
Surgida Gota
Mientras deletreaba, ella andaba canturreando mansamente, bajo la ducha.
Lo hacía a malas, siempre a malas, con ese tono desafinado que provocaba oleadas de gratitud hacia el ritmo recio con que el agua caía....el mismo que aislaba mi mente, mi últimamente inestable mente, para conseguir que esta se mantuviera concentrada allí donde pretendía.
Estaba cansada.
Cansada si, pero aun con todo, sacaba arrestos para teclear....una vez más.
Tecleaba imaginando el líquido elemento, dividido con un afilado e inexistente cuter en gotas diminutas y translucidas que una poderosa bomba de fabricación teutona, succionaba al río para embutirla en aquel tubo tremebundo, de cemento, de plástico duro que, soterrados cuatro, cinco o veinte metros bajo tierra, faenaba ausente del atasco cripado y los semáforoso que ni en rojo o verde son capace de ponerse deacuerdo.
Imaginaba, si, como esa gota era filtrada, mareada, analizada, diseccionada, clorificada, purificada, higienizada para luego, al punto del vómito, devolverla a la red, maquillada para dermis humana, esa que genera por toneladas mucha caca, caca que luego no gusta de tocarla.
Imaginaba, no le costaba nada hacerlo, como la gota, cabreada hasta el extremo, era otra vez transportada a fuerza de bomba china, renqueante, barata y al punto del estropicio, a través de la caótica maraña de tuberías y apaños, sorteando las fugas, las ratas, lo vetusto de algunos tramos hasta empujarla hacia el horno, el socarrante horno que la enrojecía, como si la dispusieran sobre rojas brasas, hasta casi evaporarla y luebo devolverla al circuito, ascendiendo, más y más hasta que, cuando ya no podía soportarlo, cuando ya no se podía sentir más humillada, veía una, decenas, cientos de escuálidas salidas por donde la luz y el sonido tenua de una canción, horriblemente tarareada, era lo único que se intuía.
Cayó.
Cayó sobre aquel rostro desmaquillado, sobre el pómulo enrojecido, sobre su calor ténue y apaciguante.
Resbaló, primero levemente, luego, siempre despacio, sin detenerse hasta introducirse en la coqueta comisura de sus labios.
La besó, la paladeó, gozó de aquella sensualidad hasta que la puntita de su lengua la desplazó hacia la barbilla, que dibujó hasta alcanzar el cuello tenso, al que relajó dejándose frotar, su propio cuerpo contra aquel otro, masaje de agua, ambos hirviendo.
Luego, cogida la vencida gracias a ese pequeño triangulito que dibuja la intersección del cuello y los hombros, se mecía, para tornar a la caricia que ahora regalaba ante la arremetida de sus pechos.....endulzada lentitud de quien tanto goza haciendo, discreta, tierna, irresistible paciencia, sentirse morir cuando una al pezón llega, cuando una lo corona....supuerante, hermosura, salvajismo de la gota que sin embargo, sabe hacerlo como a las dos gusta....a mano lenta....sabiendo pero reteniendo.
Desciende luego...una, dos, tres y hasta cuatro pecas, un ombligo que parece tensarse, nervio, y luego, en un salto ávido, llega hasta el rizo húmedo que parece palpitar a través del aire....susurra junto a la boca del templo, se retiene apenas uno o dos minutos que a ella se le hacen de lo breve, lo más corto....es lo que suele acontecer cuanto se esta a gusto.
Cree sentir un gemido, se lo trae la piel, el mapa de los sentidos.
Sin poder esperar más, sin ser capaz de retener el turno de sus hermanas, la gota se cae, mirando a sus espaldas, más todavía aguzando el tacto entre la cara interna de los muslos, que recorre, aun pequeños, deleitantes, carne prieta, carne motor de todo lo que generarse se pueda.
Cuando la gota torna al tubo, nuevamente succionada, el que la bambolee el PVC, es cosa que ya no le inquieta.
Es lo jugoso de poder soportar lo malo cuando antes se ha disfrutado de lo mejor.
Ella ha dejado de cantar.
Aun con la ducha en alto, abrió lo ojos y se sintió...extrañamente inquieta.
Creía regresar agotada a casa, derrotada por ocho horas entre telefonos, ordenes y clientes desaforados.
Pensó en cenar, pensó en llamar a su madre, pensó en media hora de sofá y luego a rendir cuentas al siempre olvidado sueño.
Pero ahora, las cuentas ya no le salen y comienza a convencerse de cual sería el mejor colofón para el peor de sus días.
- !Cariño! - grita para que de la ducha no le nazcan sordos - ¿No querrías ducharte?.
