sábado, 5 de enero de 2008

Desde la Cima



Desde la Cima

- Desde la cima, siempre lo verás todo.
Los recuerdos son virus caprichosos y malencarados.
Rencorosos como dolor de hembra, asaltan con mayor saña cuanto más se ha intentado postergarlos en el olvido.
Ian se estremecía.
No era cosa del viento que le cortaba los labios como un cuter lo hace con el papel biblia, sino porque allá arriba, donde el agua se hace hielo y el hielo cielo, le acometía con tal viveza la voz de su padre, que aun en frío, sentía la fuerza de su abrazo.
- Aunque cierres los ojos hijo….allí arriba, todo se ve más claro.
Y a fe que se veía.
Padre siempre había gozado del buen sentido que tienen aquellos capaces de anticipar el paso.
Por eso, desde chiquito, lo fue acostumbrando a eso que llamaban Pirineo y que resulta ser primo hermano del veneno, metiéndose poco a poco, expandiendo la ponzoña de vena en vena, por los capilares, hasta llegar al corazón y dominarlo.
- Disfruta Ian – aconsejaba mientras con el grueso dedo, con el tino de la costumbre y la certeza de la buena memoria, le iba señalando el nombre de cada pico y tras cada nombre su leyenda – Todo tiene un fin y este nos queda bien cerca.
Tuvo razón el viejo aunque su propio final le llegara antes de que al Pirineo se le echara el suyo encima.
El final no lo sentía cualquiera.
Para hacerlo, se debía tener un alma envenenada y la conciencia de quien se sabe dueño de su nombre pero esclavo del Pirineo.
Sacó un pie al exterior, fuera del habitáculo artificiosamente cálido de la furgoneta.
Aquel reencuentro con el aire fresco, con la sensación húmeda del hayedo, el alma retorcida del pino negro, los murallones anaranjados del Mondarruego, el inagotable quejido del Ara, cabriolas, su mala virgen, sus cascadas…aquel momento era el resumen, el objetivo, la culminación, el mayor deseo.
La primera vez, esas que se recuerdan, Ian lo disfrutó con el inapreciado tesoro de la soledad.
Con su respiración acobardada, rebotada entre peñascos como si en lugar de inspirar, estuviera gritando y el sonido partido de un cuervo volando tan encima como para contarle las canas al plumaje.
- Te invita – le dijo padre señalando al desconfiado córvido.
La última se hizo anhelando la sordera frente al petardeo, los motores acelerados, el aluminio de diseño, el olor a tortilla, los quejidos de una abuela, los estúpidos, la urbanidad, la comodidad adaptando natura, el asfalto hecho salvaje y esos mismos murallones que ahora le parecían menos Mondarruego…más acojonados.
- Allí abajo, donde se abre en abanico, justo detrás – padre contaba como si en verdad el mismo se lo creyera – vive un hada anciana pero inmortal que le da color al agua usando la luz. Y lo hace a capricho, a voluntad, por la noche, para que nadie la descubra.
Ian, crío, ágil aunque gordezuelo, no sabía si mirar con sus ojos esponja que todo lo abarcan y absorben, si a la boca que cuenta la historia o a la cascada de donde todo surge.
Ahora, al pasar de nuevo frente al agua, descubre que para ella ya no existen las noches. Dos enormes focos la “hacen bonita” como si por si sola no lo fuera, tan solo para que quienes desean ser ciegos, la vieran o quienes decían no serlo, pudieran justificar su belleza, afeando a quien en verdad la poseía.
Del hada vieja no quedaba más que el agujero.
Allí debe estar ella, en el fondo, aterrorizada.
- Desde la cima, siempre lo verás todo.
Para hacerlo tuvo que guardar turno de carnicería, tras guías de chancleta y amantes de la aventura con seguro de uña desgastada, esperando a la foto de familia, a la cara de idiotas, a que los zapatos de tacón relucieran y le posaran por el lado bueno del maquillaje….todo para comprar sus propios segundos sobre la cima.
Y lo vio claro.
El Pirineo no mutaba, agonizaba corroído por el cáncer importado que ascendía del llano, río arriba, mutando el valle en pantano y los pueblos en dormidas ciudades llenas de comida y mierda, carentes del rito y la costumbre, del cuento y la magia del pasado, de las piedras centenarias y los nombres esculpidos de quienes quisieron ser recordados…..todo liso, todo vulgar, todo igual para que los urbanos no añoraran el calefactor….a cinco horas de todoterreno sin dejar de pisar asfalto.
El Pirineo, como un yogurt, había caducado.
E Ian, aun cincelado en espantos, tragó la saliva valiente de quien toma conciencia y lee las verdades que otros tratan de ocultar, mirando a otro lado.
“Ahora si que te han matado”.
Su lágrima era negra…negra por su padre.
- Perdone – le interrumpió una señora con el reloj en el cerebro en lugar de la muñeca – Es que tenemos prisa.

Bucardo

Críticas, durezas y halagos....
lluviaacida@hotmail.com



Registro de la Propiedad Intelectu@l

No hay comentarios: