martes, 11 de marzo de 2008

Cerrados se disfruta Más


Cerrados se disfruta más
Supongo que no es normal.
Cuando a uno lo hunden entre sábanas, con el pene viscosamente insertado entre los vaginales labios de una hembra, lo que más suele saturar la cabeza, todas las masculinas cabezas, son las súplicas por un mayor aguante o un menor ridículo.
Pero como ese pequeño lujo que llaman normalidad, no suele precisamente saturar mis neuronas, mientras ella cabalga y yo aferro con dedos suaves sus caderas, me resulta imposible el no reparar en sus ojos, ignotos, ocultos por eso de girar la cabeza de un lado a otro mientras los sostiene cerrados.
¿Por qué no me mira?.
A esta, que a costa de misas es ya cura, no le deberían sonrojar las primeras vueltas en que se la ve desnuda.
Por mucho que sea cuestión de media noche convenciendo, cuarto de hora buscando cosquillas y cinco minutos ejerciendo, aunque los dos sepamos que antes de cerrar ella la puerta o dejarme el ascensor frente a la portería, habremos olvidado nuestros respectivos números, aquel ridículo detalle, resultó ser demasiado perturbador, aunque la obscenidad de su pendular ombligo y sus pezones rosados, continuaron manteniendo mi erección con la bandera bien plantada.
Pero….¿en que estaría pensando?.
Imagino, solo tengo que mirar el espejo, que a esas horas, tal vez con el sentido menos embotado por la cerveza, andaría ya con los arrepentimientos por haberse dejado sobar por alguien a quien creía con menos barriga y más tacto.
Imagino que puestos a pecar, pues pecado es lo que estamos haciendo, cierra los ojos para soslayar lo prohibido, para que a través de sus retinas, no descubra nadie que su corrida le viene al ritmo que otro le marca…..mas moreno, mas fornido, egregio dios griego y con nombre desconocido.
La cuestión de su goce, se me antoja desde entonces una sosa pérdida de tiempo.
Los hombres, queramos o no queramos, somos sencillamente, los borregos más sumisos, engañados por las promesas de una falda, hipnotizados por el péndulo oscilante que viene a ser un clítoris.
Pero da igual.
En realidad poco, nada importa.
De bachilleres y con la testosterona más crecida que la sangre, suele considerarse como grave ofensa cualquier duda acerca de la virilidad propia.
Pero cuando la treintena ya no asoma sino que asola, el hecho de que anden cuestionados nuestros centímetros o la frecuencia de su uso, suele tomarse con el sarcasmo o la ironía de quienes aceptan la ausencia de todo remedio.
Está acelerando y por sus gritos, deduzco que ya toca la aldaba el señor orgasmo.
Si, aunque entre ellas supongo ya lo sospechan, resulta que poseo, aquí donde lo ven, un arma infalible aunque conocida, que me libra de semejantes apuros, que equilibra y logra convencerme de la buena idea que supuso, el poner relleno al condón.
Cierro los ojos.
Oooooo….si……si desde luego…..ahora, ya cerrados, merece más la pena.
Bucardo

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