miércoles, 24 de marzo de 2010

Tarde para lamentos



Tarde para lamentos
Apretando los dientes, rompiendo el hielo a mordiscos, absorbido por la rabia, por el lamento y el asqueroso orgullo.
El orgullo, esa mala bandera, que retrasó una llamada, un cortado, una charla y la amistad, que como el recuerdo, nunca se extingue del todo, por muchos años, por muchas cuestas, hasta que se está muerto.
No, no, no.
¡No me da la gana!.
No acepto que mueras, por caer donde nadie cae, por morir donde nadie llega.

A Oscar, amigo, que ya nos esperas.


Bucardo

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