Mientras deletreaba, ella andaba canturreando mansamente, bajo la ducha.
Lo hacía a malas, siempre a malas, con ese tono desafinado que provocaba oleadas de gratitud hacia el ritmo recio con que el agua caía....el mismo que aislaba mi mente, mi últimamente inestable mente, para conseguir que esta se mantuviera concentrada allí donde pretendía.
Estaba cansada.
Cansada si, pero aun con todo, sacaba arrestos para teclear....una vez más.
Tecleaba imaginando el líquido elemento, dividido con un afilado e inexistente cuter en gotas diminutas y translucidas que una poderosa bomba de fabricación teutona, succionaba al río para embutirla en aquel tubo tremebundo, de cemento, de plástico duro que, soterrados cuatro, cinco o veinte metros bajo tierra, faenaba ausente del atasco cripado y los semáforoso que ni en rojo o verde son capace de ponerse deacuerdo.
Imaginaba, si, como esa gota era filtrada, mareada, analizada, diseccionada, clorificada, purificada, higienizada para luego, al punto del vómito, devolverla a la red, maquillada para dermis humana, esa que genera por toneladas mucha caca, caca que luego no gusta de tocarla.
Imaginaba, no le costaba nada hacerlo, como la gota, cabreada hasta el extremo, era otra vez transportada a fuerza de bomba china, renqueante, barata y al punto del estropicio, a través de la caótica maraña de tuberías y apaños, sorteando las fugas, las ratas, lo vetusto de algunos tramos hasta empujarla hacia el horno, el socarrante horno que la enrojecía, como si la dispusieran sobre rojas brasas, hasta casi evaporarla y luebo devolverla al circuito, ascendiendo, más y más hasta que, cuando ya no podía soportarlo, cuando ya no se podía sentir más humillada, veía una, decenas, cientos de escuálidas salidas por donde la luz y el sonido tenua de una canción, horriblemente tarareada, era lo único que se intuía.
Cayó.
Cayó sobre aquel rostro desmaquillado, sobre el pómulo enrojecido, sobre su calor ténue y apaciguante.
Resbaló, primero levemente, luego, siempre despacio, sin detenerse hasta introducirse en la coqueta comisura de sus labios.
La besó, la paladeó, gozó de aquella sensualidad hasta que la puntita de su lengua la desplazó hacia la barbilla, que dibujó hasta alcanzar el cuello tenso, al que relajó dejándose frotar, su propio cuerpo contra aquel otro, masaje de agua, ambos hirviendo.
Luego, cogida la vencida gracias a ese pequeño triangulito que dibuja la intersección del cuello y los hombros, se mecía, para tornar a la caricia que ahora regalaba ante la arremetida de sus pechos.....endulzada lentitud de quien tanto goza haciendo, discreta, tierna, irresistible paciencia, sentirse morir cuando una al pezón llega, cuando una lo corona....supuerante, hermosura, salvajismo de la gota que sin embargo, sabe hacerlo como a las dos gusta....a mano lenta....sabiendo pero reteniendo.
Desciende luego...una, dos, tres y hasta cuatro pecas, un ombligo que parece tensarse, nervio, y luego, en un salto ávido, llega hasta el rizo húmedo que parece palpitar a través del aire....susurra junto a la boca del templo, se retiene apenas uno o dos minutos que a ella se le hacen de lo breve, lo más corto....es lo que suele acontecer cuanto se esta a gusto.
Cree sentir un gemido, se lo trae la piel, el mapa de los sentidos.
Sin poder esperar más, sin ser capaz de retener el turno de sus hermanas, la gota se cae, mirando a sus espaldas, más todavía aguzando el tacto entre la cara interna de los muslos, que recorre, aun pequeños, deleitantes, carne prieta, carne motor de todo lo que generarse se pueda.
Cuando la gota torna al tubo, nuevamente succionada, el que la bambolee el PVC, es cosa que ya no le inquieta.
Es lo jugoso de poder soportar lo malo cuando antes se ha disfrutado de lo mejor.
Ella ha dejado de cantar.
Aun con la ducha en alto, abrió lo ojos y se sintió...extrañamente inquieta.
Creía regresar agotada a casa, derrotada por ocho horas entre telefonos, ordenes y clientes desaforados.
Pensó en cenar, pensó en llamar a su madre, pensó en media hora de sofá y luego a rendir cuentas al siempre olvidado sueño.
Pero ahora, las cuentas ya no le salen y comienza a convencerse de cual sería el mejor colofón para el peor de sus días.
- !Cariño! - grita para que de la ducha no le nazcan sordos - ¿No querrías ducharte?.
Bucardo
Registro Propiedad Intelectu@l
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