domingo, 19 de octubre de 2008

Volver


Volver
- Nunca te dije que pudieras volver.
- Nunca te lo pedí.
Max permanecía humillado ante a Tere, con los ojos postrados sobre aquellas horrendas zapatillas de andar por casa.
Estaban raídas, en tiempo fueron azules y ahora decoloradas por el uso y las lágrimas, parecían echarle tantas cosas a la cara como las que le echaba el rostro fruncido de su ex esposa..
Se las había regalado el, en uno de esos aniversarios desinteresados, esos en los que después de tantos años, se pone tan poca ilusión en el regalo como en celebrarlo.
Max todavía tenía esperanzas de ser readmitido en el seno de todo lo renunciado.
Tere no mantenía la puerta a medio abrir, con una cadenita dorada como frugal pero firme impedimento.
Su brazo frente al dintel hacía las veces de parapeto pero…¿acaso aquellas extremidades no servían también para abrazar o redimir al arrepentido?.
Lentamente encontró valor para izar la mirada.
Su despechada compañera se cubría con una bata fina de satén blanco.
La prenda le caía a plomo, firme, no sin antes dibujarle unas formas que así, de sopetón, después de tantas noches solo, se sorprendió de reencontrar apetecibles.
Un lustro antes le había dejado de hacer el amor no porque sus pechos decayeran, sino porque sintió en ella a un hacer más propio de una máquina que de un cuerpo imaginativo.
Y ahora, parecía añorar aquella manera tan autómata de conseguir arrancarle placer, mostrándole al tiempo, que lo amaba como nunca y que nadie sabría jamás sacarle como ella todo lo que le gusta.
- Tere….- susurró pensando que con ello derrumbaría definitivamente el último ladrillo.
- ¿Quién es? – preguntó una voz masculina desde el fondo.
- Es Max – se giró para contestar.
Cuando su atención retornó al descansillo, este se encontraba vacío.
Extrañamente Teresa lamentó verlo así….tan frío.
Cerró la puerta lentamente, como si todavía se esperanzara por verlo escondido en el rellano, sentado sobre las escaleras.
Pero no lo estaba.
Al poner la cadenita ahogó una lágrima.
Bajo el frío, Max, no era capaz de contenerlas.
Bucardo

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