domingo, 20 de julio de 2008

Haciendo el Indio


Haciendo el indio
De niño rodeaba el fortín con sus apaches.
Los indios le hacían más gracia, por mucho que las películas los pintaran como malos, siempre sitiando caravanas de niños, levantando las faldas de la mujer blanca, cortando cabelleras o vistiendo con aquellos indecentes taparrabos.
Vivían bajo el cielo, no sabían lo que era la letra, tenían cara fura, llena de pintarrajos y “Jao” era todo su castellano.
Pero en sus propias películas, las que rodaba con el Tecnicolor de la imaginación, sus sioux conseguían traspasar las empalizadas, quemar las torres de defensa, fundir los cañones y poner en fuga a los siete séptimos de caballería.
La vida es mucha más divertida cuando las posibilidades salen baratas.
Pero ahora se siente Custer a punto de perder la caballera, en una batalla de derrotados que siempre es la última y se libra desde la mañana.
El fuerte es su despacho, los beneficios la artillería y los indios brotan por todas partes, desde la papelera hasta el ascensor, recibiendo un fax o apenas siente cerrarse la puerta de casa.
Los sioux le han arrebatado, todo lo que antes sabía a Tecnicolor.
Sobre la cama, muy de noches, cierra los ojos y antes de soñar, añora los tiempos en que lo que nunca fue escrito, le regalaba todo un final abierto.

Bucardo

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