sábado, 26 de enero de 2008

El Último "Poliu"


El Último "Poliu"

- ¿Ha llegado ya?.

Los ojos hundidos de Lazaré no se separaban de la tenue luz que el atardecer, conseguía colar a través de las cortinas corridas que lo aislaban en su alcoba.
Amparado entre sus hijos y nietos, por la expresión curiosa de sus dos biznietos, ninguno de ellos parecía comprender como a un hombre que había esperado ciento quince años para morir, no se le ocurría otra frase más solemne o ingeniosa ahora, que parecía terminársele el sebo.
Pero Lazaré no estaba en casa.
Ni sobre su cama ni ante sus hijos, ni tan siquiera frente al retrato en blanco y negro de la esposa que llevaba más de treinta y ocho años dejándole viudo.
El estaba parapetado bajo la metálica carcasa en “art-noveau” con nombre de reliquia napoleónica, donde una multitud de uniformes azulados, pugnaban por hacerse un hueco entre los atiborrados trenes que partían rumbo a los nuevos frentes.
Gritos, himnos, orquestas a ritmo patriótico, sonrisas, quepis, botas con la cinta hasta la rodilla, poca marcialidad, entusiasmo, cantimploras destellantes, fusiles Berthier, mochilas de curo negro, banderas tricolores y rostros dominados por el espíritu de la vorágine, felices, sobrados de alarde, incapaces de mostrar ese miedo que sabían dentro, solo que escondido.
Y sobre ellos la humareda inanimada, sincrónica, metálicamente eficaz del sistema ferroviario, rumbo a la batalla, a la guerra, a la matanza.
- ¿Ha llegado ya?.
Lazaré soldado se apretujaba en aquella cabina carente de ergonomía, con los bancos en madera repletos de carne fresca.
Y asomaba la cabeza por la ventana, para que el aire fresco le hiciera efecto, para recibir los saludos de los sin arma desde los campos en movimientos, jaleando con una tricolor, con la gorra o unas simples manos con sus palmas.
Pero el tren no llegaba.
Nunca paraba, nunca repostaba, nunca descansaba.
Era una serpiente repleta de huevos, rostros y nombres bajo el uniforme…Jerome muerto en el Marne….Claude caído en Ypres….Pierre por el tifus…Gustave desaparecido en Verdún….Clement muerto gloriosamente por la patria sin que esta sepa exactamente donde…Regnon dejando una viuda….Antonine por el fuego amigo…Louis fusilado por no soportarlo más….Gabriel quien se suicidó en 1923 acosado por las pesadillas….Rene caído en lucha contra la pulmonía….Dominique, muerto hastiado….
Fue allí, en el vagón, donde a Lazaré le llegó el entendimiento
Aquel no tenía prisa por llegar, sencillamente, porque no tenía hora para el retorno.
El regreso lo haría con las plazas sobradas y los asientos vacíos, descontando nombres, apagando sonrisas, lento hasta parar de nuevo en Austerliz y recoger una nueva partida de carnaza con la que saciar el hambre de la trituradora.
Y Lazaré, el último de los “polius”, dejó abiertos, abiertos muy abiertos los ojos.
Asomándose bajo la luz del cuarto, aguantó la respiración para descubrir a los mismos amigos, inmutables a los años, jóvenes, vigorosos, con una sonrisa tan abierta como felices fueron antes de que el monstruo los devorara…los que murieron, los que se olvidaron, los tragados por el barro, los que hasta su nombre fue borrado….alzados, esperándole sobre el tren, con los uniformes azules bajo el quepis e idéntica ansia por comerse el mundo que se les presentaba aquel agosto de 1914.
- ¿Ha llegado ya? – preguntó uno de los chicos.
- Espera, ahora mismo lo hace – respondió otro que estiraba la mano para arrancarlo de donde estuviera y traerlo con ellos.

Bucardo



No hay comentarios: