miércoles, 28 de noviembre de 2007

La Ilusión tras la Tecla


La Ilusión tras la Tecla

¿Quien le iba a decir que noventa y nueve vulgares teclas, iban a conseguir que se sintiera tan guapa?.
Ella que cuando podía sacarle tiempo al campo para marchar a la escuela, le hacía los deberes a la maestra con una pizarra y un taco de tiza desgastado. En aquellos años el papel andaba tan caro que entre comprar pan o escribir, no solía discutirse demasiado.
Una noche más, son casi veintidos años, son sus ronquidos profundos los que la desvelan y la dejan contemplando la lámpara del techo, una de esas de cristal y arañadas, tan desfasadas con eso de las modas como ella se sentía cuando le echaba una mirada al que le dormitaba al lado.
Tienes que ir al médico para que te mire eso de los ronquidos – le insistió cuando la barriga le alcanzó lustre y con ella le vino la respiración forzada y las nocturnas en blanco.
!Yo no ronco!.
Con alzar el tono un par de grados bastaba. Luego era una larga callada, una cena sin palabras donde se engullía, no se masticaba, donde la servilleta desaparecía en la manga y la camisa terminaba por coleccionar todo tipo de manchas.
Seis meses antes de la tecla, cuando trataba de conciliar el insomnio, pensaba en el día que la pusieron.
Venía de serie, con la hipoteca y la casa, pero mientras ellos iban entrando cajas de cartón repletas de poca cosa y mucha ilusión, el electricista aun andaba subido a la escalera, uniendo cables.
Esa misma noche la encendieron e hicieron el amor por fin casados, bajo ella.
Pero ahora, algo había cambiado y, salvo los hijos, echando un vistazo masoca y repetitivo hacia las espaldas pasadas, tan solo le quedaban los hijos, como el mejor recuerdo.
Y de lo demás, con las brasas apagadas y las grasas acumuladas, ya no que le quedaba nada.
Quedaba media hora para que se levantara.
Lo hacía con un brinco desganado, incontables bostezos, alguna ventosidad de última hora, largo rato en el baño y luego, mal afeitado, peor “encorbatado”, lanzaba un....”me voy cariño”....sonido de ascensor y si la madrugada surgía callada, aun podía escuchar el coche arrancando, la puerta del garage y el motor que se va alejando.
Ya no se escucharían hasta que regresara.
Al cerrar la puerta, apenas lo sintiera respirar, sabría si esa noche podría hablarle o volverían de nuevo a saber lo que el uno desea del otro a base de silencios, gestos con la barbilla y un mando hacia una pantalla, que termina imponiendo su superior volumen.
Y ella que seguro lo miraría, pensando en confesarle las ganas que le entraban de hacer juntos un viajes, de ir a un buen restaurante que le saciara por sus atenciones el hambre, de encontrarse con una flor a deshora, una palabra tierna en tinta o un “te quiero” que le hiciera renacer los calambres.
Anda que ya somos mayores para esas tonterías – sentenció cuando años atrás, le recordó lo mucho que llevaban sin decirse ternuras cuando se solazaban bajo una sabana.
Sin embargo, les pesaban tanto los inviernos, las tormentas de beso corto y ducha larga, cena enjuta y tele impuesta, programa soez que gritaba sin ella escucharle.
Cuando se acostaba, era madrugada y lo hacía ganándose un hueco entre el colchón y sus ronquidos....noche en vela....noche con lámpara de araña.
Así se veía, sentencia, hasta que le surgió la tecla.
Mamá que me lo piden en el Instituto.
En realidad, se lo exigían las modas, las amigas y el chateo.
Si, la tecla y el cable que hicieron trizas el cristal grueso que la aislaba para conectarla con un mundo desbordante, vivo, exterior y palpitante, que no agonizaba atricherado entre cuatro paredes y se movía a un ritmo trepidante.
“Es curioso” - pensaba bajo la araña - “A mis años y descubriendo a miles como yo”.
Miles, cientos de miles como ella, meando de pie o sentados, convencidos todos que la vida, era algo mucho mejor que ver pasar los días animados porque estos se acaben, como una condena impuesta por normas no escritas, leyes divinas y falsas morales.
¿Estas allí?.
Te esperaba.
¿Solo?.
Como tu sola.
Marchó hace un par de horas.
¿Has dormido bien?.
Dios....¿por que el no se lo preguntaba?.
Hoy tendrá que hacer alguna hora extra.
Bueno, también yo las hago a diario, no más que por hablar contigo.
¿Por que el no me habla, por que no me pregunta que siento, por que no se interesa por mis lágrimas, por mis ruegos, por que nada le inquieta, por que no le dice....”reina, ¿que es lo que te inquieta?”
Últimamente, ando tan cansada?.
Siempre sabes donde tengo las fuerzas guardadas guapa.
De olvidar escucharlo, pensaba que ya no lo era.
¿Por que creyó que ante el altar se terminaba todo cortejo, por que hizo de su amor pura piedra y ahora ya no le salían caricias que validaran sin palabras lo que pensaba?. ¿Acaso ella era tan solo una fregona, un vientre, un desahogo, una casa limpia...comida caliente?.
Eso me lo dices de lejos. Con las arrugas cerca....
Tienes tantos años como yo tengo, tantos disgutos, tantas canas...tantas ganas de rejuvenecernos.
Calla insensato...no digas eso.
Mujer...son solo deseos.
A mi se me hacen raros, malos, pecado, incluso con tanta distancia entre medio. ¿Quien me iba a contar esto hace apenas un año?.
¿Acaso lo piensas alguna vez?.
¿El que?.
Dejarlo.
¿Y tu?. ¿Dejarías acaso tus hijos, tu vida, tu sitio....tu mujer...si incluso tu mujer?.
Mis hijos ya andan bien criados, mi vida suplica cambio, mi sitio....donde tu digas y sobre mi mujer...bien sabes que anda más alejada de mi de lo que tu estás alli, al otro lado.
No tientes la suerte, no debemos malcriarlo.
¿A quien?.
A este deseo mutuo.
¿Pero tan malo es soñarlo?.
¿Es que no aprendiste la lección de nuestro fracaso?. ¿Es que jamás amaste a tu mujer como yo amé a mi marido?.
La amé si....¿entonces?.
Entonces ya sabes que todo tiene un fin y si ahora vencemos los kilómetros, callamos los rumores, firmamos divorcios, superamos miedos y nos hacemos sordos a los ataques, todo por encontrarnos, desde el mismo momento en que nos rocemos, empezara nuestro propio final. La ilusión y el tiempo, se liman el uno al otro.
Mujer...
Calla...deja la tecla que nos une...no sabes la ilusión que me regalas, sabiendo que eres tu el que escribe.
Pulsa las cinco, si, las cinco que más me gustan.
Tonto – le dice mientras sonríe a la cámara – A veces me parece que volvemos a ser dos niños- Y mientras le habla, las escribe.
Yo también Carmiña – ahora es el quien le sonríe.

Bucardo


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