jueves, 23 de agosto de 2007

Los Dos Cañones


Los Dos Cañones

Existe, tan cierto como que tecleo, un centro comercial tan nacional como lo es la rojigualda que en apariencia, no viene a ser más o menos de lo que nos tienen acostumbrados.
Se trata de una inmensa mole, superior a basílica alguna, con cinco pisos despersonalizados, diseñados con líneas de pura inteligencia mercantil, donde su arquitecto, sin duda recibió la orden estricta de que todo aquel que entrata entre aquellas cuatro con techo y dos subterráneos, no tuviera mayor entretenimiento que gastar todo lo ahorrado y, si fuera menester, pedir crédito para hacerlo incluso de más.
Esa es la razón por la que si rebosa metros cuadrados en muro y suelo, ni una sola ventana conecta sus tripas con el exterior sin duda temiendo quien lo pagara, que no le saliera a renta el que sus potenciales clientes, entraran en su propiedad tan solo para disfrutar del paisaje.
Y lo mismo que quien entra no sale.....el que allí entra, por supuesto sale.....pero previa compra de por medio.
Como el chantaje es delito, la cosa debe hacerse por lo sutil, razón por la cual nació esta especialidad perversa que los más profanos llamamos "propaganda" y los inculcados en la materia "psicología del marketing", cosa que no viene a ser más que la creación de necesidades allí donde antaño....solo se deseaba un cafe con leche a ser posible con dos sobrecitos de azúcar.
Por lo general, nuevo como era en la ciudad, Juan prefería establecer nuevos contactos sociales, por lo que acostumbraba a comprar lectura o revistas en una pequeña librería de barrio cuya señora, ya viuda y aun en lozanía, solía acompañar cada venta con una larga explicación de lo que el cliente se llevaba. En las confidencias que pronto suelen surgir entre los que quieren y además pueden, la citada viuda le había confesado a Juan que solía apenas leer la sinopsis de los libros y que todo lo demás, surgía de una imaginación regada por la vida, que no por la cultura, dado que esa no daba de comer a los dos hijos que le dejaron en herencia el día que un infarto se llevó a su joven marido.
- No hay escuela ni Facultad que enseñe lo que yo se - solía decir.
El tiempo puso algunos besos en la trastienda, tocamientos de estos que una desacostumbraba y el otro deseaba pero ambos, por acuerdo mutuo, habían decidido desde el principio que si bien la gana terminaría por poderles, a la kioskera le podían sus hijos y a Juan sus ganas de no comprometerse ni ante un pelotón de ejecución.
Fue su primera amistad....que a la postre suelen ser las que más duran.
Pero aquella tarde, libre de otra ocupación que no fuera la de dormitar buena siesta y tratar de aprovechar hasta la llegada del turno de noche, Juan necesitaba algo de lectura por lo que decidió bajar a la librería, a dos pasos escasos de su piso compartido.
"Cerrado por Causas Familiares".
Sabía que esas causas solían ser alguna cita con el podólogo del menor de sus hijos, un chico despierto en plena pubertad que llevaba muy mal, cosas vulgares de Instituto, eso de andar como Chaplin, solo que sin la genialidad del inolvidable vagabundo.
- Bueno, que le vamos a hacer.
Como la gana le podía más que la faena, decidió acercarse al centro comercial.
Antisistema como se consideraba, Juan era poco amigo de aquellos megalocales atiborrados, de largos y tortuosos pasillos, plagados de mil y un productos en su mayoría inservibles, vendidos bajo el aliento de la oferta barata y la utilidad nula, atendidos por aquellos vendedores desalado, que contemplaban al cliente a la manera numérica con que un esquilador australiano contempla a la próxima oveja.
Pero su mono de letra era mayor que su animadversión hacia los comercios cien por cien luz artificial, por lo que decidió que por un día no pasaba nada y que bastaba con no salir a la calle con la compra debajo del brazo para que la librera no sospechara de infidelidad mucho más allá de lo puramente pecuniario....que en el fondo es lo que más suele jodernos a todos.
