sábado, 21 de junio de 2008

Tocarnos


Tocarnos
Por muchas veces que la amé, creo que jamás llegué a verla desnuda.
Entre nosotros siempre hubo una apertura a medias, donde ella no dejaba entrar y tal vez yo no deseaba hacerlo.
Y sin embargo corrimos el riesgo y entre los dos hicimos mezcla.
Y eso que ya sabíamos, la estupidez no era nuestro peor pecado, que con los ojos vendados, no suelen hacerse grandes obras.
Dejamos que los años nos fueran tiñendo.
Años en los que nos brotó la necesidad mutua que no la compañía, años en los que podíamos pasar tardes enteras sentados en el sofá y sintiéndonos solos, años en los que gozando de nuestros cuerpos, por intenso que fuera, por profundo que llegara, siempre se nos quedaba la duda de si el uno con el otro, había sido del todo sincero.
Pero no lo fuimos ¿verdad?.
Al descubrirlo, al darnos cuenta de ello, comprobamos que nuestras sonrisas eran cada vez más cobardes, que ya no nos hacíamos cosquillas, que no surgían preguntas de nuestras miradas y la nostalgia era la peor condena por nuestro peor error.
Pero lo más doloroso, sin duda, fue sentir que ya no teníamos fuerzas para cambiar lo hecho.
Y una vez más, al acostarnos, quedamos medio iluminados por las lámparas de noche.
Así hasta que con ella pudo el sueño y conmigo el aburrimiento de un mal libro.
No se cuantas veces, a oscuras, a lo largo de la noche, nuestras pieles estuvieron a punto de rozarse.
Pero creo que jamás llegamos a tocarnos.
Bucardo

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