lunes, 3 de septiembre de 2007

Todos mis Mickies


Todos mis Mickies

- Es buen perro señora. Se lo juro.
Fue así, a través del afrancesado castellano de Madam Lagot como Micky, el primer Micky, llegó a mi vida.
La Lagot, como mis quince años la tildaban, era una gabacha ancha de faz y caderas con la que madre solía terciar por eso de que una conocía el secreto del buen paté y la otra pretendía arrebatárselo.
No hace falta decir de que ambas obraban como cocineras, una a la norte y otra al sur del Pirineo y que mientras la francesa pretendía averiguar cual era el punto justo para el buen cuajado de la tortilla, la española se torturaba pensando en como sonsacarle la correcta finura de una crepe bearnesa.
Aquel fin de semana en comunión culinaria, Lagot llegó a casa con un "grifón", una especie de perro pastor con lanas largas y gruesas, tamaño medio y ancha huella, al que los ojos se le ocultaban tras una cortinilla partida en dos por el hocico mientras el rabo era incapaz de mostrar intención o sensación alguna simplemente, porque siendo cachorro se lo amputaron.
Para salirse con la suya y endiñarnos al can, nos aseguró que el animal era más bueno y modélico que la hostia más consagrada, esa que por santa, le ponen una "ha" en avanzadilla para distinguirla de las que se reparten con la vida...esas que uno nunca quiere pero siempre se las lleva todas.
Cuando a la mañana siguiente el cuatro latas azul chillón de la Madam petardeaba camino de la frontera, lo hizo sin Micky y sin el secreto de la crepe, precio a pagar por "adoptar" su desamparado cánido.
A madre el precio se le hizo chollo pero dudo y mucho que opinaran lo mismo el cesped de nuestros vecinos, los rosales del alcalde, las farolas municipales, los jarrones más chinos restaurante familiar o los repartidores, carteros y comerciales que cada semana nos visitaban con un ojo puesto en llevarse buen pedido y el otro intentando, cosa que rara vez conseguían, porque los pantalones le volvieran a casa tan bien cosidos como salieron.
Micky era un cabrón.
No un cabrón no....!un cabronazo!.
Pero era mi perro y a mis quince primaveras les sentaba que ni pintado aquel chucho hiperactivo, locuaz, lanzado, locuelo, malcarado, chulo, sobrado y psicológicamente desequilibrado, tan incapaz de abandonar mi sombra como de permancecer más de un minuto con los dos ojos cerrados.
Nunca le regañaba, porque a mi no me placía hacerlo y tampoco le exigía demasiado por lo que el a mi mucho menos.
Además se unió al negocio como uno más, adoptando la costumbre de colarse en los restaurante de la competencia, aprovechando el despiste del comedor lleno, para sisarles por las bravas y con decoro la marne más roja o incluso el bizcocho más tierno.
- A ese perro tuyo te lo voy a descalabrar - amenazaba Jesús.
- Si le tocas.....te mato.
A los parroquianos que llevaban diez minutos escuchando como Jesús de Got lanzaba puyas contra Micky, asegurando que era el quien le echaba a perder las judías por su manía de orinarles todo lo que tuviera en la su vejiga, se les cortó la respiración.
Sabían que Got era uno de esos machos cabríos capaces de marchar directamente a casa y llenar de postas la escopeta pero mis ojos eran tan elocuentes, tan abiertos y francos que sin duda temieron que si una mañana Micky amanecía en la calle con el cuello cortado, antes de que anocheciera Jesús terminaría presentándole los respetos a San Pedro.
Cuando se murió, el muy hijo de la gran puta, consiguió lo que en mi vida bien pocos bípedos lograron....que todavía lo eche de menos.
Recuerdo que por aquel entonces, con treinta y bastante enfermo, necesitaba alejarme todo lo que pudiera de casa pues mi enfermedad era de las que tienen mal remedio, esas que no conocen virus ni te rompen un hueso, sino que se lleva en el alma, incrustada más dolorosamente que una astilla de madera entre uña y dedo.
