lunes, 20 de agosto de 2007

"Ich Will"


“Ich Will”

Con el edredón hasta las orejas, en posición fetal, Luís no tenía ninguna gana de levantarse.
Conocía perfectamente los rituales de su propia casa.
Sabía que su padre no volvería hasta que la cena estuviera fría y que para que no mermara la autoridad, su madre sustituía el bofetón con sus gritos estridentes y desproporcionados en los que usaba el mismo tono para acariciar que para abroncarles por la excusa más nimia.
Precisamente por eso, sabía que en cuanto sintiera que sus pies se posaban sobre el enmoquetado, entraría en la habitación como una ventisca en terreno ajeno, intentando imponer su “monoconcepto” de orden, recriminándole mecánicamente la hora de llegada, la suciedad de la papelera, la anarquía de su librería, la ropa que vestía, lo sucia que se la traía, las tonterías que leía, los comportamientos, usos y mil rarezas que exhibía pero sobre todo el que no le diera la gana eso de ser un poquito más…..como los demás.
Iba camino de las dos horas despierto, contemplando como el sol atravesaba las estrechas ranuras que ofrecía la persiana, pensando en como avanzaba….de rozar el respaldo de la silla a tocar el asiento y de allí a auparse sobre el estudio, atrapado en una marabunta de tebeos, libros, apuntes, lápices, puntas finas, bocetos y dibujos.
Luís rara vez salía por lo que sus noches solían pasarse entre el ordenador y sus obsesiones en papel que solían adoptar formas de hombres de músculos sobredimensionados acompañados de mujeres con el rostro duro aunque fino, completamente alejadas del concepto femenino que a diario trataban de venderse.
Viéndolas uno sentía que aquellas guerreras, aun levemente vestidas, nunca cambiarían su espada por una fregona y les daba igual vérselas a solas sin el héroe con que las acompañaba…..a rey muerto, rey puesto.
- Estas mujeres parecen transexuales de esos – resumió su padre el único día que lo vio con suficiente humor para enseñárselo.
Luís estiró con parsimonia el brazo, tratando cansinamente de agarrar su block haciendo el menor ruido posible.
En la espiral siempre guardaba un lápiz medio desgastado.
Tras conseguirlo, sin renunciar al colchón, apoyó la espalda contra la pared, puso el papel sobre los muslos y comenzó a dibujar.
Sin embargo pronto volvería a descubrir lo difícil que era concentrarse cuando se tenía una hermana adicta a todo lo que le impusieran desde los “Cuarenta”, dispuesto a igual volumen que la publicidad machacona de cualquier cadena, inundando aquella habitación tan falta de si misma que ella, a diario, se encargaba de perfumar con esencia de a sesenta euros el bote que compraba si quien la anunciaba, era guapa, esbelta y sobre todo estaba de moda.
Ella también quería ser…..pero como todos los demás lo eran.
Pronto mamá comenzaría su habitual monólogo sobre “…nadie me hace caso….” con el que solía regar las mañanas de verano, gritando hasta descoserse aun más los labios entre los setenta metros cuadrados del piso.
Cerró los ojos con tal fuerza, que más que cerrarlos, parecía que se ensañaba.
En ocasiones si ponía ímpetu, al abrirlos del golpe, las retinas, totalmente desenfocadas, tardaban unos segundos en recuperarse.
Mientras tanto, todo lo que veía se veía en un blanco marmóreo y puro, como si consiguiera limpiar su mente con una mágica goma “Milán”, pudiendo volver a escribir de nuevo sobre ella.
Pero en esta ocasión, ante el acoso de Bisbal que ya colaba un rizo por debajo del resquicio de la puerta el truco no le funcionó.
Para agravarle los nervios, la gilipollas de su vecina, una mujer aburrida de todo y de todos pero sobre todo de su vida, hablaba por el móvil como si todo el mundo supiera que alguien de vez en cuando la llamaba.
Luego en los rellanos, cuando alguien le recriminaba la costumbre, argumentaba que era algo sorda.
