lunes, 10 de septiembre de 2007

La Chica del Culo Rosa



La Chica del Culo Rosa

Camino sofocado por la chicharrina cuando, surgida del portal vecino, asoma la chica del culo rosa.
La chica del culo rosa paseaba la lozanía de su nada oculta entrepierna por las anchas trancas del Cesáreo Alierta, dejándose desear por muchos pero otorgando tan solo al Cierzo el soberano placer de esculpirle la traza.
La chica del culo rosa se duerme viendo una película inglesa en su original versión, desconoce la lengua gabacha, ignora todos los entresijos de la clásica cultura y del teclado y apenas sabe que apretando la “a”, surge como por ensalmo, su equivalente en las catorce pulgadas de pantalla.
“¿Para que si tengo esto?” – piensa sin decirlo cuando a su padre le da por recordarle que no se vive solo del cuento.
Su padre no ganó antes de prejubilarse, los dos mil mensuales que ella se echaba al escote por eso de reírle las gracias y socarrarle la sesera a un jefe con edad entrada en el “quiero y no puedo”.
Es el juego al roedor de quien se sabe felina, dotada con aquello que todos los otros desean y sabedora de que lo mismo que se tiene, se debe saber utilizar….unas veces para mostrar solo lo justo, otras guardando la munición para cuando pueda sacársele mejor provecho y otras, las menos, en que enseñando más de lo debido y haciendo menos de lo deseado, una puede llevarse consigo la promesa de un imposible….evitando el peligro de un arrepentimiento retardado.
Exigiendo atención al ritmo oscilante de sus caderas, apenas resguardadas por lo que antaño fue tejano y ahora, teñido en rosa y recortado, más semeja ser cinturón por la mucha tijera que le aplicaron, la chica del culo rosa disfruta sabiendo que allí, en la Alierta, no hay mejor bandera que la suya ni mayores pasiones que las que la intuición de su pubis fresco, despierta sobre la acera.
Lo miran con rayos X insertados sobre la retina de aquellos que la desnudan apenas intuirla, aunque sus yemas se hayan desacostumbrado ya a lo que es disfrutar de poco más de lo que se acostumbra.
Lo miran las que se santiguan, añorando los tiempos de la pañoleta y Semana Santa con peineta incorporada, tapándose la cara con los dedos bien separados, ofuscadas todas no por lo que se mira, sino por carecer de razones para ser bien miradas.
La chica del culo rosa conocer a la perfección cual de ellos desearía corregirla, cual le metería un sayo de monja encima, quien la enviaría a reformarla y cual entre todos esos miembros, la reformaría en modos mucho más placenteros.
Y a ella todos, todos sin excepción, le importan lo mismo que una mierda.
Una mierda eso de ganarse sueldo con tres extras, calentándole la sesentona calavera a un presidente apurado por eso de no compaginar muy bien la gana con los problemas de vejiga.
Una mierda que su novio tan solo la quiera por presumir públicamente del cuerpo con el que se acuesta, siendo que ella no presume de iguales, pues en caso de hacerlo, el novio callaría la honra y sacaría a la luz los cuernos.
Una mierda que su padre carezca de correcta taquicardia a poco que le aparezca la hija por casa con un nuevo capricho metido entre ceja y ceja….capricho que siempre terminará pagando, pues cuando viene con esas, a la chica del culo rosa se le alargan los pantalones al ritmo que su cara de fresca se le torna de niña buena.
A la chica del culo rosa no le hace más falta que eso…su culo…pues por algo lo esculpe a fuerza de gimnasio diario y puede presumir de rozar los treinta y tenerlo firme, hacia arriba y soberanamente plantado.
Es lo que tiene ser lo que nunca podrás tener….que lo mismo vale para hacerse la buena que para sonsacarle unos reales por eso de “tengo lo que tu deseas”.
- ¿Oye no tendrías sesenta céntimos? – para preguntar al granoso rostro del quinceañero que comparte fila del pan con ella, lo ha hecho girando suavemente el cuello y apoyando, como quien no quiere la cosa, espalda, cuello, mano y muslo sobre el sudoroso cuerpo del inocente – Es que me olvidé la cartera en casa.
Sabe que a menos que sea castrado, aun pidiéndole cincuenta euros…cincuenta que le habría dado.
Es la ventaja que tiene eso de ser chica del culo rosa…que una no necesita presentación alguna.
Al salir de la panadería con la barra bajo el brazo y limpiándose de las suelas las babas del pobre muchacho, se cruza sin darse cuenta de ello, con una mujercita de enjuto tamaño y cara diminuta, sin duda a causa de alguna carencia de lactosa cuando los huesos la necesitaron.
La pobre camina con esfuerzo, con dos pesadas bolsas de Sabeco, una en cada brazo y la cabeza, casi sin cuello, incrustada a la fuerza entre los hombros.
Tiene gafas con culo vaso, brazos cortos e inflados, cara dolorida por el esfuerzo y ritmo totalmente desacompasado, tapado por una tela escocesa mal trenzada, horriblemente combinada, que le hace las veces de vaquero rosa, sin rosa, sin vaquero y por supuesto, sin el culo de la babeada.
Pero al contrario que la chica, esta, aun tan mal compuesta, me saluda con una mirada y un….
- Buenos días – y eso que no me conoce de nada.
Y aquí estoy yo, esperanzo que el semáforo de orden de balar en el otro lado, contemplando como se aleja, con paso corto y lánguido, esa mujer madura y fea que sin saber ni cual era mi nombre, esta mañana decidió alegrarme con un sencillo saludo.
De fondo, contemplada por mis espaldas, la chica del curo rosa se va alejando, meneando las caderas a ritmo de péndulo barroco, haciendo que a los viejos del parque les desaparezcan arrugas y achaques….atenta por todos….olvidada por mi.


Bucardo




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