martes, 12 de enero de 2010

La mirada del frutero


La mirada del frutero

El frutero de voz disimulada y sin anillo al dedo, atendía con sonrisa inexistente y amabilidad nada fingida.
Uno tras otro, deshiló los pedidos entre unos dedos impropios del oficio, consultando con la balanza, cobrando el peso y preguntando quien llevaba en su mano el siguiente número.
- ¿Quién con el 43?.
Tuve que hacer un esfuerzo para recobrar la conciencia de mercado y comprobar que era yo quien demoraba al resto.
- Empecemos por los tomates – dije – Maduros, bien maduros…
El frutero sonrió, esta vez sin menos cortapisas, aireando sus blanqueados dientes de casi cuarenta veranos.
Su mirada marchó a donde le indicó el pedido y luego tras los numeritos rojos de la báscula.
Se movía con una lentitud nada exasperante.
Las clientas, incluso las que castañeaban con los dedos tratando de entretener las prisas y el nerviosismo, sabían que a aquel puesto, se llegaba para tener buen género y malgastar la paciencia con el intento.
- ¿Algo más?.
- Cebollas de freír. Ponme un par por favor.
Las cebollas, con su fina capa color canela cayeron en la bolsa siendo pronto acompañadas por medio kilo de judías verdes, dos cabezas de ajo, cuatro manzanas, cuatro naranjas y media docena de kiwis.
- Siete treinta por favor.
En el monedero llevaba las siete más una pieza de euro.
Estaba convencida de llevarlo justo y traté de reafirmarme revolviendo.
Aunque no era mucho el desengaño que le causaba, la amabilidad se paga con idéntica moneda.
- Por ser tu…lo dejamos en siete.
Eran ya dos años de fidelidad al puesto.
Y eso a pesar de que la dejadez y la mala competencia de los hiper habían arañado al futuro del vetusto supermercado.
No era la primera vez que restaba céntimos a la suma.
Pero si la primera en que retiraba del suelo la timidez de su mirada.
Sus ojos, infinitamente tristes, exhalaban un grito en silencio….pero desesperado.
- Unos céntimos, no le cambian la suerte al desafortunado.
Bucardo

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