Palpó la cartera.
El sueldo no era un huerto de bonanza, pero le permitía gastarse diez euros cada quince días en pequeños caprichos que iban desde un cortado cada dos días, una entrada de cine cada quince, una de teatro al més y una caja de condones....por lo general cada cinco o seis meses, consumo que el consideraba normal para quien hacía ya tres años que no sabía lo que era dormir una semana seguida abrazado a la misma espalda.
Estábamos bajo un julio tórrido que pegaba la suela al alquitrán y las ideas al cerebro.
Pero apenas entró en el centro comercial, sintió como si traspasara una borrasca de aire tropical en apenas un paso sobre las rejillas de ventilación para retrotraerse o avanzar hasta un invernal noviembre, donde el aire acondicionado no se ponía, se disponía y su abuso, lejos de resecar gargastas y retinas, se convertía en un acicate más para aquellos que huyendo de la calorina, decidían comprar lo inverosimil y aguantar hasta que llegara la noche.
Lo primero era sentirse perdido.
Una cámara por pasillo, veinte por piso, cien en todo el establecimiento permitían a un pelotón de psicólogos comerciales....abono de sensaciones banales....observar las reacciones de la clientela y era eso precisamente, la desorientación, lo primero que buscaban.
Los balances anuales, la satisfacción del accionistas, la rentabilidad bursatil no se encuentra tras la barra de pan diaria.....entre esa barra y el monedero que la paga, deben interponerse todas las posibilidades de venta supérflua posible.
Juan echó un vistazo a su izquierda y otro a la diestra.
En la primera, objetos de cosmética y a la derecha, bisutería en avance de menos a más a medida que uno iba profundizando hacia el centro y las señoritas de piel juvenal y contrato basura iban convirtiéndose en maduras linces experimentadas en el ducho de convencer que no hay nada más "coole" que hipotecar hasta las futuras canas de tus cejas adquiriendo un diamante cuya factura.....desde luego...."si es para siempre":
Ni Lord Nelson ni su catalejo hubieran dado con nada parecido a un kiosko.
Y sin embargo estaba.
Por lo menos así lo atestiguaba el hermoso y gigantesco cartel de letra liliputiana que casi nadie se paraba a ver, entre otras cosas porque a alguien le interesaba que nadie se guiara en los laberintos de su imperio comercial.
Echó al aire su moneda mental y optó por la izquierda.
"Si una colonia por mucho diseño que tenga cuesta menos que un engarce de plata.....la cosa irá por este lado" - pensó.
Pero el comerciante ya volvía cuando el iba, por lo que pasillo tras pasillo, fueron abriéndose ante los ojos de Juan la mayor variedad de productos imaginables....ofrecidos, eso si, a la occidental, es decir mediante estantes atiborrados, carteles de enorme tamaño con OFERTA en letra grande y la forma de pago con microscopio atómico....señoritas dispuesta a atiborrarte de aromas a tufo y pruebas de queso cabrales...agradeciendo por lo menos, eso de no estar en pais de mentalidad hebrea, de esos donde aun no atisban un comprador, terminas siendo perdiz corriendo delante de mil podencos.
Sombreros de copa, vinos de marca, after shave, pre shave, super save, ajedreces de mil tipos,recuerditos de la Virgen, pastelería industrial, bombones, jabones relajantes, jabones excitantes, jabones de colorines y perfumados, carteras de cuero, bolígrafos Bic, plumas en grabado, corbatas parisionas, entradas a conciertos, pañuelos de mucho estampado y poco moco, sábanas de raso, lencería erótica, lencería caótica, calzoncillos "fardalotodo", calzoncillos modelo "ya no tengo esperanzas", zapatillas caseras, picardía para jovenzuelas, camisones de señoritas, armaduras medievales para abuelas, foto digital, carretes, revelado en menos de veinticuatro horas, perlas del Pacífico, vacaciones en el Caribe, sesión de peluquería, zona wifi, SPA, crema de baba de caracol, crema de algas, crema bifidus activo, conexión digital terrestre.......