Pero la muy puta bien que pegaba la oreja a la puerta y se enteraba de con quien andaba la hermana de Luís o a que hora le entraban los queridos a la del quinto C.
Adicto a cualquier rastrillo, Luís se había agenciado en el dominical de la Plaza de Toros, unos auriculares SONY, típicos de los setenta, que rodeaban la cabeza en un arco enorme y poseían unos altavoces gigantes y almohadillados.
Antidiluvianos comparados con los liliputienses modelos de su “era” pero que a el le encantaban por aquella sensación que al ponérselos, sentía de incrustarse en su propia y exclusiva cúpula de cristal ahumado donde tan solo entraba quien el deseaba que entrara.
Y aquella mañana el privilegio le tocaría a “Ramstein”, aporreando un “Ich Will” tan duro y mecánico como lo eran los alemanes…..al fin y al cabo, quien aplastaba mas que tocaba la eléctrica, quien deshacía la batería o el cantante que nunca afinaba, sino que eructaba babeando sobre el micrófono, mostrando su lengua bovina, adoptando caras narcotizadas, agresivas….no eran más que eso, hijos de la teutónica tribu.
Luís trazaba.
Había visto el video hasta casi desgastarlo.
En el, sus protagonistas, vestidos de etiqueta y armados hasta la coronilla, asaltaban un banco ofreciendo una violencia extrema, cruel…..golpeando a ancianos, alzando en brazos a empleadas desfallecidas y morbosas que luego arrojaban al suelo como si solo fueran sacos de nada….provocando que los guardas de seguridad, acojonados con la cara de mala ostia con que les venían, se mearan sobre el uniforme sin acordarse de que ellos también tenían armas.
A mitad del atraco uno de los ladrones, puede que quien toca el bajo, con los ojos tétricamente camuflados tras unas lentillas blancas y agónicas, aprieta la alarma entre el acuerdo complacido de sus correligionarios.
Repetitivamente sonaba un “Ich Will” mientras el banco es rodeado por un ejército de policías ocultos tras pasamontañas, francotiradores buscando un hueco donde poner la bala, coches blindados dispuestos para el asalto……..y periodistas, periodistas por todos lados, cámaras, focos, micrófonos, retrasmisiones en directo, todo radiado, todo sensacional o sensacionalista, marcado al paso de los atracadores que ordenadamente y de uno en uno, van saliendo del edificio siendo antes entrevistados que detenidos, fotografiados que esposados, admirados que juzgados……nueva carnaza de popularidad para la enorme cocina que se enciende cada vez que apretamos el botón del mando.
“Ich Will”…..
- Yo seré – se susurra para si solo mientras le da los últimos retoques al sombreado.
El papel ya no es blanco.
Ahora deja ver un retrato, perfecto, de su hacedor, rostro curtido, belicoso, pelo desgreñado, ropa negra y piel muy blanca, casi vampiresca, con una pistola, una Mágnum aferrada con fuerza, ofreciendo un cañón grueso y siniestro directamente sobre su propia testa.
Alrededor suyo hay cruces y lápidas, dispuestas sobre un césped inmaculado donde solo la tierra removida, indica que quienes se pudren bajo ellas, todavía pueden considerarse como carne fresca.
En todas ellas se inscribe un nombre……el maestro de gimnasia que lo ridiculiza cada vez que tiene ocasión……las putas que lo consideran un extraterrestre por abusar del negro y decir que Tom Cruise no representa nada……los que no encuentran cosa interesante de que hablar y le usan a el para tener un motivo de broma y sarna…..ese que se le burla en la ducha diciendo que ni el agua fría…..la vecina chillona…..su primo, ese cabrón exitosamente engominado al que su vida le merece la pena camuflada bajo todas sus marcas…..y sobre todo y ante todo, una bala, la más potente y destructora, contra la televisión, la de su casa, que nunca de siete en punto hasta la madrugada, deja de estar enchufada.
Luís sonrió tímidamente.
- Si….-se repetía - ….yo seré.

Bucardo


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