
No nos dejaron
Nunca imaginé terminar así…traicionado o traicionando.
Confieso que se vio venir, aunque nos rodearan las miopías.
Su paso era fangoso, cansino, pero muy tangible.
Y cuando tocó albarca, nos enfangó como pedrusco en barro, robando toda la oportunidad para dejarnos tan solo la fuga.
Quebrado de bracear, de aguantar una, dos y más, arrugué la poca camisa, deshice el pantalón de pana, aventé lo que hacía ninguna falta y anudé la cuerda, amarrando para que del zurrón, no escapara cosa mayor que las que dejamos atrás, resentidas y huérfanas.
Crujió la escalera.
Lástimas de sus maderos, recordando las promesas de solventar aquel dolor.
Promesas siempre pospuestas, tal vez porque más o menos cegatos, ya sabíamos que deberíamos conformarnos y tragar semejante ponzoña.
No se pudo. Tampoco nos dejaron.
Ella aguardaba en el zaguán.
No dijo cosa.
Llevaba días conforme y mal callada.
Y sin embargo, royendo la conciencia, era como si su boca no cerrara.
El macho, intuitivo, algo se barruntaba.
No lo dejé pensar…no se hiciera el cuerdo.
Tiré de el y caminamos.
- Padre..¿no cierra usted?.
Miré la puerta, de par en par bajo la dovela de centurias.
- No subieron por poco….no subirán por menos.
Bucardo