A la hora, Juan sabe que le duelen los tobillos, que los gemelos se le están cargando y la nariz carece de humedad a causa del exceso de acondicionamiento aéreo.
Y sin embargo no puede entenderlo pues cuanto más lo percibe....menos lo siente.
La música desvanece la sensación de atiborramiento, los nervios se relajan y los pasos van poco a poco ralentizándose hasta conseguir que la mirada incremente su atención allí donde antes jamás hubiera tenido la más mínima percepción de existencia.....sabe que lo hace de manera inconsciente, sabe que no lo desea....pero hay algo que le impide superditar su deseo de adquirir lo que sea con su anhelo de salir corriendo.
Hay un sexto piso donde no se accede a través de las escaleras mecánicas sino a través de un exclusivo y bien disimulado ascensor VIP.
Allí hay dos ojos que dominan a todos lo Juanes que a esas horas ya han caído en el hipnótico encanto que poco a poco les ha ido dominando.
Mira a nuestro Juan, al Juan de la segunda plata que solo quería comprarse unos vaqueros y apenas puede con las bolsas que privan de sangre a los dedos de sus manos, en el que miraba tan solo por una fiambrera para la excursión dominical de turno y ha terminado adquiriendo una barbacoa por plazos y altos intereses, en ese que pretendía adquirir unos pinceles para darle cancha a su afición goyesca y se lleva consigo una enciclopedia temática del Cubismo, en el que intentaba gastar con sensatez lo ahorrado para invertirlo en ese libro que tanto anhelaba para terminar pagando, inexplicable primero para el mismo, una vajilla de coleccionista exclusivamente diseñada e igualita a la que una conocida modelo anuncia en las mañanas televisivas.
Todos ellos escapan al embelesamiento en cuanto apenas salgan del edificio, pestañeen una sola vez.
Entonces recuperan el aliento, la conciencia, toda su inteligencia, la capacidad de percepción y lo que es más importante, su volver a ser.
Es entonces cuando les comenzarán a atosigar las preguntas, los arrepentimientos, el atosigamiento de esos números perfectamente cuadrados apenas unos minutos antes y a acordarse de las madre que les trajo a ellos y a todas su tentaciones.....esas puñeteras tentaciones que hasta ese preciso momento, ignoraban.
Juan, el nuestro, no es una excepción.
Bueno en realidad ninguno lo somos.
Cuando se libra del aire acondicionado, descubre sorprendido que sobre su testa luce una boina modelo francés, igualita a la que Eva Green llevaba en "Soñadores".....a ella le daba un aire intelectual, perverso, tan erótico que más de una noche se le había hecho tarde convirtiéndola en el objeto de sus penumbras masturbadoras.
Pero a el le queda tan de culo que apenas vuelve a sentir las venas de la cabeza se la quita avergonzado.
Hace una suma.
Diez euros previstos en un libro de bolsillo.....treinta y ocho para semejante desvarío de la moda....sale perdiendo.
Alza la vista ya definitivamente desencantada y entonces los percibe.
Son dos pequeños cañones si he dicho bien cañones o piezas de artillería, originales de aquella época en la que a un corso diminuto pero con muy mala virgen no se le ocurrió otra cosa que hacer de Iberia campiña para sus ejércitos, convirtiendo la ciudad en ruinas, a sus mujeres en artilleras y a los hombres en difuntos.
Pero estas piezas de bronce se encuentran bastante alejadas de donde doscientos años antes se dispusieron para defenderse del invasor y, lejos de apuntar hacia el lugar por donde avanzaban los gabachos de la tricolor, lo hacen ahora directamente contra todo el gentío que doce horas al día, trescientos diez días al año entra y sale del centro comercial.
En ese instante, con la cordura nuevamente en plenitud, Juan parece no arrepentirse de la compra y, contemplando la boca negra por donde un día se vomitaba mortífera metralla, vuelve lentamente a colocarse a su Eva Green en lo alto de la cabeza.
No sea que ahora, fueran objetivo de tiro, todos aquellos que osaran salir de aquel centro, sin una bolsa en la mano y con algo menos de dinero.

Bucardo


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