miércoles, 16 de diciembre de 2009

Veremos


Veremos

La sangre se hacía tristeza esperando esos “veremos” que siempre se retrasaban.

A medida que el alma se espesaba, mi corazón perdía el ritmo de sus latidos, envenenado y envejeciendo, sin conseguir nunca hacer cierto lo que siempre terminaba siendo solo un sueño.

Una mañana, me levanté decidido.

No consentía en dejar pasar un solo día más sin verlo.

Pero al asir la manilla, en el segundo antes de abrir la puerta y permitir que la luz limpiara, contemplé mis manos ajadas y el reflejo de un rostro hundido al que el tiempo y las oportunidades se le habían pasado.

Tuve miedo.

Miedo al cambio.

Aunque fuera a mejor, aunque no supiera que era pues nunca lo había probado.

Volví a la cama y deje que la tristeza, fuera la única y más fiel compañera.

Bucardo

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