domingo, 30 de septiembre de 2007

Adios Ebro


Adios Ebro
El Ebro....el de los dos mil y pico de años...sufría los postreros alardes de un estío en toque de retreta mientras asomaban ya por la tierra de los olvidados Cocorotas, las primeras nubes, atlánticas, otoñales y rebosantes que saciarían la sed que desde hacía meses lo sometía.
El Ebro había ido poco a poco, administrando ávaro la reserva de sangre en gota que le daba vida, del agua tormentosa, del agua de deshielo, del agua soterrada, del agua aun emponzoñada, que se escapaba de las cloacas de esas misma urbes que para no verlo putrefacto, le miraban con la espalda......mientras le regalaban caca.
Y el Ebro...el de los dos mil y pico de años....todo lo soportaba, aun tosiendo enfermo, moribundo, herido, casi muerto....muerto por todos los que de el solo su savia ambicionaban, los que pretendían usurparla, los que afirmaban cínicos que la defendían para luego arañarla, dragarla y decir que por ser hombres de corbata, podían engañar al mismos Dios y a la naturaleza de donde ese mismo río manaba.
Pero lejos estaba de ser así y el Ebro, el de los dos mil y pico de años, reía discreto, entre dientes, sabiendo que la revancha seguro le llegaría, si bien algo de pena sentía por ello, cuando entregara el alma, cuando la última de sus gotas se secara y los hombres, tercamente ciegos hasta que no estampan el muro contra la cara, se dieran cuenta que de quedarles....ya no les quedaba nada.
Era quince de junio, de mañanas, junio del noveno año desde que el milenio comenzara.
- ¿Que le ha pasau al río mañooooo?.
Fieles a su cita con la solana, los jubilados, finiquitadas las obras que ahora permanecían al otro lado, sobre los meandros, acumulando polvo, desidia y falta de ideas que las revitalizaran, sin gruas a las que dictar posición ni obreros a los que criticar el esfuerzo, aunaban ahora todo su largo tiempo y escasa pitera, socavando con la mirada el paseo del Ebro.
- Mira que no veía cosa igual.....- y en el esfuerzo dejaba la sesera, tratando por hacer memoria, recordar alguna vez que su padre o su abuelo le hablara de la mocedad, de los tiempos de Alfonso Decimo Tercero, de algún agosto en que el Ebro se cruzara de guijarro en guijarro sin tan siquiera llegar a rozar una sola gota de agua-.....Nada "chiqué"...que no me viene cosa a la cabeza.
Los niños en tropel, salvaban la retama para acercarse a la ribera, allí donde unos meses antes ni se dejaban ver de puro miedo....miedo al agua que bajaba teñida como el chocolate, con olor a pútrido e infecto pero que ahora, perdido todo respeto, la retaban cruzándola hasta en medio.
Y al otro lado que hubieran pasado de no ser porque sus madres, angustiadas como toda madre, los llamaban, temerosas de que aquello tuviera algo que ver con truco, broma o guión de cine....creyendo que de repente, como en los Diez Mandamientos, les iba a salir un Charlon Heston que les hiciera a ellas alegrárseles algo más que la cara y al Ebro, recuperar los bríos y hacer que las malas aguas bajaran de sopetón y con mala leche, reclamando el antiguo lecho.
Pero el elemento andaba tan ausente, como mala virgen ceñía a diaro las piedras del Pilar con el puñetero Cierzo.
El Ebro....el Ebro se estaba muriendo.
- ¿Y ahora que le vamos a decir al electorado? - rumiaba nervioso el alcalde, oculto tras las tintadas ventanas del despacho, aislado de la plebe, atisbando en furtiva ojeada lo que apenas unas semanas antes eran un río bien dispuesto - Por Dios - juntaba las manos - que en menos de un año tengo que ponerme a repartir besos.
- Hemos llamado a Tudela, Logroño y Miranda pero en todas nos dicen lo mismo....que el Ebro se les ha secado, que de barbos no queda uno sano, que a los puentes les ven los cimientos y la gente empieza a mirarlos con cara de espanto.
- Pero este año....¿llovió algo en el Pirineo?- preguntaban los bachilleres....ahora llamados ESOS...que habían dejado plantada a la pizarra para ver de cerca la agonía del Ebro.
- Apenas pude estrenar el mono este invierno - se quejaba otro con todo lo no carnal pulido en "fashion" - ....mejor habría hecho comiendo bocadillos con la hierba que asomaba bajo el hielo.
Bajo las piedras, a tres o cuatro metros, sintiendo por primera vez que la ciudad ya no le ofrecía nuca y espalda, sino que lo contemplaba con ese rostro de niño malo, temeroso de reconocer la trastada que había hecho, el Ebro....el de los dos mil y pico de años....se reía aun a punto de entregar la última gota que le perteniera.
Las demás se fueron quedando....regando huertas donde la tierra manda secano, saturando las casas de grifos a destajo, manteniendo verde lo que la vetusta Iberia siempre vio marrón bien claro, succionada por lo saturado, dándole capricho a los que siempre gustan de cobrar bien caro, retenida por el cemento, emponzoñada por lo que en el solo vieron, la solución a un problema que sobre su espalda arrojaban para que se lo llevara bien lejos.
Fue esa la mañana en la que murió el Ebro.
Ni los viejos, ni los niños, ni sus madres, ni los ESOS o por supuesto el alcalde, ese mucho menos que nadie, llegaron a comprenderlo.
- Pero si navegamos hace apenas un verano bajo el puente de piedra. - lamentaba el edil como quien llora la muerte del abuelo nonagenario al que se le recuera echándo el guiñote en el bar del barrio.
- Tendremos que hablar con los gabachos...ejem...- corrigió - ....a los franceses....pedirle perdón por lo de Agustina....a lo mejor así logramos que nos manden el Ródano en garrafas.
- ¿Garrafas eh? - rumió el primero entre iguales - a lo mejor mi primo el cantarero puede sacarle en algo tajada....¿como se dice en francés señor?.
- "Monsieur" señor alcalde.


Bucardo


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