Papa llamó y lo fue diciendo poco a poco, sutilmente, como el sabía y yo necesitaba.
Apenas colgé, cogí el coche.
Tres horas más tarde padre y yo lo enterramos en el jardín de casa.
Madre no quiso venir, en parte porque de verdad sentía mucha pena y en parte, eso tambión lo comprendo, porque los cadáveres de perro son, como todos, feos, pero que muy feos.
Nada encontraba en aquella masa de pelo que me hiciera reconocer la esencia de aquel activo e incorregible perro y aunque por primera vez, que en vida nunca se dejó, le aparté el flequillo para verle los ojos, estos estaban abiertos y pétreos, fríos como lo que era...retina de muerto.
Los filetes de la competencia respiraron.....pero no les dejé demasiado tiempo.
Por suerte Madame Lagot continuaba tan oronda y su cuatro latas tan destartalado como quince años antes.
En aquel tiempo no tuve tanta suerte como para que andara sobrada de perros pero conocía a uno de esos "eleveurs" de los pocos que todavía subían la pezuña al monte, al que su perra le acababa de parir cachorros y que de no conseguirles dueño, los despeñaría por una barranquera antes de que le entraran las penas de hacerlo cuando ya tuvieran los ojos abiertos.
El segundo de mis Mickies fue en principio, una bola de pelo temblorosa y sobrada de espacio en lo poquito que le ofrecía la palma de mi mano.
Pero los perros como los niños, pasan del pañal a adulto antes de que sepas disfrutarlos solo que con este, no recuerdo en el trayecto, haberlo visto deshaciendo alguna colcha con los colmillos, usando los mismos para pelearse tras alguna hembra con el celo desatado, colándose en pos de un solomillo tierno o tratando de joderle el sermón dominical, a un cura que se cagaba hasta en supino cada vez que resonaba en el templo los ladrilos de algún perro....bueno de mi perro.
Micky se adaptó al nuevo ritmo, al mío, uno mucho más sosegado, donde los sábados lo mismo se salía que gustaba por sacar el "yo" casero, donde el insomnio era, salvo de tres horas afortunadas, dueño absoluto de todas mis noches y donde verlo a el, sentado a la diestra mientras tecleaba la amanecida ante la pantalla del ordenador, resultaba tan reconfortante como necesario.
Era bueno saber que allí estaba.
Puede que fuera más pánfilo que su antecesor, más bonachón y menos dado a sacar el genio, puede que echara un lomo monumental, de gorrino bien cebado y que la vida activa fuera lo único que le hacía perder el sueño, pero al pasear, era de agradecer eso de contemplarlo, despeinado, con la cojonera colgando y a poco que se adelantara, deteniéndose y echando un capote a retaguardia para preguntar por donde seguía el camino.
Además uno no estaba en edad genéticamente desvariada y mis atractivos para el "dificil sexo" menguaban a medida que las moscas patinaban sobre mi calva y lo que perdía de trasero lo iba ganando en la panza. Por eso a veces, en paseo, cuando se tornaba con otro perro cuyo dueño no era dueño sino "a", agradecía la oportunidad ofrecida, reconociendo que al menos en dos, terminaron los perros atados a la puerta y nosotros atados en cuatro brazos para cuatro piernas.
Micky se murió una noche mientras disfrutaba de mis tres horas de soñera.
Tenía quince bien pasados y aunque andaba con infecciones en lo renal, el veterinario me había jurado hasta por los cuarenta más santos que ladraría durante otros quince.
Pero no fue así y cuando descubrí lo que de el me había quedado, lo fui acariciando lentamente, disfrutando de los últimos estertores de calor que le quedaba a su cánido cuerpo.
Lo enterrano padre y yo a la vera del otro.
Al tercero de los Mickies lo trajeron tan recién parido como al segundo, solo que su comportamiento parecía más de puro y sofisticado Lord inglés que de la navaja más barriobajera.
Aun siendo de idéntica raza, caminaba tan estirado y su pelo era tan corto, que parecía extraído de real genealogía y pagarse su propio peluquero....yo desde luego no lo hacía.
