lunes, 8 de octubre de 2007

Antes de que sea tarde....


Antes de que sea tarde.....
Roberto desmadejado sobre el sofa, había embutido un Mozart en la tetera o un te en la disquetera.
Siempre poco atento, demasiado ensimismado....no tenía más que sus dos tímpanos para beber de la nota que brotaba.....¿no brota el agua fresca?...¿no brota de mayo una primavera?.....¿por que no podía brotar de la misma briosa forma la música, siendo que la música, se compone siempre eterna?.
Cerró los ojos con tibieza y se quedó así, descalzo, pensando en la madre....en la madre muerta.
El telegrama, siempre tan cinéfilo, se le echó encima en pleno trabajo.
Los compañeros, extrañados, no por la deshora, sino porque venir con esas en la era en que dos letras hiladas, por insulsas que estas fueran, eran capaces de dar figura al mundo, a poco que se dispusiera de tarifa contrato y un Spucnik sobre la testa.
Pero en el pueblo el paso era casi siempre de cangrejo y seguían creyendo más que nada, en la letra, incluso por encima de todos los dioses con sus obispos y su Santa Madre Iglesia.
De ello vino el cartero, camisa amarilla y cara de olvidar el ritual de la firma y entrega, con el sobrecito azul en papel fino y el boli pidiendo que le aconsejaran, como se hacían esas liturgias, olvidadas bajo el reino de la tecla.
A Mozart en todas sus locuras, se le olvidaron citar la de inventor.
Ni locos ni creadores consiguieron idear una máquina del tiempo y en su esteril búsqueda, olvidaron que a fin de cuentas, ese viaje no viene a ser otra cosa, que ausentarse del tiempo presente y volar hasta donde uno quisiera....una playa virgen de esas que ya no existen....ese gemido innato de la primera mujer que ante sus armas tus banderas rindieras.....el sabor amargo del desprecio....la pisada desnuda sobre la nieve fresca....el dolor de un "NO"....la perpetua despedida.....
Pensar en su madre venía casi siempre a ser eso...una constante despedida entre dos seres que se amaban, pero que siempre se mostraron hostiles....por diferentes....incapaces el uno al otro de comprenderse.
Era la cizaña de la hormiga avispa, sembrada con cautela y paciencia, que día tras día germinaba entre las entrañas de la víctima hasta que un día estalla.....y en el estallido, en la confusión....algo va y se pierde.
Al tercer pentagrama, el oboe ejerce de escalera en corchea doble y culmina en una blanca imposible que sulfura la piel del artista y le derrite todas las fibras sensibles a quien lo disfruta.....y por el agujero se cuela un violín con tres negras algo cortas pero siempre justas, como deseando acariciar al oboe complice.....apareándose ante quien escucha sin temor al cuchicheo.
Y Roberto olvida los consuelos de la mujer, los niños y su regreso de clase de inglés, las confesiones, el preparativo del negro viaje, los miedos a enfrentarse al recelo y las recriminaciones, al recuerdo de la útlima disputa....última de tantas...de muchas...esa que le sirvió a el para acatar que no podían estar junto y a la otra el que jamás pudiera perdonarle que la dejara en el pueblo rodeada de nadie, pues el pueblo era un nadie que pretendía cortar de tajo a cualquiera que sobre la tabla rasa, pretendiera resaltarle.
Todo comenzó con una broma de doce navidades, una de esas que se dicen con los labios pensando que carecen de importancia pero que terminan obsesionando a ambos por lo que uno quiere y el otro no desea.
- ¿Es que no sales con los amigos?...¿es que no vas de cena con ellos?....¿es que no rondas a ninguna chica?....¿es que no vas de discoteca los sábados?...¿es que no comprendes que se murmura a nuestro costado?.
Ella, como todas las que hacían de la permanente, su único reto diario, basaban la vida propia....en el "es que" contrario, imponiendo la idea de la felicadad propia, sobre el ajeno cuchicheo, alzándose en protagonista absoluta de su propio fotograma, donde el maquillaje era perfecto y la sonrisa de bote, donde cogia por mil alambres, se sustentaba sobre la mirada triste de todos aquellos que de diario, había pisoteado.
- ¿Sabes lo que hacen los sábados? - respondía cuando aun era capaz de pensar en la compresión de ambos.
Pero a ella, si bien lo sabía, no le importaba.
La ceguera, siempre por voluntaria, interesada, era la única arma....así no veía que pretendiera moldear a su vástago en el ideal moldeado en puro ordinario, ese que peregrinaba con la cartera llena entre copas y alcoholes, ese que suicidaba las neuronas y pensaban que todo aquello que de pie no meara, de acercarse, era para montería y alivio, no para solazarse con una conversación a la que no se animaban, ni metiendo entre medio, muchos litros en pocos tragos.
No soportaba el latigueo de la lengua envenenada, esa que le rezaban al hijo de extraño.....pues para ellas era pecado el que prefiriera revolcarse en la letra que otros escribieron y que lo alejaban de la enjuta frontera, ese que no se ceñía al canón de lo poco trazado y prefería cerrar los ojos y volar, antes que quedarse con el hambre de lo poco que en aquel páramo le ofrecieran.
Por eso marchó.
Y ella, jamás llegó a asumirlo.
Pero el lo sabía.....lo sabía mucho antes de que el telegrama le amargara el trabajo.
Ella que era todos y todos ella, en un cesto mismo, a uno amargados.
Amargados por las oportunidades que sus carnes frescas perdieron, no osaban ver más allá de sus propios fracasos y era obligación de madre....madre de aquellas estepas.....como lo hizo su abuela y de su abuela los propios yayos.....el asegurarse que los hijos le siguieran el rito de limitarse y comerse para ellos, la rabia interna que deja el mal sabor de lo nunca realizado.
No lo hacía por maldad....las madres no son malas por mucho que a los hijos más díscolos les guste presumir de tal desamparo.....las madres siempre imponen lo que ellas son con lo que antaño anhelaron....no conciben que allá, pueda existir alguien, menos de la misma sangre, capaz de concebirse...un poquito más lejos.
¿Y ahora que?.
Había viajado, había conocido, su mente era pura letra, tocaba tres instrumentos, hacía el amor como nadie y sentía el orgullo de sus hijos moldeados según como ellos mismos sintieran......pero le faltaba algo que ya no tendría.
La aventura del regreso, del niño, otrora triste que un día, ya hombre, se sentara a la vera y, cogidos entre cuatro manos......ambos........haberse pedido perdón por el mucho daño.

Bucardo


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