domingo, 16 de marzo de 2008

El Vagón


El Vagón
El vagón chirría y con cada curva, el rebaño, apelotonado, sigue la mecida, de izquierda a diestra, según la curva les marca.
Parada tras parada, una autómata sin cara, informa donde, abre las puertas, vomita y traga para luego volver a chirriar, meciendo la silenciosa carga.
Si, a pesar de la mucha boca, allí solo el silencio habla.
Pensamientos callados, pensamientos por las vergüenzas sofocados, sufrimiento atenuado por los auriculares, recelo, bolsos prietos, miradas fijas sobre el suelo de goma.
Asientos repletos, sudor rancio, pasillos donde solo se empuja, turistas rojizos sonándoles el hábitat pero no el idioma, pensionadas agrias, pelados agresivos, pijas con falda a cuadros y raterillos escurridizos.
De nuevo la robótica anuncia, libera parte de la carga, traga la que espera, queda la cosa igualada salvo por el ratero y la cartera, que faltan.
La nueva remesa trae consigo una niña, del brazo de su madre, temerosa por el retraso o porque la selva se la trague.
- Hola.
La niña saluda porque se cree educada.
Pero lo que recibe son miradas incomprensivas, agresivas pues se sienten interrumpidas en su acostumbrado chirrido.
- Calla hija – la silencia - ¿No ves que molestas?.
Bucardo

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