viernes, 24 de octubre de 2008

La Negativa


La Negativa
La gangrena del silencio nos estaba amputando.
Era un virus sordo y mudo que nos cosía la boca y cercenaba el sentimiento.
Por desesperados que estuviéramos, aun dolidos y agonizantes, lo cierto, es que ya no teníamos nada que decirnos.
Salvo el reproche.
La soledad es una mala suegra que se impuso entre nosotros a pesar de la mutua compañía....en el comedor, en la cocina, bajo el teléfono de la ducha, mirando el techo tumbados sobre la cama.
Siempre juntos....siempre solos.
Estaba cansando de sentirme piedra, obstáculo, barrera en su destino.
Y todo por una banalidad surgida en el mejor de los días.
Caminábamos cogidos de la mano, nos comimos bajo la sorprendida mirada de los camareros, regresamos al hogar e hicimos el amor con menos de cuerpo que de cardíaco.
Desnudos y satisfechos ella me miró.
¿Si? - preguntó.
No – di la respuesta.
Y no hubo más.
Así de sencillo.
Pero sin saberlo, ni yo ni ella, plantamos la semilla de una diminuta frustración que con los años, se nos convirtió en cosecha amarga.
Sin darnos cuenta, comenzamos un lento proceso en el que se nos separaron las manos, pusimos los ojos sobre el plato y recurríamos al desfogue tan solo cuando nuestros cuerpos ya desbordaban más allá de lo irrazonable, con los párpados cerrados e imaginándonos en otro lado.
Me hice extraño.
Se hizo extraña.
Nos amargamos.
Cada mañana cogíamos un autobús diferente que por la noche, volvía a dejarnos en la misma parada para el aseo, la comida y el descanso.
- Hasta luego – se despidió ella.
- Hasta luego – me di la vuelta en la cama.
Bucardo

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