viernes, 1 de febrero de 2008

A Veces


A Veces
A veces gritar en silencio, puede ser la más furiosa forma de rogar tu auxilio.
A veces, a saber si siempre, a medida que crecemos, a medida que nos vamos alejando del suelo, lo hacemos igualmente de quienes más cerca nos rodean, sobre todo si nos son conocidos, tal vez incluso queridos, por el hartazgo que nos provoca la ausencia de novedades, el saber todas y cada una de sus taras, defectos, virtudes o manías.
A veces, voluntariamente, nos “encapsulamos”, autodefensa propia, creyendo fanáticamente en esa falsedad que se nos vende….una sociedad que no se relaciona, sino que incrementa su desconfianza al mismo ritmo que lo hace, la necesidad por satisfacer el interés propio.
El egoísmo es la única siembra que no precisa de mierda para germinar.
Los amigos del trabajo dejan de serlo cuando surgen las rencillas, las envidias, ese sueldo o los ascensos.
Las amistades de guardería, tiemblan al poner distancia de por medio, al surgir la ausencia, al comprender que pocos logran sobrevivir a la diferente creencia.
Los vecinos olvidan serlo si lo que a unos interesa, resulta que otros detestan.
Pero lo peor….es sentir tu ausencia aun cuando dormimos con nuestra piel fundida y la conversación se torna monólogo e insolencia cuando escuchas que se dice lo que no deseas.
Y lo llamas normal porque así otros te lo han dicho.
Y quieres ser normal hasta el punto de la infelicidad porque llevar la contraria, en eso como en todo, no te gusta.
Por no resaltar, por no sentir vergüenza, por no dar aliento a un “que dirán”.
- Qué raro eres.
“¿Por pretender quererte?”.
Pero nunca lo digo pues aun te quiero.
Y por quererte, hacerte daño, es hacérmelo a mi mismo.
A veces puedo gritar tan alto con una sola mirada, con un leve gesto, con el más profundo e insoslayable de mis silencios, que no logro comprender como eres capaz de devolverme semejante sordera, de no percibir el dolor inmenso de saber cuanto te quiero y el poco caso le haces a ello.
Bucardo


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