jueves, 2 de abril de 2009

20 céntimos


20 Céntimos
- ¡Es triste pedir pero más triste es robar!.
La muchacha, quinceañera de ojos claros y rostro agitanado, levanta la voz a pesar de que en aquel vagón atestado, el silencio matinal hace su imperio entre la marabunta.
Con increíble elasticidad, comienza a deslizarse de asiento en asiento, de agarradera en agarradera, sin rozar a nadie, orgullosa y ágil entre aquel tropezón de miradas hostiles y expresiones ausentes.
- Gracias señora, Dios se lo pague.
Dios ya se lo pagó con esa beatitud de falsa cristiana.
La muchacha o su chulo de miserias lo saben, y de eso exprimen los veinte céntimos, uno de tantos que acumulan a base de forzar el poema y la cara de pena.
Paso a paso se va acercando y yo, anodino, inocente y acobardado, intento concentrar la vista en la sección bursátil del periódico, esa que nunca comprendes pero todos hacen como si en ello fueran especialistas y por tanto respetables.
Cuando llega a la altura su olor me fuerza.
No es el olor de la desdicha ni de quien sabe mucho de chinches y poco de agua.
Es el olor a fresca sin necesidad de ducha ni colonia.
La miro justo cuando esconde la mano y sonríe con esas encías blancas, contraste ante su tez andaluza.
Se acerca al oído sin que yo atisbe, reaccione o comprenda.
- La limosna te la daría yo a ti guapetón.
Y se reagrupa con su destino no sin antes alicatarme con un guiño.
Allí me quedo yo, en mitad de un vagón repleto donde no se puede estar más solo y con toda una noche de cama fría imaginando, lo rica que se puede ser…..con veinte céntimos por salario.

Bucardo

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