martes, 12 de enero de 2010

El sorbito y el trago


El sorbito y el trago
Sentirme entre sus piernas….
Si, aquella sensación era perder la conciencia de todo lo que era y todo a lo que estaba debido.
Entre sus piernas de hembra de noche, entre sus piernas de cuya dueña, no recordaría ni olor, ni voz, ni color ni nombre.
No se borrarían en cambio el espejo reflejado de sus ojos apuñalados, capaces de leer sin libro el dictado de los oscuros miedos y secretos que se ocultan bajo la apariencia del cuerpo.
La cerveza se hacía calor en el bar que era de toda la vida.
Un bar de barrio donde quien paga, suele saber de antemano lo que le cuesta.
Por eso, una extraña, era objeto de mirada.
Se que llevaba un rato largo limando las suelas sobre la acera.
Entró dirigiendo directamente la mano al vaso y resecándola de un largo trago.
Tanto que de las migajas, no daba ni para un lametón apurado.
- Supongo que comprenderás mi queja ¿no?.
- Me estabas sacando de las casillas. Sorbito a sorbito. Así se aburre hasta la copa.
- ¿Qué prisas puede llevar alguien que ni conoce ni conozco?.
- Prisas a que esta noche, tu y yo, follamos.
Nadie encorbatado es capaz de resistir.
Nadie soltero o casado, virgen o aventajado, superdotado o en vergüenza…
Nadie soporta que una hembra marque su territorio.
Hundido en su humedad, ella cerraba los ojos, acompasaba sus caderas y lanzaba profundos suspiros de los que yo deducía la gana y su remedio.
sus piernas se enlazaban, sus uñas hacían de arado entre los omoplatos…era ruda, era fina, era un empentón o una caricia.
Un espejo de armario reflejó lo que se era.
Mientras sus pies apuntaban el orgasmo, oteé mordiendo los labios.
Sobre la mesilla, la foto de un inquietante gato…una lámpara de luz cálida, un pequeño cuaderno de notas.
Esquinada, una foto, la de un novio que no debe intuir en que andábamos empantanados.
Rendido a tus exigencias, no queda otra que rendir bandera.
Cuando lo hago, se levanta sin darme tiempo a respirar y contemplar como se aleja desnuda.
Regresa envuelta con una camisa promocional de una cadena de electrodomésticos y un cigarro apenas encendido, colgando despreocupadamente de la mano.
- ¡Vaya noche me has dado!.
- ¿Todavía estás aquí? – responde exhalando una larga bocanada de humo – Eres tan lento para esto como para beber cerveza.

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