Por lo que me tocaba, yo hacía lo propio sobre el reino en que se había convertido mi barrio, conocedor de todos sus defectos y encantos, sabedor de que Aurora la mujer del municipal, se ventilaba al panadero de la esquina, que la hija del cerrajero estaba preñada sin que se supiera quien pero si desde luego como, que las aceras se desequilibraban un 25% cuando ya se llegaba a la guardería o que al de la agencia de viajes lo iban a poner de patitas en la calle por eso de la imagen, que no conjuga muy bien lo de vender playas de bikini y pecho tieso con superar ya los cincuenta.
Una vez más Micky se amoldó al dueño...ladrando lo que estrictamente se precisara, tirándose a la canina del panadero, meándose donde se meaba el macho labrador del agente y procurando trotar con más firmeza y vigilar el suelo cuando ya se escuchaba el griterío de los críos.
Por las noches no me hacía ninguna gracia ni tan siquiera salir a un ligero tapeo y el perro enseguida me lo notaba.
La calle no era tan segura y bien fuera por cobardón bien por frioero, lo que más atraía era una cena ligera y luego directo a la letra, leída con el volumen de la tele bajado pues resultó que el perro, salió con el defecto de quedarse ensimismado mirando las lucecitas coloridas del invento para luego ponerse a ladrar cuando emitían uno de esos concursos de premio largo y escote acortado.
Sobre mi los escotes ya no ejercian demasiado efecto y Micky, evidentemente, ladraba por lo del premio abultado.
Se murió con quince suyos y yo a punto de entrar a jubilado.
Creo que aquella fue la vez más complicada.
En el jardin de casa con el bicho recién sepultado, eché de menos a padre.
Lloré.
A lagrimas cortas y sin llantos mariconeros. Es ley de vida, seas hombre, seas rana, rey, mosen o perro.
Te tienes que morir desde que eres cachorro hasta que la vida te convierte en algo como yo......viejo.
El cuarto Micky vino de la mano de uno de los sobrinos.
Yo no tuve pareja y por supuesto salvo que alguna de las andanzas me saliera con sorpresa a posteriori, tampoco hijos por lo que quedé solo.
El zagal es bueno.
Lo se porque tengo muchos cuartos pero todo lo callo, no sea que las querencias de la poca sangre que me queda, les surgan de la idea de herencia y no de verme a gusto.
Al contrario que los otros, este nuevo Micky me lo trajo ya curtido, directo de un criadero donde había gozado de la jugosa vida del semental.....semental de diez años, con los riñones tan molidos y la huevera tan dislocada que sus dueños pensaron en el sacrificio justo cuando apareció el sobrino.
Cuando lo miraba algo había de el en mi y en mi de todos los Mickies que había tenido.
No me importa que viva pocos años.
Sacando cuentas, con los ochenta que llevo, tampoco es que yo pueda sacarle muchos dedos a lo que me deba la vida.
Surge ahora esa época de resúmenes y en ellos, en todo, resulta que aparece un Micky uniforme, blanquecino, de ojos invisibles e inmejorablemente fiel, con cosa que conservaron y cosas que nos fuimos pegando, el uno sobre el otro, adaptándonos.
Ahora parece que nos contemplamo como si nos estuviéramos lanzando un reto.
Ambos gozamos de la quietud y los días asentados en el regazo del silencio y los libros largos.....para el son siestas o husmeos sobre cualquier olor que le traiga el viento directo al hocico pues por ganas no le quedan, ni de levantar la cabeza para buscarlo.
Al apagar la luz suspira el muy jodido que aun tan viejales como uno es, parece más vivo....más corrido y desde luego mucho mejor jodido.
Me lanza un reto....¿a cual de los dos nos enterrarán primero?.
Bueno....si bien pensado lo encuentro....no debe pudrirse uno a disgusto bajo el jardín.

A Micky, mi cabrón perro, al que tanto añoro, al que tanto quiero.


Bucardo


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