lunes, 16 de junio de 2008

El Grito


El grito
De pie con el rostro marmóreo y el fanatismo insertado en las pupilas, sostenía un cartel con su foto impresa y unas letras escasas pero enormes, tajantes y repetitivas que gritaba hasta lograr que su tez blancuzca enrojeciera.
Y los gritos resonaban, entre las piedras de la plaza, por las calles del pueblo, entre montes y valles, por los bares y universidades, entre todas las provincias hasta alcanzar los oídos de todos sus iguales.
Dominante y tensa, exigía libertad para sus razones, sobre las ajenas y sus muertos, derechos para el sadismo, cadenas a quien discrepara, monumentos al odio….
Era la verdad del que más grita o balea al que no se le calla.
A sus pies, un hijo en el carrito, con el chupete decaído en la boca y la mirada que se le transforma….cada vez menos tibia, cada vez más incrustada.
Con cada alarido de su madre, la criatura olvida lo poco que habla y comenzaba a aprender que imponer la fuerza, es la manera más rápida de tener siempre la razón.
De frente aparece otra madre andando con la compra, pero esta no grita sino que se ajusta el cuello del chaleco, agacha la cabeza, acelera el paso y calla.
El niño sonríe.
Y el grito gana.

Bucardo

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