado.
Y a mi podías llamarme lo que quisieras, pero acojonado desde luego no.
Si, todo lo que me había llevado a poner la mano entre esa bala y el cuello estaba muy alejado del trabajo en aquella tienda de collares desparasitados, comida para batracios, jaulas, huesos de goma y peceras de plástico con adornos de silicona chinos que envenenaban a cualquier pez capaz de sobrevivir más de una semana allí dentro.
Alejado de los domingos de paella, fútbol y Premios GP, soportando los éxitos de un hermano trajeado y las imprecaciones de una madre incapaz de asumir porque su pequeñín no le había salido como ella quería y no como el era.
Alejado de una novia incapaz de dar un paso sin planearlo previamente con mis suegros y en caso de duda, previa convocatoria de las amigas de instituto, quienes, revista en mano, se encargaban de decidir que tiendas, restaurantes, locales, playas, destinos vacacionales o perritos falderos estaban de moda.
Levantarse a las siete, soportar el atasco, trabajar, comer la cena recalentada, parir, llevar los críos al colegio, meterse dosis exageradas de cafeina en vena, firmar una hipoteca, comprar un dormitorio de corcho prensado, pintar en azul la habitación de invitados, tunear el coche, abrir un plan de pensiones, no pisar una mierda de perro mientras caminas por la acera y sonreir, si sonreir a todas horas y en todo lugar, gritando desbocadamente mientras follas, gritando, gritando para que todos nuestros vecinos se murieran descubriendo nuestra felicidad mucho antes de que yo mismo fuera consciente de ella.
Y luego dormir.
Ella lo hace a pierna suelta, suspirando fuerte, casi incluso roncando mientras yo me quedó mirando el techo, tendido desnudo sobre las sábanas sobrecalentadas por el calor de agosto, acariciando el tatuaje....alejado.
Por eso, si, por eso fue que en cuanto tuve delante aquellos cincuenta mil, supe perfectamente el tiempo que me quedaba de vida.....tanto como necesitara en gastármelos.
Pulirlos sin miramiento. No importa en que.
¿Para que engañar a nadie?. No lo hice por pagarle una operación de cataratas a la abuela, ni porque las letras me agobiaran o quisiera invertirlos en ladrillo o acciones de Telefónica.
Los tipos como yo, carecen de moral y suelen restrigir su mente y sus opciones a lo que les marca la nómina mensual.
A la hora de despilfarrar carecemos de imaginación.
Juergas de whisky caro sin mezclar, comidas regados con Grand Chateau, habano y Napoleón escanciado en copa señorial, hoteles de cinco estrellas de esos en lo que un tío uniformado se descubre la cabeza apenas te ve entrar mientras otro te lleva las maletas y un tercero va abriendo todas las puertas desde que pones un pie fuera del coche hasta que te quedas a solas con la ducha, putas de tres mil la noche, si, de esas sin venéreas, jóvenes y operadamente firmes, capaces de conseguir que creas que nadie es capaz de hacer que se corran como tu, coches de gama con cambio autómático, climatización y sillones en tapicería de cuero, trajes Armani y Manolos en los pies con seis, siete u ocho corbatas de diseño, de las de ciento cincuenta solo mirarlas.
No, el dinero no da clase, pero paga facturas con pedigrí.
El dinero da la libertad para romper las normas, las que escriben quienes nunca pagan en metálico y cumplimos quienes debemos hacer acopio de calderilla para hacerlo.
Pero lo que es incapaz de hacer, seas rico, pobre, alto, bajo, feo, guapo o de urbanización con campo de golf, es evitarle a uno las consecuencias de sus actos.
Y en lo que a mi se refiere, sabía de sobras lo que le espera a uno cuando le falla a una promesa hecha con las falanges del "Tejure" insertadas en la pituitaria.
Seré un cabronazo, pero se tragar lo que yo mismo cocino.
Pero mientras la imagen va poco a poco descongelándose y pagaba los cincuenta mil que le debía al perro duro, lo más curioso fue reconocer que lo que más me jodía no era imaginar a mis padres recibiendo las burocráticas condolencias del bateado funcionario del Anatómico, ni a mi hermano tratando de presentar excusas para que en el trabajo no le enfocaran la mirada por eso de tener pariente ajustado en cuentas por un mafioso de Tercera Regional, ni en mi novia, que no tardaría en encontrar quien supliera su necesidad por el convencionalismo.
No ostias no.
No sufría por el balazo que destrozaría mi mano, haciéndola cachitos que salpicarían paredes, techo y suelo para partirme luego la traquea y el espinazo, ni por el gorgojeo sanguinolento, agónico que mi asesino escucharía antes de darme el de gracia con una de plomo incrustada en la frente. Gracias
Lo que me hacía padecer, lo que en verdad me jodía las tripas sobremanera, era el no haberlo hecho antes, el no haberme pulido cien mil en hoteles de platino, putas de seis mil, restaurantes más exclusivos, coches más potentes y ropa más lujosa.
Si....entonces si que habría dejado de piedra a los forenses, atónitos ante aquel cuerpo inerte, joven y destrozado pero con una sonrisa de puta madre, una sonrisa de oreja a oreja de esas que digan...."Si, la he espichado joven pero...!coño como he disfrutado!".


Bucardo

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