
El Malgasto
Siempre fui un cobarde.
Lo era cuando viniste.
Estaba loco por tu piel pero mi boca era una cerrada traicionera.
Y yo la odiaba.
Por eso la ahogaba en vino, en whisky, en bourbon barato, en ginebra y coñac de tres años.
Sin hielo ni agua…puros y bastos para que me embravecieran.
Pero el valor del borracho suele perder el juicio y entonces solo soltaba tonterías.
Tonterías que no escuchabas y que siempre te llevaban a los brazos de otro.
Otro más alto, más fuerte, más musculado, más potente pero sobre todo más bravo.
Me quedé a solas con otra copa, no se de que ni tampoco cuanto.
Y bebía un trago inacabable que duraba treinta años…los que tardaste en amar, compartir y reproducirte…los que yo necesite para que la savia se hiciera agosto.
Y ahora, hundido en mis miserias, doblegado por mis incapacidades, echo este último trago lento, mientras por el ventanal, sin que me digne a mirarlo, pasa el cortejo de tu último paso.
Alzo la copa y en el temblor del vino, veo tu ataúd reflejado.
Bucardo
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