viernes, 11 de enero de 2008

Muerte de una Dama



Muerte de una Dama
La Dama se arrinconó sobre la tarima del despacho, con las rodillas encogidas y el rostro encajado entre ellas, tratando avergonzada de ocultar lo que su desgarrado vestido ya no cubría.
La Dama, vejada, escondía bajo los jirones, el moratón inmenso de su humillación, los dolores de tanto golpe, una mirada espantada y el alma profundamente malherida.
Hasta el aire le dolía cuando le entraba.
Pero no se quejaba.
Le podía mucho más el miedo a que la escucharan.
Al otro lado, tras la puerta, entreveía sus sombras pululando nerviosas bajo la rendija iluminada.
Lentamente, se iba colando el olor del habano, esencia que cubre la prepotente victoria.
Y la Dama permaneció allí tan silenciosa y acurrucada que con los años le pusieron delante un armario librero, sin darse cuenta que la dejaban tras el, casi emparedada.
Y ya sin luz, tan solo sus oídos la mantenían conectada con el mundo exterior que todavía latía, aunque ya no la escuchaban.
Allí le llegaron las palabras fuleras, las disputas de tribuna, las falsas promesas, el grito de la sinrazón y el imperio creciente de una mentira contra la que ella misma….tiempo atrás…se despellejara.
En ocasiones, cada vez menos, sentía la tentación de alzar su propia voz.
Luego recordaba el dolor de la postrera vez que lo intentara.
Y callaba.
La Verdad, hecha Dama, permanecía así, acojonada, esperando que la muerte le viniera por olvido, por el hambre que la mata.



Bucardo
Críticas, durezas y halagos a...



Registro Propiedad Intelectu@l

No hay comentarios: