martes, 27 de julio de 2010

La Gutíerrez


La Gutiérrez La Gutiérrez era una de esas, despuntando entre la pelea, que ni consintiendo se hubiera cercenado con el injusto bisturí del olvido. La Gutiérrez estaba con la creación a buenas, no por el inexistente bamboleo de sus caderas de chicazo, ni por ese aparato ferroviario que le parapetaba la mandíbula de molar izquierdo a derecho. El poderío de la Gutiérrez, paraba tras las cervecitas limonadas, siempre breves y escasas, donde conseguía, a base de buen consejo que todos sus defectos, se hicieran bola de plastilina, para reinventarse en la virtud que más exhibía; la de ser fiel a todos los que la querían. Un día, la Gutiérrez desapareció de la vida. Fue el mapa o el crono o que sencillamente, ella se quedó en un sitio y yo, nunca había terminado de moverme del mío. Pero entre las ascuas y desgracias del incendio, surgió de nuevo la Gutiérrez, con las mismas cadera, la misma virtud y sin el aparato, con la sonrisa siempre tan abierta como dispuesta. La Gutiérrez podía hacerse odiosa. A base de bondad, demostraba lo capullo que uno era. Bucardo

No hay comentarios: