domingo, 30 de noviembre de 2008

La Senda


La Senda
La senda, embarrada y angulosa, ascendía hasta sobrepasar el pinar, sacándole la vista a la pradera para, finalmente ir a morir, allí donde la montaña también lo hacía.
La senda era arteria de cobardes y valientes, de niñatos y bravos los cuales, quisieran o no, estaban obligados a hacerse valer frente a la peña.
Y la peña, fría, cruel y selectiva, era solo eso, una piedra.
Tragados en sus barranqueras, sucumbían los más y sobrevivían tan solo los que ella quería.
Y pocas veces quería.
Sebastián estuvo afortunado.
Al hacer cima, no supo explicar como lo había conseguido.
A cada paso, a cada apuro, olvidó a quien pisó, a quien condenó al abandono, a quien negó agua y a quien arrebató la vida.
Y allí, sobre la cresta, donde pocos llegaban y nadie podía hacerlo más alto, se sintió, sobre todo….inmensamente solo.

Bucardo

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