martes, 27 de noviembre de 2007

La Rosa


La Rosa

La veo.
Mírala, está allí mismo, delante, diminuta, rosácea, simétricamente numerada...robóticamente medida.
Empiezo a leer. El primero resulta ser un cero.
La vista se cansa...no sigo.
!Que putada!.
La temo.
Si, allí mismo, frente a mis ojos, sobre la repisa del baño, reflejada como lo estoy yo, sobre un espejo salpicado de gotitas recientes, todavía frescas, que resbalan silenciosamente, dejando un surco sobre la cortinilla blanquecina....surco húmedo.
Mi cara está empapada.
No la sequé.
Necesito encontrar en la salpicadura una excusa, cualquiera que me valga, a la que asir la conciencia para justificar esta nuevo recaída en la cobardía, este paso destemplado con la vista puesta en retaguardia.
Tanto camino andado.....penoso y con los nervios temblando.
Otro empezar, otro maldito....temido.
Y todo por culpa tuya.
Miento.
La rosácea no contesta.
Suele pasar cuando no se tiene voz ni lengua.
Tampoco es que le sean precisas.
Auna a una, por millones, todas numeradas, aderezadas del prospecto que le hace de tarjeta introductoria.....se miden en gramos, se miden en letras, se miden sus fechas, se miden todas sus procedencias, direcciones y patentes.
Incluso parece extraño que lleguen a medirse sus efectos.
Fuera taquicardias, fuera esternón en carne viva, malgastando mi fortaleza hasta hacerme caminar desnudo, fuera recuerdos turbios, inoportunos, fuera temblores lívidos ante un cliente, un jefe, una mirada inquisita del compañero que reza por descubrir tu pie débil......solo templanza, autodominio.
Ser uno sin llegar nunca a serlo.
Y sin embargo es un paso atrás.
Hace ya meses que te dejé olvidada, entre potingues y tiritas, entre botas de colonia nunca abiertos y medicamentos caducados. Hace ya meses que lo único que hacías, era acumular la desidia de las telarañas.
Pero los miedos, mis miedos, son una peonza desbocada, loca, peligrosa...jodidamente puñetera.
Nunca olvidan donde queda el camino de regreso, jamás dejan de recordar en que lugar clavar su dardo, puede llegar a ser más doloroso.
Luego se retuercen...corriéndose con ello.
La cojo.
Apenas igual de larga que la más nimia de mis uñas.
Plástica e industrial, indiferente y sistemática, un puro diseño de la eficacia en ingeniería psicotrópica.
Cuando dudo de si la necesito, los miedos asaltan y esos miedos, son el hambre que solo la rosa amiga es capaz de saciar.
Cuando trago, el agua fresca la arrastra hasta el fondo del estómago.
Pronto hará de la bilis una más de sus prendas y quedaré rehen de sus alquimias, secuestrado de sus rarezas.
Es eso...¿no?.
Poseído y narcotizado.
Cuando salga de la ducha lo haré desnudo y desapasionado, con el corazón faenando apenas lo justo para mantener las constantes vitales en sano funcionamientos.
Latiendo a ritmo de abuelo....solo que a los treinta y tantos.


Bucardo


Registro Propiedad Intelectu@l

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